Cuevas encantadas

A pesar de la gran distancia que las separa de la capital del país y la falta de infraestructura, las cavernas de Vallemí llaman a los aventureros a explorar toda la maravilla que guardan sus recovecos. Espeleólogos de todo el mundo ya se han internado entre sus mágicos rincones, que deslumbran por su aire de misterio y belleza.

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A 586 km de Asunción se erige Vallemí, poblado del distrito de San Lázaro, Concepción, conocido comúnmente por albergar la planta de la Industria Nacional del Cemento (INC), que da trabajo a la mayor parte de sus habitantes. Su extenso territorio está rodeado de serranías que componen el grupo geológico Itapucumí, que son “materia prima” de la cementera, pero que, a su vez, guardan la mayor riqueza a nivel global: son 54 cavernas conocidas hasta ahora en los 66 km2 que las componen.

En la población aún no se dimensiona la riqueza científica, histórica y natural que constituyen las cavernas; muchos de sus pobladores ni siquiera han ido a visitarlas. Sin embargo, exploradores de todo el mundo han llegado hasta el poblado desde hace varias décadas para conocerlas, aun con toda la dificultad que representaba llegar a la zona, que recién ahora está provista de una ruta asfaltada en buenas condiciones.

En la región se conocen 23 tipos diferentes de piedras, entre ellas, la roca caliza, que es empleada como materia prima de la INC. Justamente, mediante las exploraciones realizadas para esta actividad, se descubrieron la mayoría de las cavernas que datan de la era Precámbrica.

La formación de estos huecos y espacios entre las enormes piedras se produjo por la unión de tres factores fundamentales: temperatura, presión y aire. Para que se formen, la piedra debe ser soluble, condición que tienen solo las rocas calcáreas, especialmente las calizas.

Además, los árboles de higuerón, conocido con el nombre guaraní de guapo’y, tienen raíces que ejercen el factor de presión y aportan una gran belleza dentro de las cavernas. Estas llegan a tener 20 m de profundidad, expandiéndose por los sumideros. Según César González, espeleólogo que trabaja como guía para lo que se denomina espeleoturismo, ni siquiera el 1 % del territorio fue explorado, así que se estima la existencia de múltiples cavernas más. En cada una de ellas existen múltiples fósiles y otros materiales de gran valor científico, como el caso del oso hormiguero gigante (Cantonyx cuveri) descubierto en el 2013 en la caverna Risso, que está clausurada.

Actualmente, se pueden visitar –siempre con el acompañamiento de un guía– la Caverna 54, que tiene un área a cielo abierto que brinda la posibilidad de practicar rápel; Tres Cerros, que posee una galería principal de 130 m, apropiada para –incluso– niños y ancianos, con una altura aproximada de 14 m; además, en su entrada se puede ver un cactus de 8 m de alto, de aproximadamente 100 años, y la Santa Caverna, que guarda en su interior una estalagmita que se asemeja a la imagen de una Virgen.

Ingresar para explorarlas se constituye en todo un desafío y requiere de una gran destreza. En la Caverna 54 se ingresa por un agujero en medio del cerro; adentro hay varias salas y espacios diferenciados entre sí. El gran esfuerzo realizado es recompensado por el clima fresco y húmedo desde el ingreso, y el espectáculo de colores y formas que se puede ver en el interior.

La explotación turística de estos tesoros naturales puede constituirse en una industria sin chimenea, con ganancias mucho más generosas para los habitantes de este humilde poblado. El norte del país guarda incontables tesoros de este tipo, que invitan a la aventura y diversión.

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