Todo régimen totalitario se sustenta en la mentira. Esto emerge de manera clara del doloroso peregrinaje que representa a veces el tránsito por las páginas de “1984”, la escalofriante novela de George Orwell, que se erigió en un grito de alarma para el mundo desde el 8 de junio de 1949, cuando apareció. Esta novela debe leerse, justamente, como una advertencia de que la humanidad corre siempre el riesgo de vivir bajo un totalitarismo cada vez más asfixiante y criminal.
La novela que marcó a fuego a la literatura del siglo XX se constituirá en la primera de la colección “Best sellers por siempre”. Esta es la primera edición paraguaya de este libro cumbre, en una impresión acorde con la calidad del contenido. El volumen consta de 360 páginas, con una introducción a cargo de Bernardo Neri Farina y una guía de lectura al final.
Orwell expone una visión distópica del universo dominado por una entelequia llamada El Gran Hermano, foco de un esperpéntico culto a la personalidad y que controla los más mínimos movimientos de todos los habitantes del país. Y no para ahí: también controla su pensamiento, sus sentimientos y hasta su lenguaje.
Una de las más terribles creaciones de ese régimen es la Policía del Pensamiento, que ejerce una vigilancia absoluta de todo y es capaz de interpretar el mínimo gesto como algo sospechoso.
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En el tenebroso país llamado Oceanía en la ficción, dominado por el Partido, se suprimió el concepto de libertad. Todos se manifestaban a través de las consignas establecidas por el Gran Hermano. Nadie podía tener expresión propia ni pensar por sí mismo. La represión a los sentimientos personales era terrible y llevaba a las torturas más brutales y a la muerte.
¿Es esta solo una ficción emergida de una mente febril que imagina imposibles? Desde 1937, luego de fugarse de España donde combatía con un grupo marxista a favor de los republicanos en la Guerra Civil española, el escritor británico George Orwell, quien ahí comenzó a conocer lo que eran las persecuciones estalinistas, inició un proceso de profundización en el análisis de los métodos totalitarios de sojuzgamiento de la población.
Y a partir de ahí fue creciendo la novela en lo conceptual y en lo episódico. Orwell creó un escenario ficticio, Oceanía, un poder ficticio, el Gran Hermano, omnipresente líder del Partido y foco del culto a la personalidad, y unos subpoderes ficticios que alimentaban la mentira: el Ministerio del Amor, donde se aprendía a odiar; el Ministerio de la Verdad, que falsificaba la realidad; el Ministerio de la Paz, que planificaba la guerra, el Ministerio de la Abundancia, que “administraba” la miseria; y la Policía del Pensamiento.
