La danza nacional se renueva

El ejercicio de crear es lo que mantiene con vida a las artes. En el caso de la danza se presentó en setiembre la obra “Impulsa”, que significó un abanico que demuestra la sed de proponer cosas nuevas a partir del movimiento y su relación con las emociones.

Agustina Torres es una explosión de danza, sentimientos y emociones. Es una de las mejores bailarinas que tenemos en la actualidad.
Agustina Torres es una explosión de danza, sentimientos y emociones. Es una de las mejores bailarinas que tenemos en la actualidad.gentileza

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La inventiva hizo gala del nombre “Impulsa” en la puesta ofrecida los días 24, 25 y 26 de setiembre en el Teatro de las Américas.

“Danza en acción” era el lema de esta propuesta que nació de la bailarina y docente paraguaya Tatiana Mersán, quien en un show aglutinó la creatividad de varias compañías como también de destacadas solistas.

El show acertó al mostrar esa diversidad desde la danza clásica, la neoclásica y la contemporánea.

Hubo propuestas clásicas pero muy bien realizadas, que demuestran que el ballet no tiene por qué ser estático en cuanto a estructuras, pues se le puede encontrar el modo de conquistar con la gracia y energía necesarias. En esa línea “Carnaval en Venecia”, a cargo de Master Ballet (dirigida por Sergio Acosta y Fiorella Fassolo), hizo explotar al público en aplausos gracias a la suma de los ingredientes que hacen que la danza clásica sea un disfrute: técnica y pasión.

El Ballet de Alto Rendimiento, dirigido por Mersán, siguió esta línea con la Suite Paquita. La sutileza de las formas, la elegancia y la picardía de nuevos y jóvenes talentos demostraron que hay tanto para dar y seguir avanzando.

Desde una mirada más contemporánea llegaron varias propuestas, lo que habla bien de esa exploración e inquietudes de los bailarines en desatar su creatividad ya sea para expresar emociones como también para mirarse a sí mismos.

“Vacíos” fue parte de este concepto. Bailarinas del Elenco Alas Abiertas, dirigido por Sergio Núñez, literalmente se dejaron llevar en escena. Este dúo plantea y demuestra cómo la discapacidad visual no es un obstáculo cuando de percibir y sentir se trata. Es admirable cómo la danza puede ser catalizadora de valentía, destrezas y de hacer entender que los desafíos son mentales y pueden ser conquistados.

La Cía. Danza Bethania Joaquinho llegó después con “Eutimia”, con música de Victoria Mussi, donde los beats eran también protagonistas. Con coreografía de la directora Joaquinho, un elenco de diez bailarines nos habló de cómo la danza se puede armar y desarmar, y cómo en ese proceso podemos encontrar la forma de hablar de la cercanía, del encuentro y desencuentro, de la distancia y más. Las formas y las figuras fueron importantes aquí y estas fueron recreadas de forma precisa por la compañía.

La pura emoción llegó con “Solomeu”, la danza solista de Agustina Torres, una de las mejores bailarinas de nuestro medio en la actualidad. Habiendo bebido de las experiencias en el exterior, ella nos muestra que bailar es no solo moverse sino que cada parte del cuerpo te cuente algo y, lo más importante: no olvidar las expresiones faciales. Agustina toca fibras muy íntimas con su proceso coreográfico y con su entrega que va desde el cabello hasta la punta de los pies.

“Ellas”, del Ballet de Alto Rendimiento, danzaron una coreografía de Jazmín Causarano y Agustina Torres. Entre sensualidad y fuerza fue lo que transitaron las bailarinas durante su paso por escena, donde dejaron todo de sí.

Dos coreografías de Bethania Joaquinho fueron también parte de este repertorio diverso. Joaquinho, otro de los nombres de la danza que no para de crear y que está en constante aprendizaje y búsqueda, presentó su mirada propia de “Habanera” de “Carmen”. Con Carlos Fossatti como partenaire exploraron todo el erotismo y la tragedia en la narrativa de Carmen, aquel amor truncado por la muerte, en una visión contemporánea.

“Lost and Found”, su otra coreografía, fue después interpretada por Nastia Goiburú, otra bailarina de lo mejor que tenemos por estos tiempos. Al son de “La Catedral”, de Mangoré, Nastia desata todas las líneas de su cuerpo para volver a formarse en cuanto abraza sentimientos. Una vez más podemos intuir que la danza habla de ese descubrimiento interno y esta danza es una alegoría exacta a eso.

La celebración terminó con una joya de la danza clásica: el pas de deux del Cisne Negro, de “El lago de los cisnes”, interpretado nada más y nada menos que por Tatiana Mersán, una bailarina con visión de crecimiento y unidad. A ella lo acompañó Juan José Nuñez, para cerrar esta gala de creatividad con una coreografía que celebra a la danza en toda su expresividad, donde tenemos a la danza clásica como base pero donde interpretamos esa libertad que anhela el Cisne Negro como la libertad que también significa la danza en cuanto a romper estructuras y plasmar visiones y emociones de nuestros tiempos.

Además de lo excelente del show y la mirada de innovar, algo que rescato con suma alegría es el deseo de unirse para ofrecer estos eventos. Atrás quedaron los tiempos de competir por quién presentaba algo mejor. Hoy estamos en una realidad artística, en todas las ramas, en que la unión es la única forma de cimentar una escena sólida. Celebro que compañías se unan, compartan y generen movimiento. “Impulsa” es parte de la acción y ojalá que los talentos no paren de crear.

* Cortesía de las fotografías: Alvar Fañez.

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