El arte como puente

La bailarina compatriota Bethania Joaquinho tuvo la posibilidad de crear una obra de danza teatro en Alemania, con un grupo de refugiados sirios que se encuentran en dicho país.

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De esta manera, el arte ha sido una forma de salida para personas que atraviesan momentos difíciles.

La artista se encuentra en Alemania, ya que fue invitada a hacer una residencia artística en la Deutche Tanz Company, en Alemania, con el director artístico Lars Scheibner. Pero el trabajo con los refugiados se dio de forma paralela a esta actividad.

Joaquinho estuvo a cargo de un proyecto en la Casa de la Cultura Alemana, donde creó una pieza de danza y teatro con refugiados sirios, y fue estrenada el pasado 8 de abril en el Teatro Neustrelitz. El proceso de creación tuvo una duración de tres meses en los cuales a través de la colaboración, intercambio y trabajo colectivo con los refugiados elaboró la pieza denominada “Debka”, nombre de la danza tradicional de Siria.

“El proyecto con los refugiados sirios nació recien al momento de mi llegada, que fue en diciembre de 2015, es decir, no vine preparada psicológicamente para eso, me tomó por sorpresa. Pero aún así con mucho miedo y ansiedad lo acepté”, contó la bailarina desde Alemania.

El desafío principal residió para ella en la dificultad de la comunicación por la diferencia de idiomas. “Los refugiados me hablaban en árabe, no teníamos traductor, y si tenía suerte alguno entendía algunas palabras en inglés. Entonces nos comunicábamos de a dos o tres palabras, señas, dibujos, traductor de Google etc”.

También contó que no era obligación del taller llegar a un resultado final, pero como fueron tres meses de intenso trabajo, ellos quisieron hacer una muestra. “Así que nos propusimos horarios y días fijos de ensayos, pero con todo el problema de documentos, buscar casa, encontrar a sus familias, los refugiados no podían cumplir con todos los ensayos y yo tampoco los podía obligar, así que fue muy difícil poder terminar y cerrar la creación, porque siempre faltaba más de uno y habían días en los que ninguno podía llegar”, recordó.

Asimismo, afirmó que el proceso fue también un desafío para con ella misma. “Lloré mucho con cada una de las historias de los refugiados, aparte de que compartíamos sentimientos similares, ya que tanto ellos como yo estamos lejos de nuestras familias, y como no había obligación de llegar a un resultado final, muchas veces me llegué a despertar pensando en dejar el proyecto. No daba más tanto física como psicológicamente, pero no dije nada, respiré y seguí hasta el final”, comentó.

A pesar de las veces en que quiso desistir, el resultado final fue gratificante. “El resultado fue fantástico, a teatro lleno, con una crítica muy buena y por sobre todo fue un respiro y una pequeña alegría para los refugiados sirios, que ya todos saben están pasando por una situación bastante difícil”, dijo.

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