Recordemos que en el siglo XIX también ya existían las nuevas técnicas industrializadas de producción textil, y la asociación del blanco con la pureza, la inocencia y la virginidad era acorde a los planteamientos victorianos sobre el papel de la mujer en la sociedad.
Pero si nos detuviéramos a precisar cuándo comenzó “la moda” del traje blanco para la novia tal y como concebimos en la actualidad, podríamos decir sin temor a equivocarnos que se remonta a 1558, cuando María Estuardo se casó de blanco con Francisco II. La elección del color no fue para nada casual, ya que este identificaba al ducado de Guisa, estirpe de la cual procede María.
Durante el período de la Edad Media, ni la forma ni los colores de los vestidos tenían demasiada importancia. La novia simplemente llevaba el mejor vestido que la familia podía permitirse y, en ocasiones, heredado, lo que lo convierte en una joya del guardarropa familiar. Los tejidos eran preciosos, de materiales muy diversos como el brocado, damasco, etc. Los colores eran vivos y el rojo era un color muy frecuente.
Entre los años 1900 y 1915, las líneas se vuelven un poco más rectas, y el traje de la novia se ve algo más sencillo y cómodo. Durante los años 20, Coco Chanel, adaptándose a los cambios sociales y en su afán de hacerla sentir a la mujer cómoda, activa, autónoma y libre de los ornamentos que exigía la vestimenta hasta ese momento, propone trajes de novia cortos, por debajo de la rodilla, de líneas sencillas.
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Hacia 1947, el célebre diseñador Cristian Dior marca un punto y aparte en la moda. Era el período de posguerra, de reconstrucción, en el que se buscaba recuperar la sofisticación del siglo pasado con las cinturas muy marcadas y el volumen de las faldas. Es cuando el estilo princesa vuelve con fuerza para quedarse.
Teniendo en cuenta que la década del 70 fue del movimiento hippie, su influencia en la moda de la novias fue sustancial: detalles florales, encajes, escotes en uve, líneas fluidas, con mucha caída.
Hacia 1980 llegan los vestidos de novia con grandes volúmenes, tanto en faldas como en mangas, al estilo Lady Di. De corte princesa, pero exagerados. Muchos diseñadores optan por tejidos blancos brillantes, por lo que se asocia a la idea de “vestido merengue”.
Llegamos a la actualidad y teniendo en cuenta que la celebración de una boda es, en cierta medida, uno de los reflejos de la sociedad y los pensamientos, en pleno siglo XXI, corresponde a la ecología ser protagonista en los enlaces. Los vestidos sostenibles nacen para ayudar a todas las novias a encontrar una forma de innovar y, al mismo tiempo, enviar un mensaje.
Los materiales más utilizados en esta tendencia incluyen los algodones orgánicos, las fibras de bambú, sedas hechas a mano, tejidos artesanales. Otra tendencia muy innovadora es utilizar telas vintage para darle un correcto proceso de restauración a la tela, y así lograr un toque nuevo y fresco.
Finalmente, un vestido de novia no tiene que ser solo una pieza que quede invariable o sea emblemático en el tiempo; los novios pueden darle un sentido completamente diferente a esta celebración, para iniciar una vida llena de propósitos, como por ejemplo un mundo mejor para sus hijos.
Recuerda: “La tierra no es una herencia de nuestros padres, sino un préstamo de nuestros hijos”. Hasta la próxima entrega.
