Picaflor blanco levanta vuelo

Cayim ô Clim significa Picaflor Blanco. Es el nombre de una comunidad Nivaclé que habita el Chaco. A ese árido terreno llegó un grupo de docentes con un sueño: utilizar la educación como herramienta para sacar a los jóvenes nativos de los malos pasos.

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Cayin ô Clim (Picaflor Blanco). Este místico nombre es el que le da identidad a una comunidad integrada por 2000 nativos que pertenecen a la parcialidad Nivaclé. Están ubicados en Boquerón, Chaco Central, en el interior de la Colonia Neuland.

Su comportamiento es muy particular. Uno tendería a pensar de entrada, que al ser nativos, sus jóvenes están aislados de las típicas problemáticas que afectan a la juventud paraguaya, y que quizá, no conozcan la crueldad de la violencia, los enfrentamientos entre pandillas, las complicaciones de las drogas, y el calvario de la prostitución.

Pero esta primera impresión es equivocada. Si bien aún conservan la tradición de vivir apartados, al interior de su comunidad y en su propio territorio, sus adolescentes y jóvenes Cayin ô Clim sienten en carne propia los mismos males que cualquier chico o chica de Paraguay, de cualquier ciudad de cada rincón de nuestro país.

En un escenario en el que la delincuencia es la protagonista, lamentablemente el comportamiento de los más jóvenes de la comunidad se vuelve hostil, y cualquier intento de ingresar al interior de sus corazones, conocer su sentir o sus pensamientos, tiene como respuesta una reticencia natural y una actitud endurecida ante las intenciones de cambio.

Esto se puede comprender si se internaliza el hecho de que por años, encontraron en la agresión el único camino para la supervivencia.

Enfrentándose entre grupos han ganado territorios de dominio dentro de su comunidad y se han sentido poderosos. Algo que, en un ambiente donde la educación, el arte y el deporte están ausentes, se convierte en un gran mérito y les aporta una de las más grandes necesidades que tiene el ser humano sobre la tierra: sentirse parte de un grupo social.

Este fenómeno social, aún con sus resquebrajamientos y remiendos, fue observado por un grupo de docentes con corazones encendidos por pasión y ganas de desarrollar su vocación en condiciones desfavorables.

Contra todo pronóstico sensato, tomaron la decisión de desarraigarse de sus zonas de confort e internarse en el Chaco paraguayo por tiempo indefinido, para sentir en carne propia el diario vivir de los jóvenes Cayim o Clim al interior de su comunidad.

Una vez instalados en el mismo escenario social, no tardaron mucho en percatarse que supondría todo un desafío atravesar la dura membrana de la desconfianza, producida por años de una vida difícil, antecedentes delictivos y denuncias.

Una simple conversación para conocer sobre su vida, recibe en el mejor caso, el silencio como respuesta, y en los momentos más difíciles, una reacción agresiva. Ni hablar de intentos de tomarles fotografías. Rechazan que sus rostros queden inmortalizados en imágenes, porque son conscientes de las denuncias que pesan en su contra, y temen a la Policía.

En esta situación de desconfianza antes de empezar, tuvieron que desenvolverse desde principios de año el profesor Carlos Segovia y su equipo, integrado por su esposa, Norma Rodríguez, los profes Bennie Peters, Eliel Salinas y Pedro Gossen, quienes forman parte de equipo que le dio vida al proyecto LevantArte, consistente en crear un centro de estudios de música, artes plásticas y deportes en la comunidad de los Cayin o Clim, de manera a brindarles un espacio de aprendizaje que vaya más allá de las técnicas, y que represente un espacio de protección y confianza para los chicos que en ese sitio encuentren acogimiento y amor, y actividades que llenen su corazón con los contenidos correctos.

Tras pasar por varios procesos, como presentar el proyecto a los líderes de la comunidad y convencerlos de su importancia, además de contar con el apoyo de los colonos menonitas de la colonia Neuland, quienes, por años, han brindado respaldo a los nativos, los profesores lograron que el proyecto LevantArte se convierta en una realidad.

Las clases comenzaron el 5 de marzo pasado, y se realizan todos los martes después de que los chicos salen de las escuelas donde desarrollan su educación escolar básica, y son de 16:30 a 19:30.

