Juan “Chavo” D’Emilio comenzó a trabajar a los 20 años en una agencia publicitaria, en la que se ganó el mote. “Me quedó de El Chavo del ocho, porque era jovencito”. Fue a mediados de los 90, cuando estudiaba en una escuela de creativos publicitarios. En poco tiempo, ya hizo una pasantía de un año. “Luego me contrataron”, refiere.
La idea de dedicarse a la publicidad le nació cuando de niño veía en tevé El show del Clio, un programa sobre comerciales que se emitía los sábados a la noche. “Me llamaba mucho la atención. Siempre me gustó”.
Y si bien en la secundaria tenía otras aficiones, como el cine, la música —tocaba el bajo—, al culminar el colegio, comprendió que la publicidad era lo suyo. “Se dio rápidamente y me quedé trabajando en esto. Nací creativo en lo que es la publicidad”. Según dice, este es un trabajo estable que le permite desarrollar inquietudes. “Porque tener ideas es la sal de la vida en todas las áreas, no solo en publicidad. Es bueno para la vida. Yo me siento vivo en la medida en que voy teniendo ideas; ese es el mundo de la creatividad para mí. Y tengo la suerte de que en el espacio de la publicidad me pagan por pensar; con lo cual soy un afortunado”.
¿Un creativo nace o se hace? “Creo que el oficio de la publicidad se aprende, especialmente en la publicitaria, pero creo que viene con uno”. Para él, la gente es mucho más creativa de lo que piensa, pero tanto la sociedad como las instituciones coartan, limitan, mucho esa creatividad, desde la educación, el hogar, las escuelas. “Me parece que uno debe tener la tenacidad y confianza en las capacidades que tiene. Es difícil, porque siempre habrá alguien a quien no le va a gustar tu trabajo y eso es inexorable”.
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Padre de dos hijos, Valentina (12) y Vicente (9), en su familia no hay publicistas. “Mi padre es abogado; mi madre, maestra”, cuenta. Con todo, a ambos no les sorprendió que Juan eligiera esta profesión, puesto que siempre vieron en él una faceta artística que fomentaron sin darse cuenta. “De chico me llevaron a estudiar dibujo, y de mi madre heredé el gusto por leer y escribir, por lo cual no fue una sorpresa muy grande. Mi carrera fue meteórica, pero no sé si ellos vislumbraban cómo me iría con la publicidad. Entretanto, también tuve la suerte de hacer una película, escribí, dirigí”.
Reconoce que con el tiempo aprendió a valorar la publicidad. “Hoy representa para mí un montón. Antes era algo que yo me imponía, porque nadie me obligó y, actualmente, entiendo y disfruto mucho más el hecho de trabajar haciendo lo que me gusta”.
Asegura que el proceso de creación le genera una energía extra, como un pico de adrenalina, que después baja cuando empieza a pensar en qué puede pasar. “Esa es la parte específica de la creación; después está el desarrollo, para lo cual se necesita cultivar mucha paciencia. En este proceso, uno se da cuenta de que el resultado nunca será como se concibió la idea, porque está en un espacio de la imaginación. La creatividad es un proceso, pero en el momento en que aparece esa adrenalina se produce un efecto que a uno le gusta. Uno siente que está vivo. Es muy sensorial”.
Confiesa que manejar el tema de las críticas es muy difícil, porque por lo general uno debe saber que está expuesto e implica escuchar los puntos de vista de los demás. “Pero me parece que es la manera de correrse de un lugar egocéntrico. La publicidad te brinda muchos reconocimientos, pero si no tenés las ideas bien claras, te podés confundir y pensar que nadie puede opinar nada acerca de tu trabajo y del poder que ejercés”. Admite que si bien le cuesta aceptar la crítica, es superaleccionadora. “Y sin importar de quien venga, aunque sea de gente que querés y respetás, es durísima”.
Afirma que le agradan los reconocimientos, aunque considera que hay que tener mucho cuidado, porque estar pendiente de ello, en algunos casos, es como adictivo. “Me gustan, pero luego los analizo hasta desmenuzarlos para entenderlos. Claro que me agrada cuando se reconoce mi trabajo, una idea gestión; son alimentos para el alma”.
D’Emilio, quien participará de los Premios Cannes Lyons 2014 como competidor y jurado, del 15 al 22 de junio próximo, expresa que este año le encantaría ganar para que McCann colabore con ese tipo de trabajo, “porque ya el premio no sería para mí por tener la idea, sino para que ganen países que hasta ahora venían teniendo un rendimiento interesante en Cannes. Ayudar a que esos países crezcan, es lo que desearía hoy por hoy”.
Respecto al papel de la creatividad vs. los títulos universitarios, considera que es un momento en que hay toda una revisión de valores con respecto a lo que necesita uno para ser feliz o destacarse. “Me parece que la confianza, la autoestima, la creatividad pueden tener el mismo valor que un título. Obviamente que el saber sirve. Sería un obtuso si no reconozco los beneficios de perfeccionarse o incorporar conocimiento”.
Agrega que tener la energía para hacer lo que uno quiera ser, el valor para hacerlo y saber qué hacer son decisiones que no se aprenden en ninguna universidad o masterado. “Hoy, el mundo está mucho más flexible para entender eso. Antes se estaba más pendiente del título. Pero la capacitación sin el ánimo de hacer lo que uno quiere no tiene valor”.
En cuanto a la proyección de la publicidad en América Latina y el mundo, D’Emilio se muestra optimista. “Es el tiempo de América Latina. Antes, la publicidad se generaba en Argentina, Brasil y algo de México. Actualmente, encontrás creatividad en todos lados. Y no solo publicidad: por ejemplo, cuando fui a Nueva York, en el avión estaban pasando la película 7 cajas. Eso tiene que ver con la apertura y la posibilidad de poder mostrar los trabajos y contenidos de una manera más igualitaria. Y América Latina se ve beneficiada, porque hay montón de gente creativa en varias disciplinas”.
¿Hay alguna publicidad que no harías por ética? “No trabajaría en una campaña política. Se me hace muy difícil trabajar para algún político, porque no creería absolutamente nada de lo que plantea. No es lo mismo el planteamiento de un político que el de una marca”.
mpalacios@abc.com.py
