Estrella de la música popular en las décadas de los setenta y los ochenta, tiempos de televisión acartonada y propagandística de la dictadura cívico-militar de Augusto Pinochet, y autor de éxitos como "El ramito de violetas", el carismático artista murió este lunes víctima de un cáncer de páncreas tras haber sido ingresado por lo que parecía una crisis diabética.
A su lado estaban su hijo y mánager, Boris Reyes, y su ahijado Daniel Pezoa, músico y baterista, que trabajó con Reyes en El Gorrión de Chile (2019), su último álbum, una suerte de revisión en clave actual de algunos de los clásicos de su discografía con el que el "Elvis chileno" trataba de mantenerse en la cresta de la ola.
Icono de la cultura popular chilena, Reyes tenía 81 años y era un referente para jóvenes y viejos, que sin distinción de edad llenaron hoy su velorio, en el cual un sencillo ataúd plagado de flores blancas fue colocado en el citado recinto deportivo.
Además de la televisión, Zalo Reyes recorrió Latinoamérica y actuó con enorme éxito en distintos escenarios de Europa, como presentador y humorista en el célebre festival de Viña del Mar, una de las grandes citas musicales del calendario internacional.
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En su última entrevista con el diario La Tercera, concedida en 2017, "el gorrión de Conchalí" había expresado su preocupación sobre cómo sería recordado y anunciado que trabajaba en la redacción de un libro autobiográfico.
Además, expresó su deseo de seguir cantando en directo, algo que dejó de hacer durante las restricciones de la pandemia y que quería recuperar una vez concluidas las restricciones de aforo y público.
Además de "El ramito de violetas", en su discografía destacan éxitos como "Una lágrima en la garganta", "Una lágrima en el recuerdo", "Motivo y razón" y "Mi prisionera".
