POCONÉ, Brasil (EFE). Esta situación facilita la liberación inmediata de recursos y permite, por la Constitución brasileña, solicitar la intervención del Ejército, la Fuerza Aérea y los organismos nacionales que sean necesarios en este tipo de coyunturas.
Mientras, decenas de voluntarios y los bomberos de Mato Grosso arriesgan sus vidas para salvar a los animales que huyen del fuego que se arrastra por el Pantanal, cuya fauna y flora sufre por las llamas.
El daño ambiental de ese tipo de incendios, según un comunicado de la Policía Federal, alcanzó más de 25.000 hectáreas en las llamadas Áreas de Preservación Permanentes y en el límite del Parque Nacional do Pantanal Mato-grossense y el complejo montañoso Serra do Amolar.
Línea de frente
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A la espera de más recursos, equipamientos y del apoyo del Gobierno federal para combatir los incendios forestales, los voluntarios y los socorristas del Cuerpo de Bomberos y la Defensa Civil saben que están en desventaja frente al fuego.
“Los incendios continúan y, a pesar del escenario, somos la institución que tiene que estar en la línea de frente para intentar minimizar el impacto del fuego. Tenemos que cuidar de los animales y de la seguridad de las personas”, afirmó Sheila Sebalhos, teniente-capitana del Cuerpo de Bomberos de Mato Grosso.
Al trabajo de los bomberos se han unido los voluntarios, en su mayoría guías de turismo, dueños de posadas, pequeños hacendados y personas que sensibilizadas por la emergencia han viajado desde estados como São Paulo o Bahía para ayudar en las labores de rescate de animales.
“Más o menos somos siempre unas cuarenta personas, pero es un número que está variando constantemente porque muchos tienen que volver a sus lugares de origen y otros llegan”, comentó Ailton Lara, dueño de posada, guía turístico y uno de los coordinadores del grupo de apoyo Aecopan.
Además del rescate de animales como erizos, aves de gran porte, venados, caimanes yacarés, marsupiales, búfalos, osos hormigueros y hasta jaguares (el mayor felino del continente americano y que tiene su mayor hábitat en la región), los voluntarios también luchan para preservar la precaria infraestructura de la zona.
