Polí, el malquerido

Un personaje cuyo nombre es muy mentado, pero poco estudiado en nuestra historia es Policarpo Patiño, célebre fiel de fechos de la dictadura francista durante varios años de la primera mitad del siglo XIX.

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Policarpo Patiño, hombre de regular cultura y holgada posición económica, fue uno de los eficientes servidores del Estado desde los primeros años de la Independencia nacional.

Si bien es difícil precisar su lugar y fecha de nacimiento, sí podemos afirmar que fue una persona de una sólida formación cultural, y demostró con su actuación una suficiencia y eficiencia que le hicieron merecedor de ir ocupando diversos cargos de responsabilidad, especialmente en la zona de San Pedro de Ycuamandyyú.

Efectivamente, hacia 1813, Policarpo Patiño se encontraba en San Pedro de Ycuamandyyú, donde se dedicaba a la explotación y comercialización de la yerba mate, además del transporte por vía fluvial, porque era propietario de una embarcación destinada a estos menesteres, haciendo constantes viajes entre San Pedro de Ycuamandyyú y Asunción.

Además de estas actividades privadas, era funcionario del Estado como receptor del derecho de alcabala y de derechos destinados a los gastos militares.

Meteórico ascenso y algunos tropiezos

Su capacidad y buena actuación llamaron la atención de sus superiores, quienes —tal vez por propia orden del dictador— lo convocaron a Asunción, donde le dieron tareas de cierta consideración y, hacia 1819, ya se le puede ver designado tasador de bienes rematables.

Buen conocedor de cuestiones jurídicas, incursionó en estas lides, ganándose una buena clientela, trabajando como abogado o procurador. Pero de carácter orgulloso y alzado, no podía sustraerse de meterse en algunos problemas, los que, inclusive, hicieron que fuera a parar con sus huesos en la cárcel.

En efecto, el 7 de diciembre de 1820, fue recluido en un calabozo, acusado de haber participado en un hecho de sangre, en algún suceso de pendencia en una pulpería asunceña, al parecer, complicado con un esclavo llamado Julián Marín. Unos meses después, Patiño salió en libertad, según se puede colegir de un acta de visitas a presos por autoridades de la época.

Poco tiempo después, su nombre ya figuraba en unas acciones relacionadas con el doctor Rodríguez de Francia.

Su buena posición económica era notoria, a juzgar por la documentación existente, en la que se consigna que, entre 1822 y 1828, había adquirido varias propiedades, como campos en Pirayú, comprados de doña María Rita Fariña, don Juan Pablo Patiño y María Josefa Ocampo, y en Asunción, numerosas propiedades en la zona de Tuyucuá y otros lugares, como Lambaré, así como la que servía como su residencia, sobre la calle Iturbe (en el antiguo barrio antaño conocido como San Francisco Tuyá), cuyo pórtico aún podía verse en las primeras décadas del siglo pasado. Su ubicación estaba, como dijimos, sobre la calle Iturbe, entre las actuales calles Eligio Ayala y Mariscal Estigarribia.

Brazo derecho del dictador

Responsable, eficiente, cumplidor, además de poseedor de una buena caligrafía, los expedientes por él redactados y despachados llamaron la atención del doctor Rodríguez de Francia, a tal punto que fue designado secretario personal del dictador, con el título de fiel de fechos, cargo que asumió el 21 de setiembre de 1825, sustituyendo a Mateo Fleitas —otras fuentes dicen que a Bernardino Villamayor—. Hasta entonces realizaba tareas de "papelista" y contador en oficinas gubernamentales, además de trabajos de abogado o procurador.

Según refiere Francisco Wisner von Morgenstern, en junio de 1827, el dictador Rodríguez de Francia resolvió "que todos los asuntos concernientes al ramo de Gobierno fueran atendidos por don Juan P. Martínez, con el título de ministro; y con el mismo título nombró a don Juan Manuel Álvarez, para atender los asuntos de Hacienda; nombrando también secretario general del dictador, a don Policarpo Patiño, quien figuraba antes como secretario de Gobierno".

"De los funcionarios públicos que más confianza él tenía —dice Wisner von Morgenstern— era a su secretario, don Policarpo Patiño, y quien le servía con señalada sumisión, siendo este el trasmisor de la mayor parte de las órdenes que dictaba y con este mismo, prescindiendo muchas veces de los ministros, mandaba redactar y firmar bandos para hacer conocer sus disposiciones".

Fuerte con los débiles

Policarpo Patiño fue un leal colaborador del dictador Rodríguez de Francia, a quien sirvió eficientemente, pero con una abyección y sumisión hasta despreciables. En otras palabras, un temperamento cobarde, indigno de un hombre de su nivel cultural.

