Scheller, Memoria de un olvido se denomina la muestra sobre el artista alemán Wolf Scheller, con la cual se abrió nuevamente al público el Museo de Bellas Artes, luego de unos meses de restauración, y que permite reconocer, además de su trayectoria, su labor artística como pintor, grabador y retratista, y su activo protagonismo en la vida cultural en Paraguay, en los años posteriores a la Guerra contra la Triple Alianza.
La exposición, declarada de interés cultural por la Secretaría Nacional de Cultura, cuenta con más de 20 piezas en total —algunos son trabajos inéditos— de las cuales 13 son óleos de diferentes épocas, además de varios bocetos, dibujos y acuarelas; entre ellas, la donada por Karamegua –baúl que se colocaba frente a la cama–.
El Ing. Luis Fernando Fiore, propietario de Karamegua antigüedades, organizador de la exposición, estuvo seis años tras los rastros del artista. “Lo único que se sabía de él es que llegó al Paraguay en 1880, luego de la Guerra de la contra la Triple Alianza; que realizó estudios de dibujo en la Escuela de Artes de Hamburgo, su ciudad natal, en el año 1873, y que contrajo nupcias con la alemana Ana Elena Margarita Zillich, con quien tuvo tres hijos”, refiere.
Entre los siglos XIX y XX, a través del óleo y la acuarela, Scheller plasmó los pintorescos paisajes del Paraguay, como también de otros países de Sudamérica y Europa. “Las únicas conocidas son Paisaje de San Bernardino, parte de la colección Juan Silvano Godoi, y otra que desapareció, que fueran donadas al Museo de Bellas Artes, y otras dos —Paisajes de Asunción y Lavanderas— adquiridas por el Club Centenario hace unos 20 años”, cuenta.
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El 3 de junio, el Ing. Fiore donó la pintura Rueda de agua, de Wolf Scheller, para integrar el acervo del Museo Nacional de Bellas Artes, donde se mantendrá en exposición permanente, para cumplir una promesa hecha a la nieta del artista. Revela que lo motivó el amor por el arte paraguayo y la recuperación histórica, porque considera que la cultura debe ser para todos, no solo para una élite. “La ciudadanía tiene derecho a conocer y disfrutar de esta pieza de Scheller y a conocerlo. Quiero aportar mi granito de arena para que las cosas vayan mejorando, que contemos con museos más lindos. Me horroriza cuando le pregunto a un estudiante universitario quién es Pablo Alborno y no sabe. Tenemos que comenzar de nuestras raíces para poder hablar de lo nuevo, que también son muy buenos, pero considero loable recordar a estos maestros de nuestros artistas contemporáneos porque fueron sus precursores y los han ayudado crecer”, reflexiona.
Fiore recalca que se debe aportar aún más a la cultura paraguaya y que realiza este tipo de actividades por sus hijos, nietos y por el Paraguay. “Cada uno tiene su forma de manifestarse y esta es la mía. Como dijo el papa Francisco, es mi forma de ‘hacer lío’”.
Revela que su interés por las obras de Scheller se produjo luego de la lectura de Los 33 nombres de las artes visuales del Paraguay, de Josefina Plá, y del libro del crítico Carlos Centurión, Historia de la cultura del Paraguay. “En la obra de Plá figuran los nombres de los primeros clásicos y, entre ellos, Scheller. Entonces decidió ir tras sus huellas hasta encontrarlo, como anteriormente lo había hecho con Guido Boggiani y otros artistas.
Luego de seis años de investigación, Fiore descubrió que entre 1901 y 1902 Scheller había retornado a Hamburgo, Alemania, de donde era oriundo. Después vino a la Argentina y se instaló en Corrientes. Allí, Scheller, quien era retratista, con un compatriota suyo aprendió la técnica fotográfica y juntos abrieron un estudio por unos años hasta que el artista decidió independizarse. “Posteriormente, se asentó con su familia en Goya, donde abrió el Estudio Scheller y se dedicó por completo a la fotografía, que en esa época empezaba a tomar auge”.
Inquieto, pronto Scheller dejó el oficio y se dedicó a la enseñanza en un colegio secundario. Tiempo después falleció, sin haber retornado a nuestro país. Artista completo, Scheller también se dedicó a la escritura, compuso piezas de teatro; también fue uno de los primeros pobladores de San Bernardino, según consigna Josefina Plá en su obra Historia y Catálogo del Museo de Bellas Artes (1975).
Luego de la investigación de Fiore, hoy el pintor tiene un rostro, pues gracias a la familia del artista consiguió su fotografía original, dado que hasta hoy nadie sabía cómo era. “Ahora lo podrán hacer y conocer más acerca de su obra”.
Enfatiza en que esta donación y exposición son un voto de confianza al Gobierno porque anhela que se trabaje más por la cultura, y recalca su gran deseo de que se conozca más a los grandes maestros. De igual modo, expresa su reconocimiento tanto a los coleccionistas privados, que invirtieron para que muchas obras permanecieran en nuestro país, como a los restauradores Juan José Schmeda y Rubén Sotelo, gracias a cuya labor se logró la recuperación y certificado de muchas obras inéditas de Guillermo da Re, Guido Boggiani y Saturio Ríos. “También deseo agradecer a muchísima gente que me ha apoyado moralmente, como el embajador de Alemania, el Dr. Claude Robert Ellner; quien, para exponer la primera obra de Scheller que recuperé, Indio pescando, me ofreció su residencia en el Día de la Unidad Alemana; además, manifiesto mi gratitud especial a mis padres, el Dr. Manuel Fiore y la Lic. Silvia de Fiore; gracias a ellos soy lo que soy; a mi esposa, Gloria Pavón, y a mis hijos, Fabrizzio y Fiorella, por el aguante, así como el apoyo de todos los amigos. Y esto no termina aquí; habrá más sorpresas”, concluye. Y por el bien de nuestra cultura, ojalá se cumpla.
Identikit
El Ing. Luis Fiore nació en Asunción en 1970. Es un reconocido recuperador de objetos históricos por más de veinte años. Y desde unos quince años es el responsable de Karamegua antigüedades, un anticuario que provee a coleccionistas locales y museos de piezas con valor histórico y cultural incalculable.
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