Don Aparicio, el señor de las luces

En 1915 llegó a Asunción el español Nicolás Aparicio Pérez en plena época de la Primera Guerra Mundial. Pronto se incorporó a las tareas de distribución de la incipiente electricidad en la capital paraguaya y era conocido por estar en servicio “las 24 horas”. Su hijo, Emilio Aparicio Gómez (89), pasa revista a su historia.

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En Europa, la guerra causaba estragos y, en Asunción, la apacible vida de principios del siglo XX con la reconstrucción nacional era muy prometedora. La ciudad iba progresando con el tranvía y la ampliación de las redes de electricidad producida en la Usina Térmica de Sajonia con la principal subestación en el centro. Entonces, muchos europeos se hacían a la América en busca de mejores horizontes.

Tal es el caso de Nicolás Aparicio Pérez, un inmigrante que llegó al Puerto de Asunción vía Buenos Aires y muy pronto se convirtió en paraguayo por adopción. En su nueva tierra, todos lo llamaban afectuosamente don Aparicio y era toda una institución.

Él era como la salvación de los vecinos en los días de tormenta y en sus manos estaba solucionar todos los problemas relacionados con la entrada de la capital a la modernidad de la electricidad. En medio de los truenos, relámpagos y torrentosos raudales que causaban siempre estragos en la ciudad, el servicio no debía decaer.

El Arq. Jorge Rubiani destaca que Nicolás Aparicio se constituyó en “inevitable receptor de cualquier requerimiento relacionado con la provisión de la energía. En pocas palabras, era el paño de lágrimas de la ciudadanía y funcionario ‘24 horas al día’, como él mismo se calificaba, prodigando soluciones –o al menos interés por el prójimo– para enfrentar los cortes de luz, tanto en instalaciones domiciliarias como callejeras de toda la ciudad” (Suplemento Cultural, ABC Color, 17 de enero de 2016).

Nicolás Aparicio Pérez era oriundo de Barruelo de Santullán, en el norte de España, entre las provincias de Palencia y Cantabria. Aunque actualmente Aparicio se utiliza como nombre, se trata de un apellido muy antiguo cuyo origen radica en esa misma localidad del norte español, según Julio de Atienza (Diccionario heráldico de apellidos españoles y títulos nobiliarios).

Pronto arraigo

“Mientras él vino al Paraguay, su esposa, Porfiria Marta Gómez, del mismo pueblo, había quedado a esperar noticias junto con su primogénito, José Fidel Aparicio. Luego de unos años, cuando ya estaba instalado y en condiciones de sostener a la familia, decidió traerlos a la nueva patria”, dice Emilio Aparicio Gómez, hurgando en sus recuerdos.

Nicolás Aparicio Pérez –como todo nacido en un pueblo minero– había aprendido el oficio en su comunidad, y era mecánico y herrero a la vez. Esto le valió un puesto en The Asunción Tramway, Ligth and Power Company Limited (ATLP). Comenzó como un simple herrero y fue ascendiendo hasta quedar, en 1920, a cargo de la Oficina de Distribución de la Electricidad en Asunción, que funcionaba en la calle 14 de Mayo y Cnel. Martínez (hoy Haedo), en las adyacencias de la Iglesia de la Encarnación.

Precisamente, su esposa e hijo mayor llegaron entre 1921 y 1922, con lo cual la familia creció y nacieron aquí Nicolás (h), Asunción Isabel y Emilio Aparicio Gómez. El mayor de los hijos vino y se dedicó al comercio, con la compraventa de propiedades.

Nicolás Aparicio Gómez fue piloto militar y llegó al grado de teniente de Aviación, peleó en la guerra civil de 1947 en Concepción y fue exiliado a la Argentina, donde falleció en 1992. Toda una historia por descubrir y contar.

Asunción Isabel, única mujer, fue bioquímica y falleció muy joven. En tanto, Emilio Aparicio estudió la carrera de Medicina, aunque no la concluyó.

La electricidad

La compañía inglesa The Asunción Tramway (ATLP) fue creada en 1913 e introdujo los tranvías de lujo en la capital paraguaya. En febrero de 1919, nuevamente, se transfirió la concesión a su dueño original: el Ing. Juan Carossio, ya al frente de una firma de capitales suizos y argentinos, llamada entonces Compañía Americana de Luz y Tracción (CALT).

Una carta de recomendación, a modo de formulario, preparada por la ATLP para la nueva firma detalla las labores que desempeñó Nicolás Aparicio en la empresa desde su ingreso en 1915 hasta 1918, empezando como jefe de turno en la subusina eléctrica, herrero mecánico, superintendente mecánico, ayudante de distribución, y superintendente de subusinas y prácticas de reparaciones de cables subterráneos.

“Durante este periodo he tenido en él la más completa confianza y me es grato recomendarle como hombre de quien se puede depender”, dice el informe firmado por el administrador.

Él continuó en la nueva sociedad que distribuía la electricidad desde la Usina Térmica de Sajonia. Con las líneas P1, P2, P3 y P4 se hacía la redistribución desde la subusina n.° 1 del centro (14 de Mayo entre Haedo y General Díaz) hacia Luque, la zona de la Caballería, San Lorenzo y Fernando de la Mora. En la capital estaban distribuidas las casetas y en Villa Morra existía otra importante subestática de la CALT, para la alimentación del servicio tranviario.