En el salón comedor del que disponen dentro de la comunidad, se desarrollan las clases, que comienzan con una charla motivacional a cargo del profesor Pedro Cossen, para dar paso a las clases de guitarra, a cargo del profesor Carlos Segovia. En este segmento, las clases son muy prácticas y se facilita el aprendizaje, pues adolescentes y jóvenes toman las guitarras en sus manos. Los instrumentos fueron donados por la Cooperativa de la Colonia Neuland.

La segunda clase es la de artes plásticas, donde los chicos aprenden a dibujar y a pintar de la mano del profesor Bennie Peters, colono menonita que viene desde Loma Plata en forma voluntaria exclusivamente para la clase.

La última clase, y la más esperada, es la de deportes, a cargo del profe Eliel Salinas, quien entrena a los jóvenes específicamente en la práctica del fútbol, con el objetivo de conformar una selección que pronto pueda competir en la liga indígena.

Así, lo que empezó como un sueño que Carlos Segovia y Norma Rodríguez albergaban en su corazón, hoy es una realidad. Son conscientes de que el desarrollo del proyecto apenas es incipiente, y que es muy poco el tiempo invertido una vez a la semana en comparación con las grandes necesidades que tienen los nativos de esa zona. Pero al mismo tiempo, se sienten contentos con haber dado un primer paso. Porque están convencidos de que una acción, por más que pequeña, es mejor que quedarse con los brazos cruzados.

En realidad, la misión de Carlos Segovia y Norma Rodríguez en la zona comenzó ya a finales de 2011, año en el que vinieron a trabajar como docentes y haciendo obras sociales.

Luego, el matrimonio decidió volver a ampliar sus estudios universitarios y a principios de 2016 volvieron a instalarse en el Chaco.

El profesor Segovia cuenta que hace cuatro años se agravó la situación dentro de la comunidad, principalmente por causa de la deserción escolar, el consumo de drogas y alcohol. “Eso generó un espiral de violencia, y así se comenzaron a formar grupos vandálicos, conocidos como pandillas, con nombres de grupos musicales, etc, con los que los chicos se identifican. Se dividieron en dos bandos grandes, zona norte y sur de la comunidad, y cada vez que se encuentran se atacan. Incluso ya hubo muertos”, describió el maestro.

Por el momento, los integrantes de las pandillas vienen en muy poca cantidad a las clases, porque, naturalmente, no se sienten cómodos para mostrar tanta apertura. Pero esto era algo que los proyectistas ya esperaban. De hecho, el objetivo para ellos es el trabajo en el área de prevención. “Nuestro deseo es rescatar a adolescentes que aún no están dentro de las pandillas, a los más pequeños, con ellos aún estamos a tiempo. Ellos son los que vienen masivamente a los cursos”, relató el profesor Segovia.

Con el fin de conseguir un financiamiento básico para el proyecto, recurrieron a la Cooperativa Neuland y les relataron problemática social. El apoyo les fue concedido a través del Departamento de Educación de la Cooperativa, lo que les permitió costear la compra de materiales, como los instrumentos de música, los materiales para pintura y dibujo, y los implementos para el fútbol. Los profesores realizan un trabajo voluntario.

Las clases comenzaron el martes 5 de marzo, y hasta ahora, no hubo lluvia ni tormenta que impidió la realización de las clases, a las que los jóvenes acuden ilusionados y jubilosos. “Son aproximadamente 40 adolescentes y jóvenes cada martes. Algunos son mis alumnos del colegio Nuevo Amanecer, donde enseño Artes en la educación escolar básica, y allá les hablo, complementamos, se sienten felices. Esto está ayudando y se empiezan a ver los cambios. Ya se sienten identificados con el lugar”, comentó feliz el profesor Carlos Segovia.

Los Cayin ô Clim ya no viven en chozas como algunos imaginan. En la Colonia Neuland, están rodeados del casco urbano, por lo que los trabajos a los que acceden también se corresponden con los tiempos actuales.

Según el profe Carlos, en la colonia Neuland hay trabajo para los adultos y jóvenes, en sitios como supermercados, talleres, panaderías.

“La gente que vive en extrema pobreza es por causa de la deserción escolar y grupos vandálicos. Una realidad que muchos no quieren escuchar es que hay gente que no quiere estudiar ni trabajar. Ellos tienen muy instalado en su cultura que si uno trabaja, los demás tienen que vivir de ese ingreso”, comentó el docente, aunque añadió que muchos de ellos ya no están de acuerdo con esta cuestión cultural “y van saliendo de sus comunidades. Buscan otro lugar donde vivir para poder sobresalir”, dice.

