Evaluación inicial: es la que se realiza al comienzo de un curso académico, de una etapa educativa, de la implantación de un programa educativo concreto, entre otros. Consiste en la recogida de datos, tanto de carácter personal como académico en la situación de partida y su finalidad es que el profesor inicie el proceso educativo con un conocimiento real de las características de cada uno de sus estudiantes, lo que debe permitirle diseñar sus estrategias didácticas y acomodar su práctica docente a la realidad del grupo y de sus individualidades. Estas razones hacen que la realización de la evaluación inicial sea fundamental para llevar a cabo un adecuado desarrollo del proceso educativo de cada estudiante. Además, la evaluación inicial se hace necesaria para el comienzo de cualquier cambio educativo, ya que va a servir de referente a la hora de valorar el final de un proceso o de comprobar si los resultados son o no satisfactorios. Para Rosales (1990), la evaluación inicial presenta las siguientes características específicas:
Tiene lugar antes de comenzar el proceso de aprendizaje y determina el grado de preparación del educando para comenzar el nuevo aprendizaje.
Pronosticar, asimismo, dificultades y aciertos previsibles.
Evaluación procesual: en su función formativa consiste en la valoración a través de la recogida continua y sistemática de datos, del funcionamiento de un centro, de un programa educativo, del proceso educativo de un estudiante, entre otros, a lo largo de un período de tiempo prefijado para la consecución de las metas u objetivos propuestos. La evaluación procesual sirve como estrategia de mejora para ajustar y regular sobre la marcha los procesos educativos. Por ello, se relaciona con la evaluación formativa y con la continua, hasta el punto de llegar a identificar a todas ellas como un mismo tipo de evaluación. La evaluación procesual-formativa proporciona datos que deben permitir reorientar, regular, modificar o reforzar el proceso educativo de cada estudiante. Además, permite tomar decisiones de mejora sobre la marcha en beneficio o ayuda de los principales protagonistas: estudiantes y profesores.
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La evaluación formativa puede actuar sobre el sujeto que aprende, poniendo de manifiesto dónde se han producido los errores de aprendizaje, si es que los hay, a fin de poder corregirlos teniendo en cuenta para ello la relación entre una situación de partida (inicial) y una situación de llegada (final). De este modo, se va comprobando de modo sistemático en qué medida se van logrando los objetivos previstos y las competencias básicas establecidas. La evaluación formativa, por otra parte, puede no actuar solamente sobre los estudiantes, sino sobre una determinada clase, institución educativa, los instrumentos y medios utilizados para evaluar e, incluso, sobre el mismo sistema educativo. En cualquier caso, es procesual y continua al permitir un aporte sistemático y continuado de datos (no necesariamente cuantitativos), que además de servir para reorientar los procesos, pueden ser puestos a disposición de la evaluación sumativa en cada caso.
Fuentes: TOBÓN TOBÓN, S. (2010) Formación integral y competencias. Pensamiento complejo, currículo, didáctica y evaluación. Bogotá: Ecoe Ediciones.
