La luz y sus efectos sobre lo que ilumina

Ilumina los objetos y los hace visibles. Pero un objeto no tiene la misma iluminación por todos sus lados, en uno refleja mayor cantidad y en otro refleja menor cantidad; a este efecto en las artes plásticas se le denomina valor.

Al observar un objeto iluminado, se pueden distinguir zonas bien definidas:

a. una zona completamente iluminada (claridad);

b. otra menos iluminada (sombra propia);

c. una sombra que se proyecta.

Este efecto puede ser apreciado fácilmente en la naturaleza cuando el Sol ilumina cualquier objeto. De la misma manera ocurre cuando el Sol ilumina el cuerpo humano; se observa la zona proyectada en el piso, donde se nota una parte más clara y otra más oscura.

Esto nos lleva a señalar que el valor está referido a la luz y a los efectos que produce sobre los objetos y las composiciones. Estos efectos se deben a la dificultad que encuentra la luz natural o artificial de llegar a las distintas partes de un cuerpo, originándose así las sombras.

Al arte de combinar las luces y las sombras, situándolas en el lugar adecuado, se la conoce como claroscuro, fundamental para imitar la realidad en una composición artística.

El valor está dado por el empleo del blanco y del negro; la claridad significará el blanco y la oscuridad significará el negro; las variaciones entre el blanco y el negro serán los grises. El valor es la propiedad que tienen los colores.

El valor se manifiesta en las artes plásticas por luces y sombras; ese efecto se logra con el uso de diferentes tonos de color.

• Si la luz es muy intensa, expresa vitalidad.

• Si la luz es difusa, expresa romanticismo y melancolía.

• Si prevalece la oscuridad, produce temor y dramatismo.

El claroscuro es una técnica de pintura que consiste en el uso de contrastes fuertes entre volúmenes, unos iluminados y otros ensombrecidos, para destacar más efectivamente algunos elementos.

Desarrollada inicialmente por los pintores flamencos e italianos, la técnica alcanzó su madurez en el barroco, en especial con Caravaggio, dando lugar al estilo llamado tenebrismo.

El primer uso conocido del término con este significado se atribuye al grabador italiano Ugo da Carpi, quien habría tomado la idea de composiciones de origen alemán, donde destaca la figura central iluminada por una fuente de luz ausente del plano de los cuadros.

La técnica se impondría también entre los manieristas, siendo ejemplos de este uso la Última Cena de Tintoretto, o en su obra El retrato de dos hombres. Rembrandt, pintor holandés, ha sido uno de los más notables practicantes del claroscuro, utilizando la luz en su composición para destacar solo su objeto específico.

La técnica del claroscuro fue popular entre los grabadores al igual que en pintura, pero caería en desuso durante un largo período. Alcanzó renacida popularidad en el cine de la primera mitad del siglo XX, a través del gusto por las composiciones estructuradas y el maquillaje impactante del expresionismo alemán. El uso del claroscuro en el cine fue un desarrollo original, al que se acudió para solventar las limitaciones técnicas de la película y la falta de sonido, que obligaban a una fuerte estilización visual para compensar.

El traslado de muchos cineastas alemanes a Estados Unidos como consecuencia del auge del nazismo llevaría al desarrollo de un género cinematográfico que aunó las convenciones narrativas de la ficción policial americana con la influencia visual del expresionismo: el film noir, en el cual la pantalla llegaba a tener hasta un 90 % de oscuridad y el objeto era casi invisible.