Los impuestos son una verdadera carga y ¡qué carga! en países como Paraguay. Cuestiones básicas como la contraprestación y la rendición de cuentas están fuera del debate público y desde luego fuera del interés de los gobernantes. Los impuestos son un peso sobre cada persona en cualquier lugar. Y no depende dicho peso únicamente del Producto Interno Bruto (PIB) como es usual decir y terminar en la conocida fórmula referida a la cantidad de dinero recaudado en comparación con el PIB. Hay más tela que cortar. También existen elementos que hacen que el peso de los tributos sea todavía más que el conocido 15% que se dice tiene Paraguay. ¡Es más! Porque se debe adicionar el gasto despilfarrador, corrupto y sin contraprestación y rendición de cuentas. Un Estado como el que hoy tenemos se va entrometiendo cada vez más en la economía privada absorbiendo recursos del sector privado. Son nuestros mismos gobernantes los que frenan el crecimiento y la misma distribución de la riqueza. Un ejemplo: Hoy el gasto excede a recaudaciones y será financiado con deudas, si es que descontamos en base a la buena fe que ya existe cierta emisión monetaria. Pero, ese exceso de gasto así como la deuda, siempre y finalmente será solventado con más impuestos en el corto o mediano plazo, en una unidad de tiempo supeditada a que se siga en lo mismo: seguir gastando y despilfarrando. Estamos cediendo no solo contra el sistema impositivo en general sino también se está dando tregua a la mala representación política que dispone de los recursos tributarios.
Descomposición institucional impositiva
En efecto, los recientes hechos acaecidos en la comuna asuncena que dio lugar a la afortunada renuncia del intendente Mario Ferreiro muestran la descomposición institucional a la que han caído órganos de representación popular, en este caso la Intendencia como la Junta Municipal. Nadie o muy pocos están a salvo de la corrupción. La “caja paralela” en el municipio es testimonio de que los contribuyentes son usados y abusados por sus representantes puesto que ni en lo más mínimo calles, plazas, parques y recolección de basuras forman parte de servicios básicos a percibir en relación a un presupuesto municipal que, por cierto, crece sin control alguno y anualmente, a lo que se agrega que para pagar “salarios” (gastos corrientes) solo basta con emitir bonos a cargo de los contribuyentes. A nadie parece interesarle que estos bonos no son más que forma de robo, cuando que el remanente de egresos ni tan siquiera se usa en concepto de mejoras, inversiones con calidad. El problema aquí es la representación, porque los que dicen servir a la gente finalmente terminan en constituirse en una nueva clase, una suerte de nueva monarquía, tan detestable, ineficiente y corrupta como las de antaño. No debería sorprendernos entonces que la misma política se haya convertido en espacio de poder al que ingresan los peores al ruedo político.
Estamos deslizándonos hacia una democracia caracterizada por obsecuentes en la que campea el populismo y la demagogia, donde todo se puede conseguir con tal de contar con el número suficiente de votos; las mayorías que a tambor batiente son capaces de permear a su antojo el presupuesto público para que otros se encarguen de pagar con su dinero y trabajo lo que aquella “mayoría” decidió “democráticamente”. La verdad es que ese tipo de democracia no es tal, al menos en su verdadera acepción entendida como liberal y republicana. Desde luego que a la nueva clase le conviene seguir viviendo a costa de los demás, siendo esta forma de pensar y hacer un retroceso que no es gratis. En el pasado fue reprochable que la muchedumbre exaltada en las plazas hiciera suyo el poder del gobierno para violar derechos de los demás, en la actualidad no es diferente a lo que se hace en las municipalidades del país cuando los verdaderos dueños del dinero que aportan no reciben ni contraprestación ni rendición de cuentas por sus eventuales administradores.
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Esta equivocada manera de hacer valer la representación popular hace prevalecer la sociedad del privilegio, lo que da lugar a la construcción de una nueva forma de autoritarismo, esto es, todo aquel que se oponga a la nueva clase de políticos y burócratas terminará siendo el enemigo del sistema y por tanto radiado y vilipendiado. Y de esto mucha culpa tienen los partidos políticos que no han sabido contrarrestar el populismo y la obsecuencia servil sino que alientan la mediocridad porque saben que es la mejor forma de mantener el statu quo dominante. Lo que se ve en la Comuna de Asunción (como también en el Estado central) es apenas muestra de lo que también ocurre en otros municipios. Las “roscas” se han apoderado de órganos de representación ciudadana y todavía más, como la lealtad hacia el mantenimiento de privilegios es la nota dominante pues el resultado seguirá siendo el mismo como ahora y peor.
El resultado es la absoluta ineficiencia y corrupción sumado a la mediocridad en la que los peores gobiernan viviendo a costa de los contribuyentes que, por cierto, empiezan a formar filas desde los primeros días del nuevo año para cumplir con el mantenimiento y fortalecimiento de la deplorable descomposición impositiva que castiga a los que pagan sus impuestos sin que a éstos nadie los represente.
(*) Economista y Abogado. Decano de Currículum UniNorte.