La subusina del centro fue demolida en enero de 1984. El diario ABC Color publicó entonces: “Demolieron un retazo de la historia de nuestra ciudad”.

Emilio Aparicio también menciona que con sus hermanos, prácticamente, crecieron en esa sede céntrica de la CALT. La familia vivía en un edificio construido hacia el costado, en la planta alta. Desde allí partía el viejo Bedford, el camioncito con el cual se movilizaban los operarios para mantener permanentemente en servicio la red.

Casi tres décadas después, en 1948, bajo el gobierno de Natalicio González, se nacionalizaron por la ley n.° 16 los servicios de electricidad y transporte eléctrico, con lo cual la CALT pasó a manos del Estado y se creó la Administración Nacional de Electricidad (ANDE).

Don Nicolás Aparicio continuó con el mismo ímpetu. “Trabajaba las 24 horas y no había feriado ni Viernes Santo para él. En la cabecera de su cama tenía un teléfono que sonaba a cualquier hora y ante cualquier inconveniente que le reportaban se levantaba para ir a solucionar. Con las tormentas, los cables reventaban muchísimo y él estaba allí para solucionar”, sigue relatando Emilio.

Todo esto lo hacía pese a que, en la década de 1920, durante una huelga general, recibió un balazo cerca del corazón mientras acompañaba al gerente de la CALT. “Hasta le habían dado por muerto, pero volvió. No le podían extraer la bala, que saltaba siempre y le ponía los nervios de punta. Tenía algunas precauciones, pues no podía viajar en camión porque el traqueteo le movía la bala y sentía. En fin, se salvó y siguió hasta 1960, año en el que falleció”.

Don Nicolás Aparicio realizó una importante labor en cuanto al suministro de electricidad en la ciudad. Durante la Guerra del Chaco hizo un denodado esfuerzo para mantener activo el servicio. Organizó la iluminación del Estadio de la Liga, hoy Defensores del Chaco, para la concentración de las tropas, al igual que en todas las dependencias militares.

Cuando cumplió 40 años de servicio, recibió la medalla de honor el 19 de mayo de 1955. El diario La Tribuna destacó “sus energías al servicio de la población” al momento de la condecoración “a un antiguo funcionario de la ANDE”. La crónica comentaba: “Español de origen, don Nicolás Aparicio es un paraguayo verdadero por su obra y su conducta (...). Trabajó siempre con buena voluntad, entusiasmo y lealtad. Su carácter de hombre servicial dejó huellas allí en donde fuera solicitado sus servicios o donde lo lleve el ejercicio del cargo que desempeña”.

La entrega fue realizada por el administrador general de la ANDE, el Ing. Rodolfo Gill Duarte, y el director de empresas públicas de transporte, electricidad y comunicaciones, el Ing. Roque Saldívar.

Tranvías

Para Emilio Aparicio, los recuerdos del tranvía tienen un sabor especial. El hecho de que la alimentación eléctrica para la movilidad de esos vehículos estaba a cargo de su padre le daba peculiar importancia a esos viajes. “Yo iba todos los días al Colegio de San José, donde estudiaba, a bordo del tranvía de la Línea 5, que llegaba hasta Las Mercedes. También utilizábamos mucho la Línea 7, que iba desde el Puerto de Asunción hasta Cambio Grande, en la calle Venezuela (hoy Artigas) y Perú”.

En la céntrica usina se tenían los motores llamados convertidores, que transformaban en corriente continua la alterna. “El tranvía trabajaba en corriente continua; el troley con el polo y la vía que era el otro contacto. Cuando llegaban a su parada, como tenía doble comando, adelante y atrás, se cambiaban las palancas hacia la otra parte y retornaban. Los asientos eran de madera, y sus respaldos, móviles”, menciona con nostalgia.

También había una zorra para el transporte de mercaderías que iba hasta San Lorenzo y traía a la vuelta las cargas. Tenía solamente las cabinas de mando en ambos extremos y el cuerpo del vehículo era totalmente abierto. Llegaba hasta el puerto, en el que pegaba una vuelta y subía por Nuestra Señora de la Asunción, entonces 25 de Noviembre, y paraba frente al Mercado Guasu, donde bajaban las mercaderas con todos sus bártulos.

Su fallecimiento produjo mucha tristeza, que se reflejó en los diarios de la época. “La ciudad de Asunción acaba de experimentar una pérdida de indiscutible valor social con la muerte de don Nicolás Aparicio. Una actuación de muchísimos años en el desempeño de funciones muy variadas en la jefatura técnica de la usina generadora de luz y fuerza, ofreciendo constantemente la atención más esmerada a las solicitudes que se le formulaban, reclama la gratitud de la población asuncena”.

Don Aparicio fue considerado pionero en la extensión de las líneas de electrificación e iluminación de la ciudad y formador de varias generaciones de electricistas paraguayos, a quienes transmitió sus técnicas y vocación de servicio.

pgomez@abc.com.py

Fotos: ABC Color/Roberto Zarza/Javier Cristaldo.

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