Actitudes, percepciones y visión del mundo: Apuntes de antropología económica paraguaya

¿En qué medida el nivel de desarrollo económico está vinculado con características culturales y antropológicas de la cada vez más diversa sociedad paraguaya? ¿Cuáles han sido los factores históricos que configuraron la forma de “hacer economía”? ¿Si nuestras maneras de responder a los incentivos del mundo material han cambiado antes, cuáles serían las próximas transformaciones culturales que podemos y necesitamos experimentar para asegurar un crecimiento más equilibrado? Explorar las respuestas parece ser el primer paso para comprender, anticipar y corregir las prácticas económicas.

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¿Qué rasgos culturales son favorables a las pautas actuales de crecimiento económico? ¿Cuáles son los valores asociados a la pobreza y a la riqueza que los paraguayos han ido construyendo a lo largo del tiempo? 

La primera constatación es que en los últimos 450 años la sociedad paraguaya en las diferentes épocas ha sido pobre o, en el mejor de los casos precaria.

Fuera de Asunción y su pequeña élite, el resto de la población, eminentemente rural, vivía, o mejor dicho subsistía en condiciones de relativa precariedad, pero sin eventos muy extremos que amenacen seriamente la subsistencia. En efecto, favorecidos por condiciones productivas agrícolas bastante favorables (calidad de suelos, temperatura, precipitaciones, altitud) hicieron posible al menos la satisfacción de las necesidades alimenticias. De allí que los conceptos de mboriahu (pobre) y mboriahu ryguatã (pobre, pero con la panza llena) serían una especie de división social inferior de las personas y familias que vivían en situación de pobreza extrema y pobreza, aunque un detalle no menor es que el concepto de pobreza parece estar tan arraigado, aceptado e integrado como estado, si no natural al menos tolerado, que pierde su significación negativa, en gran parte porque fue un rasgo permanente en casi todo el país, especialmente en las zonas rurales donde se concentraba una gran parte de la población hasta finales del siglo XX.

Cohabitar con la pobreza

Se puede afirmar que la sociedad paraguaya ha cohabitado con la pobreza y la ha integrado. Las tres confrontaciones bélicas de relevancia: Triple Alianza (1865-1870), Chaco (1932-1935) y la Guerra Civil (1947) agregaron y reforzaron los niveles de pobreza, así como una sensación de pérdida y limitación (país chico y sin acceso al mar). En una especie de superposición de capas, los eventos históricos fueron configurando la forma de ver el mundo de los paraguayos que podría resumirse en: comemos y subsistimos, qué más podemos pedir a la vida. Los caminos de la acumulación, de la cultura material, de la riqueza eran lejanos o estaban vedados a un muy alto porcentaje de la población, que era eminentemente rural. La ruralidad, tanto como origen geográfico y sobre todo como modelo mental, sigue pautando la forma de actuar y de percibir el mundo, incluso cuando la población es, al menos geográficamente, eminentemente urbana. 

¿Pero, en qué han afectado o influido estas condiciones en la economía? Principalmente en una muy prolongada desconexión de los “valores”, conceptos y prácticas asociadas a la acumulación, el crecimiento, el progreso, la riqueza y las inversiones, en otras palabras, al capitalismo. Más que por ignorancia, la sociedad paraguaya parece que “no necesitaba” llegar a mayores niveles de cultura material o, dicho de otra forma, las compuertas del progreso habían estado cerradas durante demasiado siglos.

La noción de subsistencia, muy vinculada a la precariedad, exigió una serie diversa y compleja de estrategias económicas que movilizaba a las redes sociales (familia, amigos, instituciones: partido político, iglesia, etc.) para lidiar con las necesidades no alimenticias, como los problemas de salud, pero siempre limitada a los circuitos inferiores y básicos de la economía.

Espíritu capitalista

La muy reducida cantidad de ciudades dinámicas, sedes principales de una economía más compleja y sofisticada, inhibió, privó y retardó el surgimiento del espíritu del capitalismo, es decir de esquemas de producción-comercialización-renta-inversión-expansión, en gran parte por la casi inexistencia de mercado, vinculada a su vez con la muy baja capacidad de compra de la población, como resultado de su pobreza.

