La estructura demográfica de un país, sobre todo en el caso paraguayo, constituye su primera política implícita. La estructura de edades, es decir, la cantidad de población y de sus características, representa la primera señal para reflexionar sobre las necesidades, potencialidades, vocación y proyección de una sociedad y de su crecimiento económico.
La población paraguaya se ha caracterizado hasta hace 20 años por poseer una base de pirámide considerable y una cúspide reducida, con una gran población infantil y una reducida colectividad adulta mayor. Desde las políticas públicas esto significó una mayor presión hacia los servicios de salud y educación, centrada en la población infantil y un esquema de protección social, especialmente jubilación, debido a la baja cantidad de personas con más de 65 años de edad.
Sin embargo, la estructura de edades de la población paraguaya contemporánea presenta nuevas características, especialmente un achicamiento de la base de la pirámide de edades, menos participación de niños, y un ensanchamiento en la cúspide, mayor porcentaje de adultos mayores.
En 1950 solo el 2,8% de la población tenía más de 65 años, pasando luego a 6,9% en 2020 y para el año 2030 se espera que llegue al 8,6%.
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Esto obliga a reflexionar primero e intervenir luego para administrar y mejorar la protección social a mediano y largo plazo.
Aunque no existe una tradición de planificación ni anticipación, la situación de extrema gravedad de las finanzas públicas, específicamente en cuanto al crecimiento insostenible del gasto estatal para pagar a los jubilados del futuro próximo, no porque estos crezcan en número, sino porque su estructura es ineficiente, como por ejemplo, el caso reciente de los médicos.
Los países desarrollados han logrado el crecimiento económico cuando su estructura de población era mayoritariamente joven, como la de Europa de la posguerra, permitiendo diseñar un sistema jubilatorio ordenado.
En el caso de Paraguay, la aceleración del crecimiento socioeconómico ha comenzado con el bono demográfico, es decir, con un porcentaje elevado de población joven, y aún tiene otros veinte años más, hasta que su crecimiento poblacional sea completo.
Cabe resaltar que el aprovechamiento del bono demográfico representa una gran oportunidad para nuestro país, que consiste en que la población en edad potencialmente activa para generar ingresos enfrenta una carga menor en términos de transferencias de fondos hacia la población dependiente. Por ende, resulta clave promover las condiciones para que este segmento, mayoritariamente joven, alcance mayores niveles de ingresos gracias a un aumento de su productividad.
Resumiendo, los países desarrollados han logrado el crecimiento económico cuando sus poblaciones eran más jóvenes, mientras que Paraguay corre el riesgo de no llegar a desarrollarse lo suficiente económicamente, antes de que su población sea vieja.
Esta situación exige una serie de medidas estratégicas anticipatorias, debido a que la masa de trabajadores debería aportar en condiciones apropiadas para asegurar la sostenibilidad económica y social de todo el sistema.
Aunque necesariamente impopulares, las medidas de prolongación de años de aporte y de jubilación son aspectos fundamentales para asegurar la viabilidad financiera de la Caja Fiscal. Existe una escasa cobertura y formalización de los trabajadores y, en consecuencia, una baja cantidad de aportantes, que debilita aún más el sistema de protección social.