“El Destino de Júpiter”: mala, pero buena

La visualmente hermosa nueva película de los Wachowski es probablemente una de las mejores películas “malas” de los últimos tiempos.

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¿Qué es una película “mala”? Probablemente hay tantas respuestas a esa pregunta como hay personas en el mundo. Hay conceptos que son generalmente aceptados para decir de forma más o menos objetiva que una película tiene más o menos méritos que otra; una película puede tener mejores efectos especiales, mejores actuaciones, un mejor guión, etcétera. Pero hasta eso es, al final, eminentemente subjetivo; a uno puede gustarle la acción de J.J. Abrams más que la de Michael Bay, o los diálogos de Quentin Tarantino más que los de Woody Allen.

Aún así, hay películas que son consideradas más o menos universalmente “buenas”; después de todo, es difícil hallar a alguien que diga con sinceridad que El Padrino es una mala película – quizá sea fácil hallar a alguien que esté harto de El Padrino por haberla visto demasiadas veces –, como hay filmes casi unánimente tachados de malos. Pero ambos casos parecen ser rarezas, y la gran mayoría de las películas tienen defensores y detractores en números considerables.

Los hermanos Andy y Lana Wachowski siempre han hecho filmes particularmente divisivos, como la influyente pero también muy criticada trilogía Matrix, la criminalmente infravalorada Meteoro y la inolvidable Cloud Atlas, y su nuevo filme probablemente no va a ser distinto. El Destino de Júpiter es una película con grandes virtudes y graves defectos, y al final va a depender de cuál de esos factores resuenen con más fuerza para cada espectador.

Como en Meteoro, los Wachowski abrazan una historia decididamente “retro” en este filme, tomando inspiración tanto de los clásicos cinematográficos del subgénero “space opera” como Star Wars o Flash Gordon, más ciencia-fantasía que ciencia-ficción, como las novelas y cómics “pulp” de décadas anteriores que inspiraron a esas películas.

Nuestra protagonista, de nombre más que apto para una heroína “pulp”, es Jupiter Jones (Mila Kunis), una joven hija de una inmigrante ilegal rusa que vive en Chicago trabajando como limpiadora, inconsciente de que está a punto de convertirse en la figura central de una complicada trama de intrigas y traiciones familiares al más puro estilo Game of Thrones, pero en el espacio.

Para no alargar por dos párrafos la longitud de este texto, la versión resumida es que la raza humana no nació en la Tierra, sino en los confines del espacio, y nuestro planeta fue “sembrado” con vida millones de años atrás por una de las dinastías intergalácticas más grandes, los Abrasax. La Tierra era propiedad de la matriarca de la familia, quien falleció y aparentemente se reencarnó en Jupiter, por lo que ahora los tres herederos Abrasax van tras ella.

A falta de una forma más sofisticada de decirlo, la película es un ligero desastre en lo que al argumento se refiere. Es innecesariamente complicada y se permite algunos giros que decididamente no ayudan, al mismo tiempo que demuestra una falta de confianza tanto en sí mismo como en el espectador, sintiendo la necesidad de explicar demasiadas cosas, demasiadas veces. Un punto clave de la historia es dejado perfectamente claro a Jupiter hacia la mitad del filme y luego, cuando se le explica lo mismo de forma explícita, a pesar de que ya debería haberlo entendido a la primera, actúa con sorpresa como si sólo entonces entendiera de verdad.

No es el tipo de desastre que es imposible de seguir, ya que con un poco de atención el argumento difícilmente hace que uno se sienta perdido. Es solo que acaba siendo difícil sentirse verdaderamente atrapado por la historia por la torpeza con la que nos la cuentan, particularmente cuando los personajes no son particularmente interesantes. Kunis hace lo que puede con Jupiter, pero el personaje queda reducido a “damisela en apuros” demasiadas veces, mientras que su guerrero guardián Caine (Channing Tatum) es el clásico guerrero estoico sin mucha personalidad, y el romance entre ambos se materializa de la nada. Dos de los tres hermanos Abrasax, Titus (Douglas Booth) y Kalique (Tuppence Middleton) son similarmente olvidables; solo el principal villano Balem deja un genuino impacto, y es simplemente porque Eddie Redmayne sobreactúa con confianza y sin asco, convirtiendo a Balem en un villano exagerado que encaja perfectamente con toda la locura que hay a su alrededor. ¿Es demasiado pedir un “spin-off” exclusivamente sobre Balem? ¿O al menos un corto animado, al estilo de Animatrix?

Pero si uno decide pasar de la débil parte argumental, lo que queda es una de las películas visualmente más bellas e impactantes en mucho, muchísimo tiempo. El trabajo visual, los escenarios, los panoramas espaciales, rebozan creatividad y se sienten verdaderamente masivos. Si el guión tiene problemas en hacernos entender este gran universo que quiere establecer, las imágenes nos lo muestran de forma impecable. Incluso la excelente Guardianes de la Galaxia se queda corta al lado de Jupiter en ese apartado.

Y todo el filme está lleno de fantásticos conceptos e ideas inspiradas, desde planetas tan superpoblados que tienen estaciones espaciales con formas de anillos y edificios que llegan hasta el espacio, hasta gigantescas naves espaciales que parecen amalgamas de yates, buques de guerra y lujosos palacios. Aunque en su mayor parte olvidables, los personajes y criaturas que habitan la película son refrescantemente diversos. Hay una opulencia de buenas ideas y conceptos que elevan la película, y que hacen de su universo un lugar del que, personalmente, me encantaría ver más. Ciertamente una gran banda sonora del siempre excelente Michael Giacchino tampoco viene mal.

Y sin importar qué se diga sobre los Wachowski y su irregularidad al escribir guiones, este par sabe dirigir escenas de acción. Todas y cada una de las secuencias de acción en la película – y no son pocas – tienen una intensidad y un espectáculo que ya quisieran para sus filmes muchos otros directores. Hay un par de fantásticas batallas aéreas, una buena cantidad de tiroteos con adiciones interesantes como las botas de gravedad de Cain que le permiten “surfear” por el aire y un muy espectacular clímax final.

Hay demasiados defectos presentes en El Destino de Jupiter que servirían para declararla con razón una mala película, pero no tengo corazón para ponerle ese calificativo a un filme que en su calidad técnica y visual, su acción y su imaginación es todo lo que un “space opera” debería ser. Yo definitivamente puedo perdonar un mal guión con tanta creatividad adornándolo.

El Destino de Júpiter es una mala película, pero es la mejor película mala que nos ha llegado en mucho tiempo.

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EL DESTINO DE JUPITER (Jupiter Ascending)

Dirigida por Andy Wachowski y Lana Wachowski

Escrita por Andy Wachowski y Lana Wachowski

Producida por Andy Wachowski, Lana Wachowski y Grant Hill

Edición por Alexander Berner

Dirección de fotografía por John Toll

Banda sonora compuesta por Michael Giacchino

Elenco: Mila Kunis, Channing Tatum, Eddie Redmayne, Douglas Boothe, Tuppence Middleton, Sean Bean, Gugu Mbatha-Raw, Nikki Amuka-Bird, Maria Doyle Kennedy, Ariyon Bakare y James D'Arcy

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