Este círculo infernal se mantuvo sin grandes modificaciones hasta finales del siglo XX, cuando las condiciones demográficas, productivas, de infraestructura y sobre todo de conexión a los circuitos económicos superiores y globalizados cambiaron profundamente el perfil de la economía paraguaya, exigiendo a su vez nuevas adaptaciones a la población. 

En los últimos 10 años la economía paraguaya mostró un conjunto de crecimientos, innovaciones, diversificaciones y sofisticación, dando como resultado el crecimiento del producto interno bruto (PIB), el aumento de los ingresos y una reducción muy marcada de la pobreza, especialmente de la extrema, con el consiguiente engrosamiento de la clase media mediante el ascenso social, que se tradujo en un mayor consumo, equipamiento y confort de los hogares.

En un periodo de tiempo relativamente corto, una buena parte de la sociedad paraguaya tuvo acceso a bienes, servicios y experiencias, como por ejemplo, la masificación del turismo, que no conocía o que estaba reservada casi con exclusividad a la élite asuncena. 

El espiral de crecimiento económico, alimentado por el boom de los commodities, fue la oportunidad para la generación de nuevos empleos, iniciativas, emprendimiento en diversos subsectores. El conjunto de cambios económicos fue tan intenso que apenas dio tiempo para que las estructuras sociales, familiares e institucionales se adapten, lo que resultó necesariamente lento y difícil, atendiendo lo arraigado que se encuentran los valores y actitudes frente a la economía (subsistencia) y al futuro (incertidumbre sin margen de acción, pero sin amenazas).

Entonces, ¿cómo hacer frente al nuevo escenario económico, con nuevas demandas de conocimiento, de destrezas, y sobre todo de actitudes hacia el futuro? ¿Están adaptados el conocimiento técnico y, sobre todo, las actitudes y visiones de progreso, a las oportunidades de crecimiento y diversificación que no terminan de multiplicarse? 

Bajo un esquema simplificado podría explicarse la transición de una sociedad precapitalista, pautada por principios, prácticas, actitudes y visiones vinculadas a la subsistencia, en un marco de pobreza endémica y sin necesidades de producción moderna, a una nueva sociedad que experimenta sus primeros pasos en el capitalismo, entendido como el conjunto de nuevas prácticas y valores asociados con la generación de riqueza, ascensión social, consumo, sofisticación y, por vez primera, posibilidades de acumulación capitalista, no ya pautado exclusivamente por la subsistencia, sino por cierta abundancia que hace posible la acumulación y las inversiones. 

Adaptarse y transformarse para aprovechar mejor las oportunidades 

Si durante más de 450 años la mayor parte de la población estuvo configurada por patrones que respondían perfectamente a los requerimientos del ambiente económico y social, que se pueden resumir en una lógica de subsistencia, vale la pena cuestionarse sobre las adaptaciones y transformaciones necesarias para mejorar el desempeño económico, en un escenario cambiado como es el sistema económico mundial de las primeras décadas del siglo XXI. 

La reducción de pobreza y el engrosamiento de la clase media son los primeros resultados de los cambios y avances sociales de la última década.

El incremento en los ingresos permitió vislumbrar otras oportunidades, demostrando la capacidad de aprendizaje como la incorporación de nuevos valores. En un periodo relativamente corto de tiempo, una parte de la población paraguaya, la más expuesta y beneficiada de los cambios, mostró comportamientos económicos que no eran comunes: innovación, creación de empresas, importación de objetos para la prestación de servicios, entre otros.

La intensa exposición a eventos internacionales, mediante la fluidez de las informaciones globales, han permitido que los patrones de administración económica tradicionales se modifiquen y se vuelvan más modernos. 

El escenario productivo requiere mayores niveles de productividad y de eficiencia, lo que implicaría la introducción de una serie de nuevas prácticas y valores asociados a la producción de bienes y servicios. Ya no es posible competir ni por precios ni por calidad con sistemas productivos que no incluyan el uso eficiente del tiempo, la dedicación, el interés por los detalles, el énfasis en la demanda del cliente, entre otros factores que suelen aparecer como “menores” desde la reflexión económica ortodoxa, pero que son signos de adaptación y de comprensión de las nuevas demandas del mercado.

