Inestabilidad bolivariana vs. estabilidad de la economía paraguaya (parte I)

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Las variables macroeconómicas de los países bolivarianos (Venezuela, Ecuador, Bolivia, Argentina como principales exponentes) o donde se practica la economía etiquetada como del socialismo del siglo XXI se caracterizan por su alta inestabilidad: altos niveles de inflación o pérdida de poder adquisitivo de los consumidores “bolivarianos”, pérdida de competitividad de las empresas “bolivarianas”, depreciación aguda de la moneda nacional de los mencionados países bolivarianos respecto al dólar americano y, por consiguiente, un clima de inseguridad para las inversiones extranjeras y nacionales “bolivarianas” y de permanente fuga de capitales, lo que agrava aún más la situación económica de los mencionados países del bloque bolivariano. Mientras la economía paraguaya, a pesar de una clase política todavía en deuda con su pueblo, ha mantenido niveles aceptables de inflación, dólar estable, déficits públicos moderados y un volumen de reservas internacionales realmente envidiable.

El error

¿Qué hace bien Paraguay? ¿Y qué no hacen bien las economías del llamado socialismo del siglo XXI?

El error en los gobiernos “bolivarianos” está en las medidas populistas, de corto plazo e ineficientes que adoptan. Medidas de corte “keynesiano” de incrementos salariales irresponsables e irreales para congraciarse con la clase trabajadora sin tener en cuenta que salarios altos irreales son sinónimo de mayor desempleo en el medio plazo, ya que las empresas no pueden trabajar a pérdidas. Medidas mal llamadas de tipo keynesiano de cavar un pozo para volver a rellenarlo y pretender con eso incrementar el nivel de empleo. Medidas proteccionistas que se adoptan en el sentido de obstaculizar las importaciones en detrimento de países como Paraguay, no respetando las reglas de libre comercio establecidas en el Mercosur (de donde paradójicamente nos suspendieron hasta la asunción de un nuevo gobierno electo). Medidas populistas de gravar o imponer más impuestos sobre algunos sectores clave de la economía (como sucede en Argentina con los agroexportadores). Entonces, todas esas medidas provocan pérdida de competitividad de esas economías “bolivarianas”, desequilibrios comerciales, tipo de cambio inestable, altos déficits públicos teniendo que meter mano en los bancos centrales “bolivarianos” inclusive para pagar esas deudas y esos desequilibrios, haciendo que las reservas internacionales de los bancos centrales “bolivarianos” no sean suficientes para garantizar tipo de cambio estable, precios estables como sí lo hace el BCP. Nuestra economía es más pequeña, pero más ordenada y estable.

Conclusión

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En conclusión, no tenemos nada bueno que aprender ni imitar de estas economías de Chávez, Kirchner y compañía, y menos aún recibir consejos ni imposiciones. Este no es el modelo a seguir, el modelo “bolivariano” o modelo del socialismo del siglo XXI como noblemente se lo etiqueta en las universidades, que utiliza interesantes teorías o supuestos de Marx y Keynes para tratar de lograr una economía más justa, pero que en la práctica es utópica, impracticable y cortoplacista/inflacionaria (caso de ideas keynesianas) y menos con semejantes ejecutores populistas como Chávez, Kirchner o Evo Morales. Tampoco caer en un falso chauvinismo que está todo bien aquí en Paraguay. Como lo dijo el nuevo ministro de Hacienda, hay que dar prioridad a los sectores más carenciados y seguir con algunos planes de asistencia social que inició Lugo (destinados a la salud pública, la atención del niño, la tercera edad, etc.) de manera a resolver nuestro eterno problema de la pobreza y desigualdad de la riqueza. Pero reitero, con el “modelo paraguayo” que con sus virtudes y defectos nos brinda mayor estabilidad que la de estos países cuyos gobiernos ahora pretenden obligarnos a tomar el modelo equivocado.

El país. La economía paraguaya ha mantenido niveles aceptables de inflación, dólar estable, déficits públicos moderados y envidiables reservas.

Nulo. Nada bueno que aprender ni imitar de Chávez, Kirchner y compañía, y menos aún recibir consejos ni imposiciones.

(*) Licenciado en Ciencias Económicas y Empresariales. Universidad Autónoma de Madrid.