Era muy prepotente ante el resto de los ciudadanos de su época. El dictador lo eligió como escribiente suyo, teniendo en cuenta su eficiencia y su clara caligrafía. Su talento fue reconocido por el gobernante y rápidamente fue escalando rangos. En 1824, fue designado asistente de Tesorería nacional y, posteriormente, secretario de Rodríguez de Francia y fiel de fechos.

Permaneció en el puesto hasta el fallecimiento del dictador en 1840. Era Patiño el que concedía audiencias, transcribía documentos, visitaba cárceles y consultaba con el Dr. Rodríguez de Francia sobre asuntos de rutina.

Hacia los finales de la vida del dictador, y presumiblemente con su conocimiento, Patiño comenzó a firmar algunos documentos oficiales en los que figuraba la firma del mismo doctor Rodríguez de Francia. Componiendo y, muchas veces, anunciando personalmente las decisiones francistas, decretos y órdenes, él llegó a ser el foco del odio popular.

A la muerte del dictador y considerándose a sí mismo el legítimo heredero, trató de forjar una alianza con los oficiales de las guarniciones de Asunción, quienes no tomaron en cuenta ninguna de sus odiosas propuestas. En pocas horas, el alcalde Manuel Antonio Ortiz junto con los jefes de guarniciones anunciaron a Patiño la formación de nueva Junta, en la cual él tendría insignificante papel.

Caída y muerte

Luego del fallecimiento de Rodríguez de Francia, la Junta de militares, conformada para interinar el gobierno, conservó en su cargo de fiel de fechos a Policarpo Patiño y fue nombrado como secretario de la Junta. Pero Patiño, conocedor de los manejos de la administración estatal, se mostraba impertinente y trataba de imponer su voluntad al presidente y los miembros de la Junta.

Convencido de su omnipotente situación, una de las primeras medidas arbitrarias que tomó fue mandar remachar una barra de grillos al anciano exiliado caudillo oriental José Gervasio Artigas, por lo cual fue sustituido en el cargo de fiel de fechos por Juan Antonio Zalduondo.

Zalduondo, cansado de las presiones a las que era sometido por Patiño, por medio de intrigas, consiguió que fuera alejado de toda tarea administrativa por medio de una sorpresiva destitución y,  acusado con cargos de desfalco público, fue remitido a prisión.

El 30 de septiembre de 1840, "sorprendiéndole con cuatro granaderos en su oficina, encerrándole, con grillos en el Cuartel del Colegio". Temeroso, Patiño, del castigo y acaso perseguido por los remordimientos, dice Blas Garay, el 1 de octubre de 1840, "puso fin a su vida ahorcándose con el cabestro de su hamaca".

Como se había suicidado, no fue admitido en ninguna iglesia —donde eran enterrados los difuntos— y fue sepultado en el patio de su antigua casa.

Inventario de sus bienes

Sus cuantiosos bienes fueron embargados por el Gobierno, previo inventario: campos, propiedades, casas, esclavos, expedientes judiciales de clientes y una nutrida biblioteca, en la que figuraban libros de importantes autores como el Vocabulario, de Nebrija; Teatro crítico universal, de Benito Feijoo; Los eruditos a la violeta, de José Vázquez; Fábulas, de Esopo; Diccionario crítico burlesco, De Arte Rectórica, de Josepho Juvencio; Gramática de la lengua francesa, de José Núñez Prado; varias obras en latín de Cicerón; un manuscrito de Descripciones y descubrimiento del Río de la Plata, Compendio de historia universal, Pintura histórica, de Anquentil; Espectáculo de la naturaleza, del abate M. Pluche, en 16 tomos; Pharmacopea matrisensis, libros de anatomía y cirugía, El arte de la lengua guaraní y Vocabulario de la lengua guaraní, de Ruiz de Montoya; Explicación del libro 4° y 5° del arte nuevo de gramática, de Jerónimo Martínez Caro y Cejudo; Recopilación de leyes de los Reynos de Indias, De las Leyes de Recopilación, Política indiana, Institutionum Imperialium Real Ordenanza de Justiniani, Máximas, Curia Filípica, Discursos Jurídicos, Práctica criminal y instrucción de sustanciar las causas, Consultas y resoluciones, Instrucción de escribanos, de Juan Nicolás Colón, entre otros.

Poseía, Patiño, numerosos libros sobre cuestiones religiosas católicas: Práctica del Confesionario, de Jaime Corella; Teología universal, en latín, de Pablo Miguel Antoine; El sacramento y ecuménico concilio de Trento, de Ignacio López Ayala; Prontuario de la teología moral de Francisco Larraga, etc., además de libros de matemáticas, física, historia, sumando en total unos 600 volúmenes.   
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