Con migración, seguridad y economía como temas de fondo, los británicos, convocados en junio de 2016 para un referendo, decidieron dar por terminados –con 52% de los votos a favor y 48% en contra– los 45 años de integración con la Unión Europea.
Inicialmente previsto para el pasado marzo, el brexit fue aplazado dos veces, hasta el próximo 31 de octubre.
Tras presentar la víspera a Bruselas lo que calificó como la “propuesta final” del Reino Unido para alcanzar un acuerdo de divorcio antes de la fecha fatídica del 31 de octubre, el primer ministro británico Boris Johnson compareció ante la Cámara de los Comunes.
Presentamos “propuestas constructivas y razonables” que “demuestran nuestra seriedad”, afirmó. “No cumplen con todo lo que hubiéramos deseado”, pero con estas “concesiones” hacemos “un verdadero intento de superar el abismo, de reconciliar lo aparentemente irreconciliable”, aseguró.
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Y reiteró que si los 27 no muestran la misma disposición, el Reino Unido abandonará el bloque de forma brutal sin pedir más aplazamientos.
Pero, advirtió, “ese resultado sería un fracaso del que todas las partes serían responsables” .
El plan de Johnson consiste en rescatar el denostado Tratado de Retirada firmado en noviembre por la anterior primera ministra, Theresa May, con Bruselas y modificar su punto más conflictivo: cómo mantener abierta tras el brexit la frontera entre la provincia británica de Irlanda del Norte y la República de Irlanda, país miembro de la UE.
El acuerdo de May, que los líderes europeos calificaron como “el mejor posible, el único posible”, fue rechazado tres veces por los diputados británicos. La nueva propuesta no difiere mucho de las primeras versiones de aquel texto: Irlanda del Norte se mantendría en el mercado único europeo en lo relativo a las mercancías, a diferencia del resto del país.
Y todo el Reino Unido saldría de la unión aduanera europea para poder negociar grandes acuerdos comerciales con terceros países como Estados Unidos.
Y choca con los mismos escollos: los reparos de Bruselas y el rechazo de la oposición británica.
“Ningún diputado laborista puede respaldar este acuerdo temerario”, afirmó el líder opositor Jeremy Corbyn. “Será rechazado en Bruselas, rechazado en esta cámara y rechazado en todo el país”, vaticinó.
Bruselas pide soluciones
Johnson ya había dejado la pelota en el campo de la Unión Europea al pedirle el miércoles “alguna concesión” para alcanzar un compromiso que evite un brexit sin acuerdo.
La Comisión Europea, que señaló “puntos problemáticos” en su propuesta, dejó claro el jueves que le corresponde al gobierno británico solventarlos.
