La segunda muerte de “Mateo Gamarra”

Nadie hubiese imaginado que en aquella noche del sábado 3 de julio de 1993, una obra de teatro, en un lejano poblado de Caaguazú, terminaría en una tragedia que "reencarnó" un crimen pasional de 1931.

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El salón parroquial de Santa Rosa del Mbutuy fue el escenario en el cual se produjo la segunda muerte de “Mateo Gamarra”.

La representación artística giraba en torno al asesinato de Mateo Gamarra, quien -según la popular historia hecha leyenda- fue ultimado de cinco balazos por su concubina, Delfina Servín, el 12 de octubre de 1931.

Eran las 23:00 del sábado 3 de julio, cuando, en medio del último acto de la obra, la actriz Elodia Benítez, quien encarnaba a la mujer despechada, desenfundó un revólver calibre 38 y apuntó contra Cristóbal Godoy Olmedo, un actor de radioteatro conocido como “Cristian Rodó”, quien en ese momento hacía el papel del hombre mujeriego.

Se escuchó un fuerte disparo y Rodó cayó en el escenario. La bala impactó en su frente, sobre el ojo izquierdo, atravesó su cabeza y finalmente salió por la nuca para terminar en la pared.

El realismo del acto sorprendió al público presente, quien reaccionó con efusivos aplausos, ya que hasta el momento se creía que todo era parte del espectáculo.

Elodia soltó el revólver, asustada, y corrió entre gritos desesperados pidiendo ayuda de los espectadores, que respondieron con más aplausos más frenéticos y frases de elogio. “¡Cómo saben hacer (actuar)!”, se escuchó entre el gentío.

Los rostros del público cambiaron repentinamente cuando los miembros del elenco levantaron a Rodó, ya ensangrentado y moribundo.

“Estaba casi lleno de gente el salón cerrado de Santa Rosa. Él no pudo decir ni una palabra, ni siquiera se movió”, relató la mujer que hizo el papel de “Delfina”, tres días después, en una entrevista radial.

Una vez conscientes de que no se trataba de una brillante actuación, varios espectadores ofrecieron ayuda para trasladar a “Mateo” hasta el Sanatorio Cano, de Coronel Oviedo.

Los médicos recomendaron el inmediato traslado del paciente a Asunción, considerando la gravedad de su estado, sin embargo la ambulancia llegó recién a las 07:00 del domingo.

Ya era demasiado tarde cuando entró a “Primeros Auxilios”, en la capital. Cristian Rodó murió a las 12:00 del 4 de julio, 13 horas después de haber recibido el balazo.

Elodia Benítez de Arévalos aseguró que desconoce quién cargó el arma utilizada en la obra de teatro “Mateo Gamarra y Delfina Servín”.

Comentó que el propio Cristian Rodó le entregó el revólver para el último acto en el cual se debía representar la tragedia de Puerto Guaraní, relatada en la polca interpretada por el duó Quintana-Escalante.

“Primero me dio el revólver más chico, ese 22. Después buscó en su bolso y sacó el más grande, el 38. 'Llevá este, este es más grande. Tenés que martillar y fingir, así la gente se va a dar cuenta de que es de verdad (el arma)' me dijo”, relató la mujer.

Ya luego de disparar contra “Mateo Gamarra”, en el escenario, Elodia se percató de que el revólver tenía dos balas.

Otros miembros del elenco teatral confirmaron la versión de la mujer. Juan Pereira, conocido como “Juan Carlos de la Fuente”, compañero de Rodó, comentó que el arma era de la propia víctima. “Cristian tiene varios revólveres y seguramente se habrá equivocado o quizás olvidó que esa arma estaba cargada”, relató.

Siguiendo las pistas respecto a quién cargó el arma asesina, un juzgado tomó la declaración de Agustín Arévalos, miembro del grupo de teatro y esposo de Elodia Benítez. El hombre aseguró que Rodó cargó el arma meses atrás para un potencial comprador que deseaba probarla.

Aparentemente, el interesado en el revólver finalmente no se presentó en el momento acordado, por lo que las balas quedaron en el tambor o barrilete.

Aunque fue detenida por el homicidio, los familiares de la víctima decidieron no presentar denuncia alguna. “Nosotros simplemente queremos que la Policía actúe limpiamente sin perjudicar a nadie”, refirió en aquella ocasión Olinda Godoy, hermana del actor baleado.

Finalmente, no se pudo determinar fehacientemente quién cargó el revólver, aunque durante el velorio los presentes garantizaron que Rodó no tenía enemigos. “Si hay que buscar alguna causa, más bien podemos decir que el que colocó las balas lo hizo por envidia”, fue la hipótesis de miembros del entorno de la segunda víctima fatal de "Delfina Servín".

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