Godzilla reina con un alucinante desastre

La forma en que intenta balancear drama humano con espectáculo destructivo es torpe, pero cuando se centra en las peleas de titanes, “Godzilla II” es de las mejores películas de monstruos gigantes jamás hechas.

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Básicamente, esta nueva secuela de Godzilla tiene mucho en común con el lagarto gigante que le da nombre: es una producción de proporciones titánicas que se las arregla para ser buena a pura fuerza de espectáculo, a pesar de que hace un desastre de proporciones colosales en el proceso.

Como en su anterior filme, el entretenido horror navideño Krampus, el director Michael Dougherty pone en el centro de Godzilla II una historia familiar, la de Mark y Emma Russell, una pareja de científicos (interpretados por los siempre bienvenidos Kyle Chandler y Vera Farmiga) que perdieron a uno de sus hijos cuando Godzilla peleó contra otros dos monstruos gigantes en San Francisco en 2014.

Ambos trabajaban para Monarch, la organización secreta encargada de rastrear y estudiar a Godzilla y otros monstruos como él –básicamente el S.H.I.E.L.D. de este universo cinematográfico de Warner Bros. Ahora Emma vive con la otra hija del matrimonio, Madison (Millie Bobby Brown) mientras sigue su trabajo con Monarch, hasta que un grupo paramilitar ataca el complejo donde estaban y las secuestran a las dos junto con un dispositivo capaz de comunicarse con los “titanes”.

Es el tipo de drama familiar que a Dougherty claramente le interesa, y en manos de un cineasta menos habilidoso quizá la película hubiera descolocado al público con las reiteradas exploraciones de cuestiones como las distintas reacciones a una tragedia como la pérdida de un hijo, desde el aislamiento y la negación hasta la ira y la necesidad de darle a todo un “propósito”, pero la película se las arregla para hacerla la dinámica marginalmente interesante a pesar de que los personajes por lo general son el tipo de héroes o antagonistas genéricos que tienden a poblar gran parte del cine desastre.

La forma en que la película trata de entrelazar ese drama humano con el espectáculo apocalíptico de un duelo de titanes y además ir estableciendo las conexiones con las demás películas que forman parte de este “universo” a lo Marvel es admirable pero la ambición supera a la ejecución; hay momentos en que el ritmo de la película frena casi por completo para que podamos explorar la mitología del universo, y esos momentos se sienten interminables.

Pero cuando todas las pretensiones se hacen a un lado para llevarnos a lo que vinimos a ver, a los gigantes en combate, la película se eleva como Rodan o Mothra a picos de calidad asombrosos.

El nivel de destrucción en pantalla es apoteósico, los monstruos del filme son desastres naturales en forma de criaturas prehistóricas, vientos huracanados que barren ciudades con la fuerza de su vuelo o hacen llover devastadores rayos.

En la forma en que Gareth Edwards filmaba sus batallas en el filme de 2014, evocaba la imagen de montañas o edificios cobrando vida y atropellándose entre sí, algo que sólo se puede ver a una distancia segura. Dougherty, en cambio, se mete más en la acción resultando en algo más caótico, por momentos difícil de seguir, como una amalgama de las películas Bourne y Pacific Rim.

Es un poco más confuso de lo deseable por momentos, pero en general el intercambio de claridad por intensidad juega a favor de la película, y algunas secuencias como una infartante persecución aérea con el pterodáctilo gigante Rodan parecen salidas de la tapa de algún disco de heavy metal.

Hay un espíritu más de cómic en juego, más fantasía con bases secretas alrededor del mundo, fortalezas voladoras; Dougherty despoja un poco (pero no del todo) esa portentosa majestuosidad que Edwards le daba a sus peleas, y se centra más en el factor diversión; ciertamente se siente más cercano en espíritu a las producciones “kaiju” más alocadas de Toho, los creadores originales de Godzilla.

Para ponerlo en términos musicales en comparación con su predecesora, la película de 2014 sonaría así y la secuela suena así – digna de mención es la excelente banda sonora de Bear McCreary en la nueva película, que acompaña perfectamente la acción con un tsunami orquestal.

De las tres producciones de Godzilla que salieron en esta década – junto con la película de 2014 y la magnífica propuesta japonesa Shin Godzilla –, El Rey de los Monstruos probablemente es la menos bien pulida, pero sigue siendo un entretenido espectáculo que vale la pena observar en la pantalla más grande posible.

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GODZILLA II: EL REY DE LOS MONSTRUOS (Godzilla: King of the Monsters)

Dirigida por Michael Dougherty

Escrita por Michael Dougherty y Zach Shields

Producida por Alex Garcia, Jon Jashni, Mary Parent, Brian Rogers y Thomas Tull

Edición por Roger Barton, Bob Ducsay y Richard Pearson

Dirección de fotografía por Lawrence Sher

Banda sonora compuesta por Bear McCreary

Elenco: Kyle Chandler, Vera Farmiga, Millie Bobby Brown, Ken Watanabe, Bradley Whitford, Thomas Middleditch, Zang Ziyi, Charles Dance, Aisha Hinds, Sally Hawkins, O'Shea Jackson Jr., David Strathairn, Joe Morton, CCH Pounder

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