Cuando calla el tren

La estación de Coronel Martínez mantiene viva la ilusión de un viaje al pasado. Y aunque ya no esté presente, el tren vuelve a urdir su magia. Porque aquí el futuro pasa por recuperar el bullicio de épocas que marcaron el progreso material del pueblo.

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Es un clima sutilmente postergado el que se respira al transitar las calles polvorientas del sector céntrico. La vida cotidiana en Coronel Martínez, un pequeño pueblito del Guairá, no requiere improvisaciones. Ni enormes sacrificios. Se percibe en la gente sensaciones de conformidad con la rutina silenciosa. Y la imagen de que el futuro es algo muy lejano es real. Pese a todo, hay esperanzas.
Tierra de gente cálida, en general individualista, concentra su fuerte atractivo en los sencillos recursos históricos que posee. Ahí, en la esquina de Capellán Cardozo y Carmen Vda. de Monges, un caserón pintado de amarillo con puertas color granate y techo de zinc oxidado simboliza el progreso material de antes. Es la estación de tren que en otras épocas se llenaba de pasajeros, empleados ferroviarios y vendedores ambulantes y era referente del desarrollo humano.
Desde que el ferrocarril llegó al pueblo -sucedió en 1889/1890- la economía local entró en un proceso de crecimiento. Pero, hará una década, quizás menos -nadie recuerda con precisión-, los rieles dejaron de deslizar locomotoras por esta tierra alfombrada de verde y salpicada de pintorescas viviendas. Ahora se debe recurrir a la imaginación para describir lo que antes sucedía aquí mismo, porque hoy la soledad es crítica.

Las puertas de la calle están siempre cerradas. Y muy pocos jóvenes la conocen por dentro. Pero en su interior hay vida. La estación se convirtió en hogar del cuidador, que hace 3 años se instaló junto con su familia bajo su techo.
Luis Villar, un hombre flaco, alto, de 40 años y dos hijos, es inquilino único del histórico edificio que en otros tiempos fuera la puerta de entrada y salida de Coronel Martínez. Pese a no haber sido obrero ferroviario, fue contratado por la Administración del Ferrocarril Carlos A. López para encargado. Villar no tiene salario del ferrocarril, se gana su dinero trabajando en la Azucarera Paraguaya, en Tebicuary, a pocos kilómetros de su hogar. Rosa Nilda Alfonso, su esposa, vende zapatos usados para contribuir con la economía familiar. Exhibe en uno de los salones sandalias, suecos, tacos altos de diversos modelos, pero la clientela no abunda, porque nadie le da mucha importancia a estas indumentarias.

"A mí me dieron la estación para cuidar y vivir acá. Hago limpieza y mantenimiento de las instalaciones. Hace poco la ANDE cortó el suministro de energía eléctrica que anteriormente no se pagaba y yo tuve que encargarme de la reconexión", comenta Luis Villar.
Poco o nada queda de los antiguos mobiliarios y equipos necesarios para el funcionamiento de la terminal ferroviaria. Pero, en todas las dependencias -consta de 3 salas grandes y 2 pequeñas- hay algo que recuerda la época febril de actividades. En una sala, la que está a la derecha, se guarda una enorme báscula de hierro puro que, como todo el material del ferrocarril paraguayo, se hizo en Londres y tiene la firma "Pooley's Patent". Existen además una carretilla de hierro, bolsas de papeles conteniendo viejos telegramas y anotaciones relativas al movimiento de trenes. El piso de ladrillos está en malas condiciones. En el patio, la parralera se sostiene con fornidos rieles, que hacen de columnas. Igual sucede con los pilares del pozo. Cada pieza de metal lleva grabada la inscripción de origen "Krupp 1887 FCN".


En frente, donde un extenso y verdoso pastizal ubica a la estación como telón de fondo, no hay siquiera un vagón destartalado. Apenas rieles en desuso y maderas para durmientes. Pero todo se asocia como símbolo del progreso que alguna vez le tocó vivir al pueblo. Y ante el paisaje generoso crece la sensación de que Coronel Martínez ahora, pese a la ausencia del tren, vive en otras décadas. De repente, la rauda aparición de una lujosa camioneta 4X4 contradice la situación. Un conflicto de tiempo que estimula a recrear el guión de una película surrealista. Claro, con un final feliz.

Hoja de ruta

Coronel Martínez es un pueblito situado en el departamento del Guairá. Adquirió rango de municipio en 1919, cuando se independizó de Félix Pérez Cardozo. Queda a 136 kilómetros de Asunción. Tiene dos vías de acceso: por la ruta 2 existe en San José de los Arroyos un desvío de 36 kilómetros de camino de tierra; yendo por Villarrica queda a 22 kilómetros, sin pavimento pétreo.
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