Nueva estructura de edades

El análisis de la nueva estructura de edades es otra forma de comprender los cambios de la sociedad paraguaya. Las proyecciones indican un decrecimiento de la población rural, en casi todos los grupos de edades, mientras que las ciudades son las que capitalizarían estas migraciones internas, así como del crecimiento natural de la población.

Esta suerte de “transición urbana” ya exige una serie de modificaciones de comportamiento, no solamente en términos de qué actividades se realizan en las zonas rurales y las urbanas, sino también en que las ciudades son las primeras puertas a la modernidad y al conjunto de oportunidades que surgen en las actividades comerciales y de servicios. 

El conjunto de actitudes y visiones culturales acerca del progreso y de la riqueza también deben ser planeados. La idea tradicional de que la creación de riqueza solo puede ser conseguida por vías ilegales e incluso delictivas o por el acceso a privilegios, ha justificado, y en algunos casos extremos, la precariedad y la pobreza, como una suerte de designio divino del cual era imposible y hasta innecesario librarse.

Nuevo formato del progreso

El nuevo formato del progreso individual o empresarial debería ser considerado como una ecuación resultante de la sumatoria de esfuerzos cotidianos y sistemáticos, con alguna dosis de innovación, pero por sobre todo con una fina capacidad de auscultar el mercado para identificar necesidades y tendencias siempre cambiantes. 

Las oportunidades actuales de crecimiento y diversificación económica requieren no solamente de capital financiero y de condiciones de estabilidad macroeconómicas, también se precisan nuevos esquemas mentales, que se traduzcan en prácticas concretas, guiadas por principios de crecimiento, acumulación y expansión. 

Aunque la naturaleza provea una gran cantidad de recursos que han sostenido y perimido la subsistencia durante varios siglos, las condiciones del contexto económico como demográfico actuales requieren algo más que la influencia climática o la inexistencia de amenazas para generar crecimiento. 

Incorporar algunas de las prácticas y visiones de las sociedades que “tienen invierno” (ahorro, previsión, proyección, anticipación) puede ser una alternativa, o una necesidad para volver más predecible y diversa a la economía paraguaya. 

El clima y la historia influyen pero no determinan la conducta ni las visiones de las sociedades. Los diferentes grupos humanos disponen de las herramientas necesarias para trascender cualquier determinismo ambiental o histórico.

- La reducción de la pobreza y el engrosamiento de la clase media son los primeros resultados de los cambios y avances sociales de la última década. El incremento en los ingresos permitió vislumbrar otras oportunidades, demostrando la capacidad de aprendizaje como la incorporación de nuevos valores.

- El incremento de ingresos permitió vislumbrar otras oportunidades, demostrando la capacidad de aprendizaje como incorporación de nuevos valores, con comportamientos económicos que no eran comunes, tales como la innovación, creación de empresas, etc.

- Hoy, el escenario productivo requiere de mayores niveles de productividad y eficiencia, lo que implicaría introducción de nuevas prácticas y valores asociados a la generación de bienes y servicios. Ya no es posible competir ni por precios ni por calidad, con sistemas productivos que no incluyan eficiencia.

Crece

La economía paraguaya mostró un conjunto de crecimientos, innovaciones, diversificaciones y sofisticación, en los últimos 10 años.

Ocasión

Oportunidades de expansión precisan de nuevos esquemas mentales que se traduzcan en prácticas concretas y principios de crecimiento.

Pobres

En los últimos 450 años, la sociedad paraguaya y en las diferentes épocas ha sido pobre o, en el mejor de los casos precaria.

Clima

El clima es un elemento relevante de prácticas culturales y económicas. Si bien la historia y el clima influyen, no determinan la conducta.

Innovar

Formato del progreso individual o empresarial debería ser considerado como una sumatoria de esfuerzos cotidianos y sistemáticos, y dosis de innovación.

Visión

Incorporar prácticas y visiones de las sociedades que “tienen invierno” (ahorro, previsión, proyección, anticipación) puede ser una alternativa.

Histórico

Los diferentes grupos humanos disponen de las herramientas necesarias para trascender cualquier determinismo ambiental o histórico.

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