La evaluación inicial, diagnóstica, llamada también la evaluación cero por ser el punto de partida, se sitúa al comienzo del curso y sirve para conocer el estado de la situación escolar y personal de los estudiantes, y poder determinar un adecuado planteamiento de desarrollo curricular personalizado. Su finalidad es doble:
1. Por una parte, conocer a la persona, al estudiante. Se trata de recabar datos acerca de su historial académico, datos de sus capacidades intelectuales, de su grado de madurez, de sus dificultades, y sobre todo de sus posibilidades.
2. Además, la evaluación inicial se plantea como objetivo determinar el nivel de conocimiento que posee el estudiante en las diferentes materias que conforman la etapa educativa en la que se encuentre.
El conocimiento de estos datos permite al docente diseñar el modelo de actuación, acomodando su práctica docente y las estrategias didácticas a la realidad educativa concreta, permite el inicio de los procesos de aprendizaje y de enseñanza con un conocimiento previo adecuado, tanto de las características personales de cada estudiante, como de su nivel de conocimientos en las diversas materias. Para ello es necesario utilizar técnicas e instrumentos de evaluación que permitan conocer cómo son y qué saben los estudiantes, no solo nos interesa saber los aspectos deficitarios, sino también sus puntos fuertes y sus potencialidades.
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Para conocer cómo es cada estudiante, sería muy conveniente utilizar algún instrumento como ficha o cuestionario que proporcionase información suficiente acerca de lo que se quiere conocer de él mediante una exploración en los ámbitos personal, familiar, escolar (capacidades intelectuales, grado de madurez, hábitos de estudio, actitud ante el estudio, nivel de adaptación o integración social, posibles dificultades en asignaturas concretas, etc.).
