Rockstar a los 76

Se acostumbró a que le miren “como bicho raro” cada vez que va a los conciertos, con su bastón o del brazo de alguien, y lo normal es que piensen que alguien llevó a su abuela. Recién en el centro del escenario, y cuando se apagan las luces, Catunga muestra a la interminable rockstar que vive en ella hace 76 años.

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Catunga, desde lejos, parece una abuelita amorosa y apacible y, de hecho, lo es la mayor parte del tiempo, hasta que la música entra en acción: le gusta el rock, la música que despierta los sentidos, esa que “nunca pasa de moda”, como ella misma dice. Su nombre es Catalina Pereira Aranda, pero le gusta que le llamen por su nombre artístico y planea rockear hasta donde lleguen sus fuerzas.

Es que la música forma parte de su vida desde temprana edad. Su padre fue concertista, profesor de música y le enseñó a ejecutar el acordeón cuando solo tenía 10 años. Este instrumento fue su primera gran pasión y pensaba que toda la vida se dedicaría solo a este, pero por insistencia de su padre fue conociendo más y más modalidades, y se enamoró completamente de la música.

En 1978 formó parte de un grupo transgresor para la época: Estrellas Femeninas, la primera banda de rock conformada íntegramente por mujeres en nuestro país. “Nos llevaban por todos lados. Eran tiempos muy felices”, recuerda.

Pero ese mismo grupo con el que tantas alegrías obtuvo fue la causa por la cual perdió una beca en el Conservatorio Nacional de Música, ya que en esa época no estaba permitido integrar ningún grupo durante la carrera. “Fue una beca que me costó muchísimo conseguir. Desde mi llegada al conservatorio recibí un trato incómodo. Me miraban mal por ser mujer, me hacían practicar con los principiantes y el instructor de la época, al ver que estaba muy avanzada, me dejaba a cargo de mis compañeros y él salía a pasear. Recién con la llegada de otro maestro pude pasar al nivel que me correspondía”.

Pero nada bastó para que Catunga pudiera conservar su beca. Había ido a tocar a una fiesta de cumpleaños con su grupo, necesitaba ganar dinero para solventar sus gastos, pero tuvo tanta mala fortuna que una de las invitadas era la directora del conservatorio. No hubo vuelta atrás y perdió la oportunidad de formarse profesionalmente.

Sin embargo, esto no hizo que Catunga se alejara de la música. Volcó todas sus energías en el grupo y dio clases particulares, algo que continúa haciendo hasta ahora. “Ayudé a la formación de varios músicos en nuestro país. Me apasiona enseñar y transmitir todo lo que se puede sentir con la música”, comenta.

Tras la disolución de Estrellas Femeninas, ella y otras amigas más decidieron crear otro grupo: California Superstar. De sus inicios pasaron 40 años y sigue vigente. El pasado 15 de diciembre fueron el grupo más aplaudido durante un concierto realizado en el centro cultural alternativo La Chispa, en el centro histórico de Asunción. En ese evento –Chernobyl Fest– compartieron escenario con grupos como Eeeks y el DJ Roberto Rasmussen.

Mirando en perspectiva, Catunga se siente contenta, feliz por todo lo que vivió y sigue viviendo. A sus 76 años todavía hace planes a largo plazo, como la realización de un corto documental con Revolber, el legendario grupo de rock local. “Me enamoré muchísimas veces, pero me casé con la música y me hace muy feliz. Me llevó a conocer varios países y muchísima gente”, dice con toda la buena energía que la distingue.

California Superstar cambió de integrantes muchas veces. A medida que las integrantes se casaban y tenían hijos, asumían responsabilidades diferentes que hacían que la música quedara de lado. Pero a Catunga nunca le pasó. Sigue fiel a su guitarra.

No todo en su vida fue fácil. En su adolescencia, sus padres le mandaron a vivir con unos parientes para que pudiera estudiar, pero estos no le dejaban practicar su música, así que se fue a vivir con otra familia que, a pesar de no tener vínculo sanguíneo, la apoyaba.

Actualmente, como casi a lo largo de toda su vida, da clases de guitarra y batería a chicos y grandes en San Lorenzo, donde reside con una familia que la “adoptó”. Para sus conciertos lleva su bastón, porque ya no puede caminar muy bien sola, pero lo imprescindible es su chaqueta de cuero y su dije de guitarra eléctrica que “no vendería por nada del mundo”, dice con su típica risa.

Agradecimientos especiales: Milena Coral, La Chispa. Asunción Underground (Gral. Díaz 389 c/ Alberdi).

mbareiro@abc.com.py • Fotos ABC Color/Silvio Rojas/Gentileza.

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