60 años juntos

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En una época en la que todo es descartable y acelerado, los matrimonios duraderos son una rareza, dado que las uniones son cada vez más breves. Pero mientras algunos aseguran que el tiempo mata el amor, otros enfrentan el desafío y consolidan su pareja.

Premio a la persistencia

“Fue amor a primera vista”, comenta José Luis Andrada Castillo, quien tenía solo 20 años cuando conoció a María Estanislaa Olmedo en febrero de 1950, en el barrio Ciudad Nueva, donde él solía visitar a un hermano que tenía una despensa. Un día, José vio a una bella morocha de dulce sonrisa con una cotorrita en el hombro. “¿Quién es aquella chica?”, le preguntó a su hermano. “Son vecinos nuevos. Enseguida va a venir a comprar leche”, contestó.

Efectivamente, minutos después, María, de 18 años, apareció y José se las ingenió para atenderla. “Le di su pedido, pero sin hablar”, recuerda. Esa misma noche hubo una fiesta de carnaval en la cuadra y él le envió saludos. Los días sucesivos, volvió a la misma hora.

Con el tiempo, el carácter, la sencillez y sinceridad de María le subyugaron. Hasta que un día se  animó, se declaró, fue a su casa a hablar con sus padres y solicitó visitarla como novio. “A los cuatro meses ya estaba totalmente enamorado”, afirma José. El 9 julio de 1950, se comprometieron en Guarambaré, en la casa de la abuela paterna, con quien ella se crió.

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“Al final, me conquistó su perseverancia. Yo iba al colegio de noche, y él siempre fue muy respetuoso y educado. Y ya de novios, era muy cumplidor y responsable”, revela María. El 7 de febrero de 1953 se casaron en la iglesia Natividad de María, en Guarambaré. Se quedaron a vivir con la abuela y allí nacieron sus dos primeros hijos, hasta que en el 57 José consiguió un empleo en Asunción, en la ex-Corposana, y vinieron todos a la ciudad, incluida la abuela. En la década del 60 nacieron tres hijos más de los cinco que tiene el matrimonio: María Genoveva, José Félix, Librada de Jesús (fallecida), José Luis y Liza Beatriz. Hoy tienen catorce nietos y cinco bisnietos.

Ambos aseguran que para mantener 60 años de matrimonio hay tener en cuenta que Dios bendice el matrimonio. “Si no, es difícil. Hay que tener una meta, porque con el tiempo y la venida de los hijos, el amor-pasión pasa, por lo que hay que aferrarse fuerte al amor-compañía. Además, se debe ser tolerante, dialogar, buscar y valorar lo positivo que tiene el otro, y que lo negativo se vaya apagando”, resaltan.

María y José han sufrido el golpe del fallecimiento de una hija y un nieto. “Aunque es difícil, si la pareja se apoya mutuamente, se supera. Por suerte, nunca hubo problemas importantes en el matrimonio y menos de infidelidad. Para nosotros es una bendición estar todavía juntos a esta edad”, asegura María.

Para José Luis, lo fundamental es considerar que el matrimonio es de a dos y destaca que es importante juntarse siempre los domingos en familia con los hijos. “Reunirse, hablar, divertirse, retroalimentar el amor familiar. Saber que somos todavía importantes para ellos y que seguramente lo seguiremos siendo, y su apoyo nos empuja a mantenernos alegres, a valorar cada día y a seguir viviendo”, agrega José finalmente.

Como el primer día

En la iglesia de Virgen del Rosario, el 13 de setiembre de 1952, María Patrocinia Torres caminaba blanca y radiante hacia el altar, donde la esperaba Manuel Eladio Chamorro Riquelme, el hombre con el que decidió compartir su vida. “Desde el primer momento en que hablamos decidí que me casaría con ella”, confiesa Manuel. “Fue mi primer amor”, revela María. Sesenta años después, ambos se muestran tan felices y enamorados como el primer día.

Se conocieron en Carapeguá, en el banco donde él trabajaba y ella iba cada mes a cobrar su sueldo de docente. “Y un día él me atendió en la ventanilla”, refiere María. “Esperá yo voy a atender a esta chica”, les dijo Manuel a sus compañeros. Y ella quedó prendada de su amabilidad y cortesía. “Era muy educado y respetuoso, cualidades que buscaba en un hombre”, refiere.

“Yo quedé hechizado por su belleza y la blancura de su piel”, recuerda Manuel. Cuando lo trasladaron como gerente de la sucursal del banco que se habilitó en San Roque González de Santacruz, el distrito donde ella vivía y trabajaba, las autoridades locales le hicieron una pequeña fiesta en la Municipalidad como muestra de aprecio y bienvenida. “María también fue invitada. Bailamos y nos conocimos mejor; entonces decidí que ella sería la mujer de mi vida, porque tenía muy buenas cualidades”, revela Manuel, quien entonces tenía 23 años y María, 22.

Se casaron dos años después. Al siguiente, se mudaron a Asunción y el hogar se coronó con los hijos: Raineldo Manuel, Emma Luisa y Basilides Ramón. Hoy tienen cinco nietos y un bisnieto; hace poco falleció uno.

La pareja indica que, a pesar de que nunca puede haber un hogar sin nubarrones, lograron superarlos. “Jamás dudamos en estos 60 años”, aseguran, y agregan que es muy importante el diálogo constante y la tolerancia por ambas partes; además de perseguir una meta. “Y así pasamos y seguimos hasta ahora, sin ninguna dificultad. Nuestros tres hijos son nuestro mayor tesoro junto con sus cónyuges. Esa es nuestra mayor felicidad. Los domingos nos reunimos y nos divertimos todos juntos. El amor de nuestros hijos nos renueva y nos alienta a seguir viviendo”, destacan.

María y Manuel aseguran que el amor luego de 60 años no varía. “Para nada. Es como el primer día”, comenta Manuel. “Alcanzamos las bodas de diamante sin darnos cuenta. Y a lo mejor alcanzamos las bodas de brillante, porque somos muy sanos”, concluye María.

José acompañaba a María al colegio. “Cada día me atraía más. Hasta que un día me declaré”, rememora. Ella no lo aceptó en un primer momento, porque pensaba que él aún estaba con su antigua novia, ya que le habían mostrado una foto de la chica.

“Desde el primer momento que hablamos decidí que me casaría con ella, porque era muy recta; tenía buenas cualidades”, asegura Manuel.

mpalacios@abc.com.py