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Con solo 12 años, ya formaba dúos folclóricos. Pasó su adolescencia dedicándose a la música, y en 1930 viajó a Buenos Aires en busca de mejores horizontes. Al año siguiente conoció a Agustín Barboza, con quien formó dúo. Cantaron juntos en el primer disco de José Asunción Flores y la Orquesta Ortiz Guerrero. Allí grabaron Ñane aramboha, en 1934, cuya música es de ambos y letra de Félix Fernández. Con esta agrupación realizaron presentaciones en las radios Splendid y Excelsior, y también integraron la Orquesta Asuncena, con la que grabaron la guarania Sombras de ausencia.
En 1939, su hermano Cristóbal Cáceres se le unió en el famoso dúo de los Hermanos Cáceres. Realizaron grabaciones en el sello Odeón a lo largo de la década de los cuarenta, las cuales hoy son consideradas históricas, incluidas algunas acompañadas por la orquesta Ñande Kóga, que dirigía Mauricio Cardozo Ocampo.
En 1944 retornaron a Paraguay, junto con el poeta Carlos Miguel Jiménez. Los Hermanos Cáceres eran considerados el mejor dúo de la época. Una compañía española de comedias les propuso viajar a Europa, pero Emilio se quedó en el Paraguay, y Cristóbal partió con la compañía. Años más tarde, Cristóbal formaría parte de Los Guaraníes. El cantautor español Paco Ibáñez, que en ese entonces vivía en París, nos comentó el año pasado, cuando vino para el concierto de los treinta años del Centro Juan de Salazar, sobre la pasión con que cantaba Cáceres en Francia.
Bobadilla Cáceres se quedó en Asunción desarrollando una reconocida labor en la enseñanza y en la organización de los músicos. Fue fundador de Intérpretes del Folklore Asociados del Paraguay (IFAP) y vicepresidente de Autores Paraguayos Asociados, ya en los años setenta.
Entre sus composiciones más conocidas se encuentran Alondra feliz, Koêtî jave, Chesymi marangatúpe, Chipera Luque, En mi prisión de esmeralda, entre otras tantas. Murió el 21 de marzo de 1979. Hoy, a las 19:00, habrá una misa en su nombre en la iglesia de Virgen del Carmen.