Dar limosna: la otra cara de la moneda

Vas en colectivo escuchando música, de pronto, volteás la mirada y ves a un niño descalzo con la carita sucia y la ropa desgarrada pidiendo limosna; puede que seas indiferente o trates de ayudarlo. Acerca de estas opciones, nacen varios cuestionamientos y una interrogante: ¿sos parte del problema o de la solución cuando le das tus moneditas?

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Algunas personas creen que dar dinero a los niños que piden limosna es correcto, “total un mil’i no les hace nada”. ¿Pero te pusiste a pensar adónde va a parar tu moneda? Por lo general, los chicos son explotados por sus padres, quienes los castigan si no llevan cierto monto a la casa. Y si estas criaturas logran escapar de esa situación, tal vez se “refugien” en las calles, acudiendo a las drogas para evitar pensar en el hambre.

Quizás nos resulte cómodo darles una monedita a esos niños, pero no significa que sea la única ni la mejor forma de ayudarles. Puede que lo hagamos solo para “acallar nuestra conciencia”. Sin embargo, no vemos el otro lado de la moneda: de esta manera les “perpetuamos” a un estilo de vida, evitando que descubran el potencial que Dios les ha dado, pues, con nuestra supuesta bondad, contribuimos a que ellos piensen que su única opción para salir adelante es mendigar.

Muchos acusan a los padres por su irresponsabilidad, otros prefieren achacar esto al gobierno y, mientras tratamos de hallar culpables, se muere el futuro en nuestras calles. Todos debemos luchar contra esta triste realidad. Si verdaderamente queremos colaborar con ellos, no sigamos dándoles monedas, porque de esta manera los “condenamos” a una vida miserable.

Una manera conveniente de ayudarlos sería que brindemos nuestra colaboración a los grupos sociales, que se encargan de sacarlos de las calles y asistirlos en todo lo que necesitan; de esta forma estaremos contribuyendo responsablemente con nuestro país.

Por Matías Orué (17 años)

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