120 = 6(10) + 6(10)
Si a modo de ejemplo, el Estado arremete con impuestos sean “directos o indirectos” del 50%, se supone que el empresario lo recargará al consumidor, por tanto quedaría así:
120 = 4(15) + 4(15)
Lo que implica que dada la restricción presupuestal del consumidor, este deberá reducir su consumo de 6 unidades a 4 de cada bien.
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Por eso se considera que una empresa se enfrenta a una curva de demanda dada y si pretende transferir el costo del impuesto al consumidor se chocará con la subjetividad de este. Caso contrario ninguna empresa correría riesgos de quebrar, pues sería demasiado fácil simplemente incrementar el precio en base a los costes. En el mundo real las empresas deben hacer cálculos económicos a precios de mercado sometidos a la soberanía del consumidor.
Por tanto, la curva de demanda de una empresa tiene pendiente negativa y un impuesto necesariamente eleva el costo marginal de la empresa, como vemos en el gráfico de la derecha.
Con el impuesto, la curva de costo marginal pasa a costo marginal. Si repasa el impuesto al precio, este se elevará a P' y la demanda disminuirá a Q'.
Pero cada bien reacciona distinto ante una variación de precios debido a la elasticidad precio de la oferta y la demanda, que explica la sensibilidad de la cantidad demandada u ofertada ante una variación del precio. Eso le da el carácter clandestino al IVA, pues en algunos podrá ser recargado y en otros no y requeriría un análisis individual de cada mercado lo cual es imposible. Por tanto, en términos agregados se representan los efectos visibles de un impuesto en el siguiente gráfico: el impuesto es un coste adicional para los agentes y disminuye la cantidad transada de Q a Q'. Donde P es el precio de mercado, Po el precio que recibirá el oferente y Pd el precio que pagará el consumidor.
La diferencia P-Po es la parte de los ingresos del oferente destinados al Estado y la diferencia entre P-Pd es el excedente del consumidor que pasa al Estado. Y la pérdida de eficiencia de la economía son las zonas C y E, que figuran en el gráfico de abajo.
Si el mercado tiene esta configuración que aparece en la misma figura, una demanda inelástica y una oferta elástica, aquí la mayor parte del impuesto (P – Pd) paga la demanda.
Pero si se presenta del modo que se observa en la gráfica de abajo, lado derecho, una oferta inelástica y una demanda elástica, vemos que el peso del impuesto (P – Po) recae en la oferta.
Para el consumidor, el dinero es un medio para un fin, pero ese medio le permite acceder a innumerables fines, por ello la demanda tenderá a ser elástica en la mayoría de los bienes. La oferta carece de tal flexibilidad pues el dinero es su fin, y los medios que utiliza están dados por inversiones de capital fijo y operativo. Si una empresa produce Q, los impuestos obligan a reducir su producción a Q', deberá readaptar su instalación o quedará ociosa, lo que implican costes. Por ello, la oferta tiende a ser inelástica y entonces absorbe la mayor parte del impuesto, no siempre, ni en todos los casos, pero sí en términos “agregados”. Concluyendo, tanto los impuestos directos como indirectos serán siempre una transferencia de riqueza hacia el Estado y una pérdida de eficiencia de la economía. Y el gobierno pondrá creativos nombres a sus impuestos, pero no sabe, no puede saber y ni le interesa saber, quién pagará los impuestos, su objetivo es recaudar. Y el IVA, por su naturaleza oculta y clandestina, genera efectos de mala asignación en el camino, ya que afecta de manera distinta a la estructura de costes de empresas con oferta más inelástica, que cargan con el mayor peso del impuesto. Mientras los consumidores, empresarios y sindicatos se culpan mutuamente por el aumento de precios, el gobierno puede preservar su elevada pureza moral y denunciar a todos por “causar inflación” y a su vez acusar inequidad del sistema tributario y sus miembros seguirán pidiendo más transferencias en detrimento de la eficiencia económica.
(*) Economista y docente.
