Funcionarios de alto nivel proponiendo lo mismo...

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Para evitar un escenario peor, se debe contar con un plan ambicioso, de corto, mediano y largo plazo, una reforma del Estado  que transforme la economía.
Para evitar un escenario peor, se debe contar con un plan ambicioso, de corto, mediano y largo plazo, una reforma del Estado que transforme la economía.Archivo, ABC Color

Si se parte del hecho cierto que en el Equipo Económico junto con Hacienda y el Banco Central del Paraguay (BCP) se cuenta con funcionarios formados en centros de altos estudios, resulta llamativo que a los mismos se les haya ocurrido sugerir al presidente de la República un plan de reactivación –que no es tal– sin propuestas liberalizadoras de las fuerzas del mercado.

Se sabe fuera de toda duda razonable que el motor del crecimiento y de la reactivación está en medidas que incentiven la iniciativa, la creatividad, el ahorro, la inversión y el trabajo del sector privado y más aún en épocas de recesión.

Esta situación se debe a que esos funcionarios de calidad involucrados en el campo de las políticas económicas probablemente le acercaron al primer mandatario las sugerencias correctas pero las mismas fueron desechadas. Prevaleció el interés de la política partidaria que desecha los efectos positivos a mediano y a largo plazo para abocarse al cortoplacismo. Y el segundo motivo podría estar en que casi todos los funcionarios de alta preparación con los que se rodea el presidente siguen enceguecidos por el pensamiento del neokeynesianismo, explicación ésta última de la que ya me explayé en otra ocasión en este espacio.

Por fortuna para los países pobres o emergentes como Paraguay, a la fecha, contamos con algo que es gratis y se llama experiencia internacional. De lo que sucedió y sucede en otros lugares del mundo basta con hurgar con detenimiento. De ahí que supeditar la reactivación en endeudamientos en un país de escaso nivel de capitalización como el nuestro es lo mismo que creer que “el dinero se cae de los árboles” (expresión entrecomillada que la expresé en mi libro Gobierno, Justicia y Libre mercado publicado hace más de una década)

Todo lo que viene ocurriendo desde el gobierno resulta llamativo. Poco aspiracional y sin un sentido de propósitos, parece indicar que se está en un escenario no tan complicado. Se prefiere lo poco antes que lo mucho, lo de siempre antes de mirar hacia adelante. Además, cuanto más en este momento la ciudadanía espera un ambiente de certidumbre y más aún en la presente situación de recesión, ocurre que el gobierno ahora empieza a debilitarse. Y su debilitamiento no se debe precisamente a que la ciudadanía e incluso la oposición le haya puesto contra la pared.

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Es el propio gobierno el que se empieza a mostrar debilitado, endémico, por obra y gracia de su misma gestión y alicaída exposición pública. Lo que ocurre con las compras de insumos y otros que ya no cierran al menos en el sentido de ofrecer confianza, presupuesto fundamental para acometer con fuerza las diversas medidas de políticas públicas. La incertidumbre es el peor aliado en cualquier economía.

El gobierno tenía y me animo a decir que todavía tiene la oportunidad de llevar a la práctica un posicionamiento estratégico diferente para no tener que llevarse consigo al abismo a todo el país. Pero para ello debe mostrar dos cosas. Actitud; el suficiente temperamento, fuerza frente a lo que ocurre. Y aptitud; la habilidad suficiente para hacer lo que propone. Le podrá o no salir lo que expresa pero al menos habrá dado un paso hacia adelante y no como ahora que de haber empezado bien empieza a retroceder.

Para evitar un escenario peor el Ejecutivo debe contar con un plan ambicioso, de corto, mediano y largo plazo que transforme la economía, lo que hoy se tiene. Pero no solo presentar sino también comunicar, porque este también es otro problema que no resuelve el gobierno. Y como no tiene idea desde luego no puede comunicar más que lo de siempre, el desgastado discurso de decir que “lo haremos juntos” hasta que solo resta rezar, como no hace mucho manifestó el primer mandatario.

El Ejecutivo cuenta con funcionarios de alto nivel, muy capaz en política económica, a los que tiene que dar lugar y no haciéndole caso a los vetustos y declarados agentes del statu quo. A estos últimos, los políticos y burócratas del pasado, no les conviene un nuevo país, un Paraguay moderno en donde se respete al contribuyente y se garantice el trabajo, la seguridad jurídica, la propiedad privada y al emprendedor.

Ahora mismo la gente en la calle busca afanosamente llevar el pan a sus hogares y no se trata sólo de Asunción, de la zona Central y de las principales cabeceras departamentales. Se trata de aquellas ciudades, pueblos y compañías más lejanas de los centros urbanos cuyos habitantes sus actividades de producción, servicios y comercialización están siendo lenta pero decididamente mermadas en sus movimientos e ingresos.

La población que hoy se debate en la orfandad y que está perdiendo sus únicos sustentos de vida se quejan de la corrupción y tienen razón. Esa corrupción que les roba parte de sus trabajos es un mal a ser extirpado. Al respecto, supongo que los técnicos con los que cuenta le dirán al presidente de la República que la corrupción proviene del abuso del poder público para obtener ventajas ilegítimas cuyas consecuencias son la riqueza mal habida, la ignorancia, la pobreza y el desempleo en cualquier lugar del mundo.

Sin embargo, hay otra parte que se merece decir y que el primer mandatario no solo debe saber sino estar convencido. La corrupción no es una causa. Es una consecuencia del estatismo galopante que se sigue alimentando en Paraguay y que promueve perversos incentivos para que los gobernantes, tanto los electos como los administrativos, tengan la oportunidad para alzarse con fortunas de dinero que del sector gubernamental emerge, que originan riquezas mal habidas y se dilapidan sin que el contribuyente reciba la debida contraprestación. La tarea del gobierno, si en verdad es del pueblo y para el pueblo, consiste en desmantelar a ese Estado cada vez más endeudado, inútil y caro para la gente.

(*) Decano de Currículum UniNorte. Autor de los libros “Gobierno, justicia y libre mercado”: “Cartas sobre el liberalismo”; “La acreditación universitaria en Paraguay, sus defectos y virtudes” y otros como el recientemente publicado “Ensayos sobre la Libertad y la República”.