“Hay un pequeño remanente que quiere algo mejor, pero aún hay mucho por trabajar para lograrlo”, rescata el profe.

Cada uno de los profesores subsiste con su trabajo como docente en colegios de la zona, y dedican este tiempo especial los días martes para el trabajo voluntario en la comunidad.

“Esto es una causa para nosotros. Si este espiral de delincuencia no se frena, en algún momento va a repercutir en toda la sociedad de Neuland”, expresó el maestro.

Los proyectistas sueñan con que el año que viene se inicie el curso de lutería, para que los propios jóvenes de la comunidad se dediquen fabricación de guitarras dentro de la comunidad, trabajo que les permitirá recaudar sus propios ingresos.

Desde ahora están golpeando puertas para concretar ese sueño.

En la clase de artes plásticas, hay una nena que siempre dibuja el retrato de un rostro femenino que llora. Cuando el profesor Bennie Peters, artista plástico que dirige esta clase, le preguntó ¿quién es?, ella contestó “soy yo”. Entonces el maestro le dijo “esa nena está llorando”.

El profe es prudente y sabe que tampoco puede invadir con sus preguntas, sino que debe ir de a poco. “Ahora mi trabajo es saber por qué llora la niña. De a poco debo conocerla más y que ella se abra. Esas son las cosas buenas, ahí uno puede darle motivación y sugerencias, saber cómo ayudarla, darle seguridad”, expresa el maestro.

A través de lo que ellos plasman en esos dibujos, el docente puede sacar sus dolores, sus carencias y sentimientos.

Bennie no dudó en decirle sí al proyecto cuando Carlos Segovia le comentó la intención. “Le respondí que si puedo hacer algo para los niños, claro que estaría involucrado”.

Desde entonces, viaja cada martes desde Loma Plata para compartir con los jóvenes sus conocimientos en dibujo y pintura.

“Al comienzo, la idea estaba medio en el aire, pero yo entraba con la mente puesta que quería enseñar sobre todo valores para la vida, y que a su vez, ellos aprendan las técnicas de dibujo, capacitarles con una labor que les permita expresarse. Pero además, quería conocerlos más a través del dibujo”, comenta el artista plástico, quien es dueño de su propia galería y escuela de arte en Loma Plata, y se dedica en forma particular a la pintura, oficio con el que se gana la vida.

Bennie confesó que el trabajo voluntario que está realizando con los Cayin ô Clim le parece mágico y le llena el corazón de satisfacción. “A través de lo que dibujan, puedo ver cuáles son los temas que a ellos les molestan les preocupan, si hay problemas en la comunidad, cómo viven, qué grupos de jóvenes hay”, menciona el profe.

Hay varios desafíos que Peters debe enfrentar en esta su faceta como docente. Uno de ellos es lograr que los chicos “conecten” en las clases. “Ríen mucho, todavía están muy cerrados internamente. Ahora no sabemos cómo va a salir todo, pero por lo menos hacemos algo, si viene una persona ya es bueno, y siempre vienen muchísimos. Eso nos alegra mucho”, expresa Bennie.

No todo es color de rosas en el camino de este voluntariado. A veces, cuando más entusiasmados están los miembros del equipo, les hacen llegar videos en donde se observan los hechos de violencia que cometen los jóvenes nativos. “Eso me rompe el corazón, porque si eso es lo que hacen con su tiempo... es triste. Siempre me alegra saber que puedo dar a la comunidad algo más”, comparte el docente.

Ahora, la meta para Peters es lograr por sobre todo, que los jóvenes construyan una mayor seguridad en sí mismos. “A mí como docente me va a ayudar eso para que se abran, para ver cuáles son los problemas, y quizá en adelante podremos hablar abiertamente de esos dolores. Ahora aún no tiene esa confianza”, señaló el maestro.

Antes que mirar los aspectos negativos y preocuparse por lo que falta, el profe Bennie prefiere centrarse en creer. Creer que ellos , los Cayinô Clim, tienen una oportunidad diferente, una que quizá no todos los Nivaclé tengan. “Al final de este camino, espero que aprendan algo de arte. Anhelo que usen los dibujos para ser más libres, y para hablar de la realidad de su comunidad”, manifestó el artista.

