La cerámica paraguaya

Las artesanías son, en cierto modo, una imagen del pasado: sus formas, ritmos y procesos, pertenecen a un ámbito incapaz de seguir las aceleraciones crecientes, y sus exigencias tecnológicas cada día más diversificadas y apremiantes.

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Y sin embargo, a través de las artesanías, el hombre hace que la materia prima tome forma diversa y camine hacia la belleza.

El hombre diversifica mediante las máquinas sus posibilidades técnicas, pero los productos son hijos de cien cuerpos y ningún espíritu. El hombre que no reconoce su obra no se reconoce como individuo, se convierte en una máquina. Pero el mundo actual se empeña en negarle el derecho a su obra para convertirlo en una pieza del progreso.

Y el hombre siente nostalgia de ese mundo, que vendió como Esaú su primogenitura, por un plato de lentejas. Y regresa a las artesanías. Cansado de porcelanas elaboradas, cada vez más lejos de la apariencia del barro del cual proceden.

Un cántaro tosco de sordas resonancias, que resuma el agua por sus poros mal cerrados; un tejido de algodón que varía sus aspectos porque la fibra sigue fiel al esquema del telar; una figura de barro poco más tosca en la cual se siente su origen. Cada una de estas cosas son obras de una mano, la expresión de un espíritu, el impulso de una voluntad.

La artesanía es la expresión primaria y pura.

Este regreso a la artesanía se manifiesta en varios planos: primero, es el interés renovado hacia las expresiones del espíritu primario y colectivo, como receptáculo de valores estéticos y sociales, basados en la adquisición de objetos artesanales que enriquecen la vida cotidiana.

Segundo, la multiplicación de artistas que se dedican a la cerámica, cultivándola, de tal manera a hacer un arte más.

En nuestro país se han dado en todos los tiempos manifestaciones artesanales con rasgos de tradición. Y se han dado en el ámbito de la artesanía los dos fenómenos apuntados: el del creciente interés adquisitivo por las artesanías tradicionales y el rescate de valores artesanales a un nivel configurativo, en la obra de ceramistas como Julián de la Herrería  y José L. Parodi.

Los guaraníes poseían, a la llegada del español, sus artesanías. Los españoles trajeron las suyas, al recibir el impacto de la nueva cultura
algunas artesanías autóctonas se desintegraron (por ejemplo la artesanía plumaria). En otros casos, recibieron  el aporte de la nueva técnica; se beneficiaron con las mejoras incluidas.

Principales artesanías desarrolladas durante la Colonia:

Cerámica, base autóctona
Tejido, base autóctona
Cestería, base autóctona
Sombreros, base importada
Encajes y bordados, base importada
Orfebrería, base importada
Mueblería, base importada
Joyería, base importada
Cueros, base importada
Tallas, base importada

La cerámica de los guaraníes podemos clasificarla en:

a) Cacharros destinados a contener líquidos, de diversos tamaños.
b) Objetos destinados a la restringida cocina tribal.
c) Urnas funerarias de diversos tamaños.

No se han hallado vestigios de cerámica lúdica.

CENTROS CERAMÍSTICOS

Se sabe que desde mucho antes de la llegada de los españoles a ciertos lugares, como por ejemplo los alrededores del lago de Ypacaraí, eran preferidos por los indígenas para fabricar objetos de barro; así Itá, Areguá, Tobatí parecen haberlos atraídos por las cualidades especiales de sus arcillas.

Con la instalación de los jesuitas en las orillas del Paraná y Uruguay, surgieron, dentro del siglo XVII, en las reducciones, talleres ceramísticos, creándose centros de esta artesanía, que desaparecieron después de la salida de los padres. En estos talleres se llegaron a fabricar cerámica vidriada, cuyas técnicas persistían aún en tiempos de Francia.

De los centros antes mencionados, sólo Itá sobrevive con las características válidas de una tradición artesanal.

MATERIAS

El barro de Itá es un barro de textura ordinaria, pero se presta para el moldeado y si no lleva detalles finos.

No hay noticia de que las obreras hayan utilizado hasta tiempos muy recientes procedimiento alguno, para mejorar las condiciones o cualidades del barro, porque siempre lo hallaron adecuado a sus exigencias. Satisfechas con el resultado, han trabajado por siglos con este lodo recogiéndolo en lugares también por tradición señalados empíricamente como adecuados para el trabajo.

El barro de Areguá es de grano más fino que el de Itá, que es de un color rojo que varía entre el color cereza y un marrón rojizo, esto es debido al óxido de hierro que forma parte del suelo  y textura más suave, por ser ligeramente más aluminoso; pero aproximadamente del mismo color. El de Tobatí es totalmente blanco y su composición difiere del de las otras dos localidades mencionadas, tiene características del caolín, que podría transformarse en un buen material porcelánico.

El artesano con el correr del tiempo fue combinando sus conocimientos y las nuevas técnicas para lograr mejores resultados en su trabajo.

(Fuente: "La cerámica popular paraguaya", ensayo de Josefina Plá, reproducido por artesvisualespy.blogsport.com)
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