Tortugas en el gótico

Animales, demonios, fabulosas criaturas aladas, grotescas quimeras retorcidas, grifos y pétreos monstruos mitológicos de toda laya, las gárgolas empezaron a aparecer en el siglo XII en las iglesias de orden gótico del Viejo Mundo. En nuestro continente tienen fama las raras variedades que pueblan la catedral neogótica de Quito. En ella las ha visto, y desde ella nos lo cuenta, el escritor Miguel Méndez.

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Leyendo estaba a Foucault cuando me enteré de que el gótico, además de ser tantas cosas al mismo tiempo, también es el primer estilo artístico cuya irrupción en la arquitectura supone –como en la pintura los cuadros del Giotto– la emergencia de la locura. Que con el gótico la locura emerge en su relato, su cuerpo, su geografía lo prueba –decía el francés– el surgimiento de iconografías como las representadas por las gárgolas, seres de otro mundo, de otra dimensión, dimensión desconocida para el ser humano, seres que desatan en un primer momento el miedo por su novedad pero que luego se tornan amigos del paisaje en esta corriente artística, el gótico. Corriente en la cual tanto caben las gárgolas como los vampiros de la literatura gótica y la música del denominado rock gótico inglés (The Cure, The Missión, etcétera, hasta Rockbitch, aquel extraño grupo de mujeres que en los años 90 del siglo pasado realizaba orgías en el escenario durante sus conciertos góticos). Un amigo entonces me envío un artículo sobre el gótico y el arte sacro en Paraguay, una amiga me urgió a levantar a Youtube un compacto suyo que en la tapa tenía la imagen de una gárgola de la iglesia de Notre Dame, y sentí por un momento que el arte gótico me llamaba, que tenía algo que decir, un mensaje que entregarme… 

Fue entonces cuando visité la Basílica del Voto Popular de Quito, en Ecuador, buscando saber qué me tenía para decirme esa obra de arte, qué figuras ocultas y oscuras guardaría en sus elevaciones, cómo se representaría en ella la locura, esa otra dimensión que está más allá de lo comprensible para la mayoría de los mortales. Revisé rápidamente los datos de la basílica en Wikipedia: «Edificio religioso de estilo neogótico del centro histórico de la ciudad… Por sus dimensiones y estilo está considerado como el templo neogótico más… Se ubica en el sector conocido como… surgió de la idea de construir un monumento como recuerdo de la consagración de la República al Sagrado… planteada por el padre Julio Matovelle, diputado de la… construida por el francés Emilio Tarlier, que ya había tenido experiencia en construcciones similares en España, Francia e… inspirado en la catedral parisina de Notre Dame, hizo los planos entre 1890 y 18…». 

Me llegué hasta la basílica y, luego de observar y fotografiar detenidamente su fachada, me dirigí con ansia a uno de sus costados en busca de gárgolas espeluznantes que desafiaran mi cordura; ni siquiera halagué su arco, tan famoso, que busca perderse en lo alto, sino que fui apuradamente a buscar qué tipo de seres extraños deparaban los techos de esta reliquia y, no sin asombro, me encontré con… tortugas.

En la mitología china, las tortugas, además de representar la longevidad, son depositarias de una gran sabiduría, y en su caparazón, cuentan los sabios, guardan el mapa del universo. Quien sepa leer el caparazón de una tortuga develará los invisibles caminos del todo. «Dicen que sobre el caparazón de una está asentada la tierra, que nuestro planeta gira sobre una tortuga, dicen…», me comentó una turista polaca al lado mientras las observaba en las alturas de la basílica.

La verdad es que me acerqué a este estilo artístico en pos de lo oculto, lo reprimido, los monstruos que suele albergar el subconsciente y me encontré con estos seres maravillosos. Recordé que hay muchas personas que sueñan con tortugas y me pregunté: ¿existen otros casos de edificios góticos en el mundo que alberguen tortugas? No supe responderme, por lo cual lo consideré un aporte ecuatoriano a este estilo artístico tantas veces relacionado con lo oscuro; puede que me equivoque, puede que no… Por su parte, la tortuga, aunque infrecuente en el gótico, ciertamente es un animal que puebla el subconsciente de algunos; ¿habrá sido la que llevó a él la luz? No lo puedo saber; el arte, la naturaleza, el subconsciente y sus redes divergen y convergen en ese gran libro que es la vida, mientras este bello animalito con su sola existencia nos habla tal vez, sólo tal vez, de otro ritmo posible para vivir; ¿quizá uno más lento? Quizá...

Terminé mi tour por la basílica y la arquitectura gótica con la extraña sensación de haber visto tortugas volando…

miguelmendezpereira1975@gmail.com

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