Mucho se ha escrito sobre la historia de las misiones de evangelización, pero desde una visión muy subjetiva. Por eso es interesante la perspectiva más alejada de un escritor contemporáneo. Es el caso de Pierre-Antoine Fabre, historiador francés, quien estuvo en el Paraguay días pasados para dictar dos conferencias sobre temas referentes a la historia de las misiones de evangelización americana. Fabre, específicamente, se especializó en la historia de la Compañía de Jesús en todos sus aspectos, “muy diversos”, como la diplomacia, política, arte, vida espiritualidad, enseñanza y ciencia. “Empecé trabajando con la historia del arte, la espiritualidad, de los siglos XVI y XVII. Esta compañía era como un observatorio de la actividad humana que me parecía realmente extraordinario”, comenta.
Destaca que, aunque la orden nació tardíamente en la historia de la Iglesia, desarrolló rápidamente —unos 30 o 40 años— una actividad multiforme, mientras que otras órdenes más antiguas tuvieron una historia mucho más larga, dividida y fragmentada. “Los jesuitas, desde el principio, fueron más centralizados, organizados, burocratizados; así que permitían una mirada panóptica sobre la época moderna”, refiere.
El hecho es que la historia de las misiones se impuso, en el sentido de que era la justificación de la fundación de esa orden en 1540. “Fue fundada para las misiones. Ese era su destino, en un momento en el cual Europa estaba fragmentada por la Reforma y Contrarreforma, y lo que la Iglesia católica perdía de esta unidad se tenía que reconquistar con una universalidad en las misiones extranjeras”, resalta. Es decir, tenían que expandirse. Fue un impulso muy fuerte de toda la Compañía de Jesús, para dar a la Iglesia la amplitud que en Europa había perdido definitivamente. “Por eso, este rápido desarrollo me parecía un terreno de trabajo indispensable”, agrega.
Además, a mediados de los años 90, toda una generación de historiadores independientes, quienes no estaban involucrados con las instituciones de la Iglesia, comenzaron a interesarse en este tema, porque los archivos se habían abierto al público y los institutos religiosos no contaban con los historiadores que tenían antes para seguir esta historia. “Fue así que, en aquel momento, toda una tradición de trabajo nació en Francia e Italia; en España menos, porque quedó más rezagada por el periodo franquista, que fue congelador de la historia”, detalla.
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Para Francia e Italia, era un momento muy activo y estaban interesados en mancomunar esfuerzos para tener una visión general sobre las misiones; en particular, las jesuitas, desde el Japón hasta el Paraguay, pasando por África y la India. “La matriz conceptual del trabajo fue pensar al mismo tiempo este mundo, que por primera vez parecía estar unificado con los grandes descubrimientos desde América, de este mundo que alcanzaba su final, porque se estaba cerrando y, al mismo tiempo, nos dábamos cuenta de que este mundo único —que la Iglesia trataba de mantener bajo su influencia— se estaba configurando en una multiplicidad de mundos, porque, en realidad, la Iglesia romana no manejaba la totalidad de esta historia”, explica.
Por una parte, la Compañía de Jesús estaba centralizada en Italia, pero, por otra, con unas redes de poder que estaban muy lejos de Roma; por ejemplo, la ciudad de México, para gestionar las Filipinas, o en India, para gestionar Etiopía y Angola. Así que, tenían un mundo pluralizado en sus núcleos de unidad político-religiosa. “Esto me interesó mucho, porque tengo la impresión de que ahora estamos en una mundialización aparente, pero que, en realidad, encubre una inmensa diversidad de relaciones y visiones de mundos en los que la mundialización no deja nunca de ser criticada y discutida”, detalla. Afirma que ese es su punto, porque un historiador siempre tiene su visión que toca su propio mundo; escribe siempre la historia de su propio mundo y no la del pasado. Trata de tener la distancia, para que no se mezclen los dos puntos de vista. “Esa era mi preocupación. Siempre me ocupé más de estudiar la relación entre los dos espacios de misiones que especializarme en una zona”, enfatiza.
Fabre admite que lo que más le interesa es cómo se escribe o se escribieron esas historias en los siglos XVI y XVII, y cómo lo hicieron en el XIX. En particular, el hecho de que, al final de este siglo, el general de la orden en Roma trata de lograr una historia universal de la Compañía de Jesús escrita en Roma, como se escribía en el siglo XVII, pero era muy difícil porque hasta en esa época costaba centralizar la historia de su propia orden. “Lo cual es muy notable”.
Pero a finales del siglo XIX, los historiadores rechazan que la escritura de la historia del mundo se centralice en Roma. Ese fue el tema sobre el cual habló en su conferencia: cómo centralizar la historia de la Compañía de Jesús en América, emancipar la historia jesuítica. Considera que lo más interesante es cómo estas emancipaciones historiográficas se dan, al mismo tiempo, que las de las naciones americanas. Los jesuitas, para restablecerse, tuvieron que americanizarse en el sentido de su producción historiográfica. “Esta fue la línea de mi conferencia en el Archivo Nacional: ‘Por qué escribir o reescribir hoy en día la historia de las misiones de evangelización americana (siglos XVI-XIX)’, con el doble significado, cómo se reescribe en el siglo XIX y como yo, a principios del siglo XXI, sigo pensando en esta historia y cómo escribirla de una nueva forma”, señala.
Fabre confiesa que le impresiona mucho que actualmente hay una historia muy poco internacionalizada, mientras que a principios del siglo XX hasta había necesidad de producir una historia americana que implicaba una internacionalización. “De hecho, hay grandes historiadores americanos que escriben al mismo tiempo sobre Chile, Colombia, Paraguay, de la zona rioplatense, pero después, progresivamente, esta historia se fue nacionalizando mucho”, refiere y agrega que, por ejemplo, es muy raro que en un congreso en Lima se hable de otra cosa que no sea de los jesuitas en Perú. “Es un espacio historiográfico que se cerró, que me parece una lástima, pero yo tengo la ventaja de tener una visión a distancia, objetiva de los contextos. Es mi manera de trabajar”, concluye.
El historiador también habló sobre Misioneros y Antropólogos: destinos cruzados (siglos XVI-XXI), en la Alianza Francesa.
Hoja de ruta
Nacido el 27 de junio de 1957, en Francia, Pierre Antoine Fabre centra su trabajo en la historia del primer siglo de la Compañía de Jesús (1540-1640). Entre sus publicaciones se destacan: El sistema devocional de la Iglesia católica en el periodo de las reformas y La historia de las misiones de evangelización. Fabre es director de Estudios en la Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales. Desde el 2005 hasta el 2014 dirigió el Centro de Antropología Religiosa Europea. Desde el 2015 ha sido director adjunto del Centro de Estudios en Ciencias Sociales de los Religiosos y está a cargo de la presidencia de EHESS para el Campus Condorcet. En el 2015 fundó y preside, con José Eduardo Franco, la Sociedad Internacional de Estudios Jesuitas. Fue director de la revista Archives for Social Sciences of Religions del 2009 al 2017, y es miembro de los consejos editoriales de Cristianesimo Nella Storia (Brescia, Italia) y Revista de Historia (Santiago, Chile). Dirige, desde el 2013, un programa de investigación sobre la supresión y restauración de la Compañía de Jesús (1773-1814), en la Escuela Francesa de Roma.
Fotos: ABC Color/Javier Cristaldo/Archivo.
