Emilio Aceval Marin

Don Emilio Aceval Marín asumió como presidente de la República del Paraguay el 25 de noviembre de 1898, y ejerció hasta el 9 de enero de 1902, fecha en que fue depuesto por un golpe de Estado y sucedido por el vicepresidente Héctor Carvallo.

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El Gobierno de Aceval tuvo como ministros a José Urdapilleta, Francisco Campos, Fulgencio Ricardo Moreno, en Hacienda; Guillermo de los Ríos, en el Ministerio del Interior; José Zacarías Caminos, Venancio López, Jerónimo Pereira Casal, José Tomás Legal, Pedro Bobadilla, en Justicia, Culto e Instrucción Pública; Juan Antonio Ezcurra, en Guerra y Marina; y a José Segundo Decoud, Fabio Queirolo, Juan Cancio Flecha, en Relaciones Exteriores.
En el periodo de su presidencia, el Paraguay participó de la exposición universal de París; se crearon el Consejo Nacional de Educación, la Dirección General de Escuelas y el Consejo Nacional de Higiene. También se implementó el Sistema Métrico Decimal; se creó la oficina recaudadora de Impuestos Internos.

En 1899 se declaró una epidemia de peste bubónica, que llevó a la creación de la Oficina Bacteriológica. Por otra parte, se instalaron en el país varias colonias de inmigrantes, especialmente italianos; falleció asesinado el periodista e historiador Blas Garay. El Paraguay participó de la Exposición Internacional de Filadelfia; el telégrafo llegó a San Estanislao, al norte, y a Encarnación, al sur.

Graves problemas políticos ocasionaron serios conflictos que se reflejaron en el Parlamento, donde, a raíz del derrocamiento del presidente Aceval, estalló un incidente que dio como resultado la muerte del senador Facundo Insfrán y la herida de varios congresistas.

El presidente Aceval fue uno de los niños héroes sobrevivientes de la célebre batalla de Acosta Ñu. Había nacido en Asunción, el 16 de octubre de 1853.

Hijo de Leonardo Aceval y Juana Mónica Marín, se casó con Adelina Bedoya, hija del ex triunviro José Díaz de Bedoya; luego, en segundas nupcias, con Josefina Rivarola.

Sus hijos fueron Emilio (concubino de Catalina Siebert y Juana Bello Godoy), Carmen (casada con Pastor Cabañas Saguier), Amelia, Catalina (casada con Máximo Croskey), Ana María y Josefina (casada con Juan Manuel Garay). Hermanos suyos fueron Zacarías, Benjamín (casado con Juana Mongelós Eguzquiza), Leonardo y Concepción.

El doctor Aceval falleció en su ciudad natal, el 15 de abril de 1931, a los 78 años de edad.

LAS BANDEIRAS

El nombre de bandeiras nació de la costumbre de indígenas tupí de levantar una bandera en señal de guerra.

Las bandeiras estaban formadas por un capitán mayor, con poder de vida y muerte sobre sus comandados, dos a seis decenas de blancos, dos a cuatro centenas de mamelucos y algunos millares de indios, domésticos y esclavos.

Los indígenas y mamelucos (hijos de portugueses y mujeres indígenas) solo utilizaban arco y flecha, mientras que los blancos estaban munidos de mosquetes, pistolas y facas como armas. La vestimenta de los blancos consistía en sombreros, calzas largas y polainas de cuero, y una chaqueta acolchada. Los mamelucos e indígenas iban apenas vestidos con taparrabos o, simplemente, desnudos. Se alimentaban de miel, fariña, palmitos, de carne obtenida a través de la caza y la pesca.

En 150 años esclavizaron aproximadamente quinientos mil indígenas. Las "piezas" capturadas, "costaban" cincuenta por ciento más que un esclavo africano.

CUESTIONES DE MODA

En los últimos cien años, la moda femenina experimentó grandes cambios. Claro, esa es su propia esencia, el cambio. Y el cambio fue para mejor, haciéndose cada vez más funcional y más cómoda, según transcurrían los años. Del recato victoriano, la moda fue pasando por diversos estilos, dejando a su paso incómodos artilugios para convertirse en una delicada envoltura del cuerpo humano, en el caso de la moda femenina, y en funcionales ropajes en cuanto a la moda masculina.

Luego de la primera conflagración mundial, desechando volados, perifollos, sombreros con flores, plumas, pieles, cintas y tules, así como faldas y ceñidos cuellos o los incómodos corsés para las cinturas de avispa, los dictados de la moda ordenaron que las mujeres debían lucir provocativas, alivianándose de toda esa profusión de telas, pasando por el estilo charlestón, con los cinturones a la altura de las caderas y las faldas por las rodillas o un poco abajo de ellas.

La ropa interior se redujo a su más mínima expresión, pasando por la anulación de la enagua, el cambio de los culottes de las abuelas por las bombachitas y corpiños, que se volvieron indiscutibles auxiliares de la sensualidad, con acolchados y todo. A esto siguió otro extremo: el sincorpiñismo, más práctico todavía en estos parajes de calores excesivos.
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