La Cumparsita y su centenario

El próximo miércoles se cumplirá un siglo desde que, el 19 de abril de 1917, en el hoy desaparecido Café de La Giralda, en Montevideo, la orquesta de Roberto Firpo presentó el tango La Cumparsita. Compuesto por Gerardo Matos Rodríguez, conserva el brío bárbaro de su tensión nerviosa. Este es el año de su centenario.

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El más famoso y universal de los tangos, creación febril e inquieta de un joven estudiante de arquitectura uruguayo, celebra su primer centenario de vida. Y Uruguay ha considerado imprescindible su conmemoración. La ley 19464 declara el 2017 como el año del centenario de La Cumparsita, el «emblemático tango creado por el autor uruguayo Gerardo Matos Rodríguez» al alcanzarse «los cien años de su estreno en el Bar La Giralda de Montevideo, el 19 de abril de 1917».

Ante el centenario del «tango de los tangos», ¿cuál fue el recorrido de esta formidable composición de un joven uruguayo de diecinueve años que no provenía del «sórdido barrial» sino de la juventud dorada de aquel Uruguay de principios del siglo XX? ¿Cómo se explica que el tango más famoso del mundo haya nacido sin letra? ¿Cuál fue su derrotero desde aquel 19 de abril de 1917? ¿Qué misterio oculta su melodía, que sirvió para musicalizar centenares de recordadas películas del cine mundial? ¿Por qué Uruguay en 1998 la declaró formalmente por ley como su himno popular y cultural?

La Cumparsita se inscribe en un momento muy particular de la historia del tango. Hasta 1917, este género no tenía letra, era casi instrumental y se bailaba en arrabales y prostíbulos, en los que hombres y mujeres desafiaban a la sociedad de la época. Era un tango condenado por la Iglesia y prohibido por la moral de entonces. Con Mi noche triste, estrenado y grabado por Carlos Gardel en 1917, nace el tango cantado, el que reúne todos los atributos estéticos para independizarse de las canciones populares del siglo XIX. Así, el tango abandona su origen prostibulario, comienza a multiplicarse en bares y cafés urbanos y es aceptado por la sociedad en su conjunto.

Es en ese contexto y en esa frontera temporal que se compone La Cumparsita, sin letra (por deseo expreso de su autor), simplemente como tango instrumental. Hasta mediados de 1920 fue un tango postergado por las grandes orquestas de entonces, que escoltaban el apogeo del tango-canción. Pero en 1924 los argentinos Contursi y Maroni, sin la autorización de Matos Rodríguez, le incorporaron unos versos a la composición original y la rebautizaron con el título de Si supieras, comenzándola a cantar Carlos Gardel con un éxito garantizado desde el vamos. Esto desencadenó un juicio entre estos artistas que se prolongó por casi veinticinco años, resolviéndose en 1948 (ya fallecido Matos Rodríguez) a través de un laudo de la Sociedad Argentina de Autores y Compositores de Música, presidida por el maestro uruguayo Francisco Canaro. Este laudo resolvió cuestiones referentes a porcentajes por derechos de autor, derechos fotomecánicos (edición de discos) e inclusión en películas.

Resuelta esta controversia, La Cumparsita continuó transitando su camino inexorable de gloria alcanzando plena difusión en todos los rincones del mundo. Francisco Canaro explica la versatilidad musical de este tango por el hecho de que la universalidad es su elemento más importante: «La Cumparsita tiene la particular virtud de que la estructura de su música se presta maravillosamente a ser enriquecida por orquestas de mayor vuelo; todo le viene bien a La Cumparsita: armonías para violines, variaciones de bandoneones y otros importantes instrumentos, además de otros atrayentes efectos musicales, que los orquestadores y directores aprovechan hábilmente para lucimiento de su respectivo conjunto». Y agrega Canaro: «Cada director de orquesta típica tiene su propio arreglo, su versión personal del celebrado tango. Y, orgullosamente, está persuadido de que su autorizada interpretación de La Cumparsita es la mejor que existe».

Ello explica la cantidad de versiones a través de las cuales fue siendo «enriquecida» a lo largo de estos cien años. Todos los grandes la ejecutaron y la «versionaron»: Carlo Di Sarli, Juan D’Arienzo, Osvaldo Pugliese, Francisco Canaro, Aníbal Troilo, Roberto Firpo, Mariano Mores y hasta el propio Astor Piazzolla, quien, a pesar de su dura crítica a su melodía, le consagró una innovadora y contemporánea adaptación.

La Cumparsita en 1998 fue declarada por el Parlamento uruguayo como «Himno Cultural y Popular de la República Oriental del Uruguay» (Ley Nº 16905), atributo que exhibe con particular orgullo todo el pueblo uruguayo, que siempre sintió la necesidad de reivindicar este patrimonio cultural. Asimismo, en 2009 La Cumparsita fue incorporada por la Unesco a la Lista Representativa del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad, por iniciativa conjunta de los Gobiernos de Uruguay y Argentina, sintetizando en este hecho un símbolo de fraternidad entre las dos cunas del tango.

A cien años de su estreno en Montevideo, el Uruguay celebra el centenario del himno de los tangos, una obra única que posee la peculiar condición de recrearse permanentemente en una suerte de simbiosis, conforme a la personalidad musical de su intérprete. Y en esa celebración abraza a Gerardo Matos Rodríguez, aquel joven estudiante de arquitectura uruguayo que confiaba a su círculo más íntimo: «Creo que nunca pude hacer otro tango igual.... este encierra un mundo de ilusiones y de tristezas, de sueños y de nostalgias, que solo se viven a los veinte años».

fjperazza@gmail.com

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