La ingratitud de los hijos

Cuando la ingratitud viene de los hijos es más triste en la tercera edad, cuando se necesita más atención y cuidados. Unos 50 adultos mayores del hogar San Francisco de Asís, ubicado en el barrio Molino de Luque, pasan sus días esperando a sus retoños.

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Los abuelos para tratar de sobrellevar la soledad pasan sus horas en rondas de tereré o mate, leyendo, viendo televisión o haciéndose compañía mutuamente y así amortiguar la añoranza que tienen por sus hijos, quienes en muchos casos nunca llegan.

El olvido de sus familiares, principalmente de los hijos, es quizás una de las carencias más grandes a las que son sometidos los adultos mayores en nuestro país. Sin duda varios de los residentes del hogar de Reposo "San Francisco de Asís" sufren el mismo abandono, por lo que muchos abuelitos pasan el día lamentándose por la indiferencia de sus hijos, por quienes en el pasado se desvivían.

"Siempre esperamos a nuestros hijos, pero nunca vienen porque no tienen tiempo. Los míos están trabajando y por eso seguro no  vienen", dijo don Dejesús Velázquez con la vista hacia el portón de la institución como esperando la visita de sus hijos.

El hogar es dependiente de la Policía Nacional y tiene 50 adultos mayores, de los cuales 30 son varones y 20 mujeres, dijo la comisaria Julia Riveros, directora del hogar desde hace tres años y medio.

Riveros manifestó que la institución les brinda techo, alimentación medicamentos y atención médica, es decir lo básico para que puedan sobrellevar con dignidad su vejez. Sin embargo, eso pasa en segundo plano cuando llega la añoranza.

"A ellos no les falta que comer, pero sí mucho cariño. Nosotros hacemos lo básico, pero nunca es suficiente. Los adultos mayores necesitan que se les escuche, que se les dedique tiempo de calidad compartiendo un ronda de tereré", explicó la directora.

El hogar tiene disponibles siete personas que deben distribuirse en los dos  turnos para atender a los 50 adultos mayores, cifra totalmente escasa; sin embargo, el personal se desvive para atender de la mejor manera a los abuelitos. Incluso en muchos casos hacen "vaquita" para poder comprar algunas que otras golosinas o tabaco para cumplir el pedido de algunos de los residentes. 

"La comandancia de la Policía nos provee de todos los alimentos, pero   muchas veces queremos mimarle un poco a los abuelitos, entonces todo es autogestión. Solemos recurrir al padrinazgo con alguna institución que nos provee de frutas, con los que hacemos algunos postres. También solemos  hacer vaquita entre los funcionarios para comprar tabaco. El naco es el único vicio que le permitimos aquí", dijo la  comisaria Riveros.  

Por otra parte, otros ancianitos no tienen noción del tiempo debido a la amnesia o demencia senil que padecen, ya por la  avanzada edad. 

Carlos Baumann piensa que es un viajero y está "preparado" para salir en cualquier momento. Don Carlos tiene 73 años y está postrado en una silla de ruedas; nos contó que tiene una hija que jamás fue a visitarlo en los tres años que lleva en el hogar, pero él siempre tiene todas sus cositas preparadas cuando se dé la ocasión.  

Carlos tiene colgada por su silla de ruedas muchas bolsas, que incluyen termo, jarras, hilos, libros, entre otras cosas más que -según él- son sus tesoros. También se pasa los días leyendo o escribiendo en un cuaderno. Dice para no perder la práctica y olvidarse de las cosas. 

Los abuelos están distribuidos en tres salones. Las mujeres en uno y los hombres que aún tienen cierta independencia están en el subsuelo. Mientras que los adultos mayores que ya no pueden caminar y en algunos casos no pueden acceder al patio ya están en el segundo piso. 

"Tratamos de clasificarlos de acuerdo a la condición. Algunos ya no pueden caminar, entonces ya no acceden al patio central y en el segundo piso le brindamos todo lo necesario para que estén cómodos. Los que tienen aún cierta independencia salen al patio a compartir, ver sus novelas o a charlar", dijo Riveros. 

También algunos jóvenes estudiantes del nivel secundario o  universitario suelen llevar su ayuda; principalmente los estudiantes de enfermería hacen sus pasantías en la institución. 

Los jóvenes los bañan, les ayudan con la movilidad y de esa manera también brindan apoyo al personal.

La comisaria Riveros instó a los hijos a visitar a sus progenitores y no solo en ocasiones especiales como el Día de la Madre o del Padre. "La visita debe ser por lo menos una vez a la semana si es que no se puede venir más. Entiendo que muchos trabajan, pero no podemos ser muy ingratos y abandonar a nuestros padres", dijo la directora.

Agregó que ella se comunica con los hijos cuando los padres preguntan en demasía, algunos responden y vienen, pero otros ni atienden las llamadas.

A los abuelitos que les cuesta movilizarse se les coloca televisores o radios cerca de sus camas para que puedan entretenerse y de esa manera las horas sean más cortas.

En tanto que Ña María manifestó que tiene tres hijos que suelen venir a visitarla. La llevan algunos fines de semana y feriados largos, pero que de igual manera extraña su casa, sus cosas y a sus nietos. Aunque aclaró que en el hogar ya hizo amigos y suele hacer pasar con ellos la añoranza de la familia.

"Tengo tres hijos, todos trabajan y mis nietos también. Suelen venir a visitarme; los feriados me voy a compartir con mi familia. Aquí ya tengo amigos, pero igual no me gusta mucho porque extraño mis cosas", dijo la abuelita con una mirada perdida.  

La ingratitud y la falta de tiempo son quizás las peores lanzas que un hijo clava a sus padres cuando se acerca el ocaso de la vida. Definitivamente estos hijos no piensan que alguna vez serán ancianos y quizás también pasen el resto de sus días en un frío pasillo geriátrico sin el calor familiar.

"Uno nunca sabe lo que tiene hasta que lo pierde" dicen, pero no esperemos perder a mamá o papá para valorarlos . Es cierto que muchas veces cuesta lidiar con los achaques y caprichos de los abuelitos, pero acaso ellos no lidiaron con nuestros berrinches de niños y adolescentes antes?. 

No esperemos el Día de la Madre o del Padre para darle ese abrazo o  ese beso que tenemos guardado hazlo cada día mientras puedas. 

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