Bennie está seguro de que el proyecto continuará, y se ampliará a una conexión para más tiempo. Desea también que más gente se sume al equipo para enseñar más disciplinas en la rama de las artes. “Nos vendría bien por ejemplo por ejemplo, instructores de danza, más entrenadores en deporte. Va a faltar más gente que se sume”, dijo emocionado.

Norma Rodríguez, monitora del proyecto LevAntarte, es la encargada de recabar los datos de los chicos, sobre su asistencia y saber de los hogares de donde están viviendo. En resumen conocerlos. Nos cuenta que los Cayin viven en casas bastante precarias, y que casi todas las familias reciben el apoyo de Tekoporá, pero eso no les alcanza para mucho.

“Hay muy pocos jóvenes que terminan el colegio eso es alarmante porque si no concluyen, tienen menos oportunidades de una mejor vida”, comenta.

Una particularidad del fenómeno social que notó la proyectista es la cantidad de tiempo libre que tienen los jóvenes, y no saben qué uso darle. “El ocio los lleva a hacer cosas no productivas para su vida”, dice.

Para Rodríguez, con esta alternativa deportiva, artística y musical, existe una veta para internalizar buenos valores en las mentes de los chicos. “En lugar de la violencia, que lamentablemente está también internalizada, es posible construir algo nuevo, que les atraiga”, opina.

Confiesa que sueñan en grande con los miembros de esta comunidad y es consciente de que aún hay un largo trecho por recorrer. “Estamos consechando un grupo bastante estable que espera con ansias que llegue el martes. Si podemos alcanzar, por decirte, a 60 jóvenes y que de ellos salga algo diferente, ya es ganancia”, rescató Norma.

En cuanto a lo que falta, sueñan con que se sumen al plantel docente profesionales de la salud mental, como psicólogos, psicopedagogos, etc, para trabajar a profundidad con los conflictos internos y ajustes emocionales que tengan los jóvenes.

Profesor Eliel Salinas nos contó sobre la disyuntiva en la que se encuentran cuando deben subir fotografías a la página, para promocionarla y conseguir el apoyo de la gente, pero se encuentran con la negativa de algunos jóvenes a salir en las fotos.

Para el encargado de deportes, todavía los chicos reciben más influencia para las malas actividades debido a que por ahora nuestro espacio educativo es reducido. “Lo ideal sería que estemos a tiempo completo haciendo un trabajo mucho más intensivo. Pero como esto es a pulmón, aún va a llevar un tiempo a que podamos dedicarnos entera y ampliamente a esto”, opina.

Eso sí, rescata el gran interés que muestran los adolescentes. “Tabajo en la escuela que está enfrente de la comunidad, y los chicos me piden salir antes de clases los martes para poder irse al espacio. Siempre les decimos que la prioridad es la escuela”, comenta el profe, y agrega que le vendrían bien más ayudantes en el área de fútbol.

“Casi todo el dinero que ganan los cayim que trabajan se va en alcohol. Uno de los mayores problemas su uso excesivo. Hay niños pequeños que ya están fumando”, lamenta el entrenador.

La base de todo, para Eliel, es el trabajo estratégico. Más allá de las clases convencionales, como chutar la pelota o pintar, el secreto involucrarse con ellos, y de a poquito, con pasión y entrega del docente, desbaratar la violencia.

“Muchos de ellos darían la vida por su pandilla, por eso tratamos de darle con el fútbol, con las clases. Todo este trabajo es formativo, inculcarles buenos principios”, resalta.

Lejos de sentir el trabajo realizado como un sacrificio, Eliel lo considera una tarea que disfruta de corazón. “Porque vemos que el problema todavía se puede solucionar. La idea, desde deportes, es formar una selección de fútbol dentro de la comunidad, y que puedan competir, porque ellos tienen una liga indígena, donde compiten entre diferentes etnias”, adelantó.

Pedro Gossen está presente cada martes al inicio de las clases apoyando a los profesores con mensajes motivacionales que impulsen a los chicos a iniciar con ganas los talleres.

“Muchos de ellos aún están cerrados en sus propios mundos, no tienen confianza entre ellos. Buscamos que ellos puedan sentir el amor verdadero”, expresó Gossen.

No todo es sencillo en el trabajo. Hay días difíciles en los que la convocatoria es escasa, y cuesta arrancar con la misma entrega en medio de las dificultades. Pero, ver la sonrisa de uno solo de los pequeños Cayin ô Clim, da el impulso necesario para seguir ayudando al picaflor blanco a abrir las alas y levantar vuelo en la árida tierra chaqueña.

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