Cuando la macroeconomía privilegia al Estado dañando la función empresarial

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Víctor Pavón (*)
Víctor Pavón (*)Archivo, ABC Color

La incertidumbre es la ausencia de certeza y forma parte de la naturaleza humana. El futuro es incierto y el ser humano fue buscando en su largo devenir un ambiente de previsibilidad ante los peligros con los que se enfrentaba.

La naturaleza, el clima y el hecho mismo de tener que convivir con sus semejantes en una sociedad cada vez más compleja y no solo por el aumento demográfico sino porque los temas se volvieron cada vez más complicados, hizo que las reglas expuestas en normativas fueran mejores que los caprichos de los que tenían el poder.

Con el tiempo muchas de las que llamamos instituciones en el sentido de reglas de juego consensuadas nos fueron favoreciendo a todos, de una u otra manera. No fue suficiente sobrevivir sino que había que progresar. En la economía como también en otros sectores como la política entendida como el modo de organizar la sociedad para evitar el desorden y las injusticias, la certidumbre es vital para concitar el proceso de colaboración entre los seres humanos.

De hecho en el presente sabemos que las reglas de juego en su carácter institucional hacen posible que las personas hagan uso eficiente de los factores de producción. El capital requiere del ahorro previo y este de un ambiente político y económico que lo incentive.

Esta sencilla secuencia permitió el surgimiento de la era liberal en el siglo XVII que como nunca antes en la historia de la humanidad logró la redención de los pobres. El programa liberal que no es más que el de libertad política y económica en realidad es indivisible y no una forma de compartimiento estanco como algunos creen y lo quieren llevar a cabo. De ahí que la idea de que la libertad política –elegir a las autoridades, limitar el poder con rendición de cuentas de los gobernantes etc.– pueda darse sin libertad económica es una de las más grandes falacias, una tontería sin sentido alguno.

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Era de libertad

Todavía más, el avance de las libertades civiles en cuanto a manifestaciones, huelgas, elecciones libres e incluso desde luego la misma prensa libre, todos ellos son el efecto de la libertad económica. Y esto es así porque si los individuos no poseen propiedad privada y no pueden colaborar con los demás para crear y comercializar más bienes y servicios dispuestos para que el consumidor decida comprar o no comprar, pues aquellas libertades políticas no hubieran sucedido y ocurrido no se hubieran mantenido en el tiempo.

Si el ser humano no hubiera tenido la posibilidad de comprar y vender en el mercado tal como ocurrió desde los albores de la civilización y se fue perfeccionado con el tiempo ese sencillo proceso, entonces todavía estaríamos en la esclavitud o dirigidos por castas privilegiadas, ya sea por algunos que decían tenían origen divino o porque pertenecían a los grupos de más fuerza bruta.

Esta citada secuencia tiene como propósito exponer acerca de cómo fuimos avanzando hasta que lamentablemente algunas ideas emanadas por ciertos intelectuales y llevados a cabo por ciertos dirigentes con apetencias de poder desmedido, empezaron a cambiar nuevamente lo que se venía logrando. Hacia comienzos del siglo XX se inició una embestida intelectual primero y luego política para convertir al poder desde el Estado y sus gobiernos en la nueva deidad.

Los detractores

Decían que la libertad económica y política de la era del liberalismo clásico había fracasado cuando que fueron sus detractores, los colectivistas de antaño y de hoy, son los que no cesan en desacreditarla y destruirla. Fue así que especialmente los llamados liberales del continente europeo inclinados al colectivismo socialista no tardaron en mostrarse como los futuros verdugos de la libertad y la propiedad.

Fueron los que empezaron a poner en duda que la libertad económica resultaba fundamental; decían que no lo era tanto y que había que establecer un nuevo orden con procedimientos que vinieran de arriba para abajo, desde el poder hacia el pueblo, y no de éste –el pueblo– hacia el poder: había nacido el coletivismo en sus diversas facetas, cuyo objetivo fue alzar en un pedestal al Estado.

No tuvieron escrúpulo alguno. Se robaron incluso la palabra liberal y la volvieron de izquierda, mimetizada de social estatismo y lograron que la economía ya no sea la acción humana de individuos que colaboran entre sí sino que agregaron lo que hoy se llama macroeconomía, donde los medios de pagos, el nivel de precios, el Producto Interno Bruto (PIB), el gasto total, velocidad de circulación y la demanda agregada, todos ellos reemplazaron al individuo y a las empresas.

Así mismo como se lee. Reemplazaron al individuo y a la empresa privada, lo que implica en términos del análisis que el individualismo metodológico debía encontrarse relegado y hasta despreciado por las “nuevas teorías”; en consecuencia, lo que interesa es el interés de la caja fiscal y no el de los bolsillos de la gente.

Función empresarial

Descubrir nuevas oportunidades para lograr objetivos de obtener alguna ganancia o beneficio en la sociedad es natural en el ser humano. No todos desarrollan a magnitud esta función llamada empresarial que, por cierto, no se refiere a una persona determinada (el empresario tal como lo conocemos) sino en el sentido antes expresado. La función empresarial por ende implica una serie de conductas que van de percatarse de la información que provee el mercado hasta otear los precios y costos en la utilización en tiempo de los escasos recursos con los que se dispone en un momento dado. Es aprovechar una demanda insatisfecha para ofrecer un bien o servicio a los demás. Es como la mirada aguda sobre lo que ocurre en el entorno social y que no todos la desarrollan.

El llamado emprendedor es precisamente eso. Tener la iniciativa y desde luego la decisión de arriesgarse haciendo uso de su tiempo y su dinero por obtener un beneficio. Esta ha sido la tarea más benefactora que llevó a cabo el individuo en la sociedad; una tarea, por cierto, desconocida por algunos y odiada por otros.

La función empresarial exige un permanente estar alerta de lo que ocurre para no tener que hacer algo que luego la gente no esté dispuesta a demandar. Si no actúa de ese modo, esto es, pensando y actuando en favor de sus clientes, además de disminuir sus ingresos o utilidades pues también puede incurrir en elevadas pérdidas que terminan incluso en la quiebra.

Fue la función empresarial la redentora de la pobreza y del desempleo, la causa de mejores condiciones de vida en particular de las familias menos pudientes. En el presente, infelizmente la llamada macroeconomía desprovista de este análisis del individualismo metodológico le hace creer a la gente que las causas del desarrollo provienen de la acción intromisoria del Estado cuando que el progreso es el resultado del ahorro, el capital, el trabajo, creatividad e innovación permanente de los individuos.

(*) Catedrático de materias jurídicas y económicas en UniNorte. Autor de los libros “Gobierno, justicia y libre mercado”; “Cartas sobre el liberalismo”; “La acreditación universitaria en Paraguay, sus defectos y virtudes”, y otros como el recientemente publicado “Ensayos sobre la Libertad y la República”.

Capital

El capital requiere en todo sentido del ahorro previo y este a la vez de un ambiente político y económico que lo incentive para desarrollarse.

Redentora

La función empresarial fue la redentora de la pobreza y del desempleo, la causa de mejores condiciones de vida de las familias menos pudientes.