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Paraguay, segundo más corrupto en Sudamérica después de Venezuela, dio a conocer esta semana el índice de percepción de la corrupción difundido en Berlín, Alemania, por la organización no gubernamental (ONG) germana Transparencia Internacional (TI).

Refiere que comparando los datos de 2018 con los del año pasado, la corrupción pública tiende a empeorar en nuestro país. En 2018, las instituciones estatales y los políticos locales estuvieron en el puesto 132 de un total de 180 países analizados por la citada entidad. El año pasado bajaron al puesto 137. En el 2017 Paraguay se ubicó en el lugar 135 y en 2016 en el 123, según TI.

La escala de medición establece una puntuación de 0 a 100, en la que cero es la mayor percepción de corrupción y cien la menor, pero con base en esta puntuación dispone el puesto que ocupa cada país del total evaluado. Por esta razón, Paraguay en 2019 tuvo 28 puntos y su ubicación es 137 de un total de 180 países.

Esta percepción tan lapidaria que nos ofrece el referido informe se observa a diario en nuestro país, en hechos concretos de corrupción que dimensionan el alto nivel imperante en el país, como la reciente escandalosa fuga o “liberación” de nada menos que unos 75 reos de los más peligrosos, recluidos en la penitenciaría de Pedro Juan Caballero, departamento de Amambay.

En contrapartida, el informe de TI a nivel mundial destaca a Nueva Zelanda y Dinamarca, con puntuación igual de 87, en el primer lugar como países con menor (o casi nula) corrupción.

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La coordinadora regional para las Américas de TI, Teresita Chávez, lamentó en una entrevista concedida a la agencia Efe que América Latina lleve cuatro años “atascada”, sin mejoras. “Esto demuestra que la región fracasa en la lucha contra la corrupción”, argumentó la experta, que relacionó esta lacra con las protestas en Chile y Panamá.

A su juicio, la región latinoamericana arrastra “retos significativos de líderes políticos que actúan en sus propios intereses a expensas de los ciudadanos” e hizo hincapié en los problemas del financiamiento partidario, las consultas públicas de la acción de Gobierno y la integridad electoral. La corrupción, agregó, acaba “desgastando” a la democracia.