BEIRUT, Líbano. (AFP). Fue una ola de esperanza súbita, sin límites, contagiosa. Hace 10 años el mundo árabe vivió una serie de revueltas populares que significaron un soplo de libertad, antes de dar lugar a la frustración. Un acontecimiento histórico que cambió de manera irremediable a la región.
Desde el colapso cual castillos de naipes de regímenes que parecían intocables hasta el auge y caída del califato yihadista, la llamada “Primavera Árabe” que nació a finales de 2010, convirtió a Oriente Medio en teatro de constante agitación durante la segunda década del siglo XXI.
A las protestas populares que surgieron en Túnez, Egipto, Libia y Yemen les siguieron, en el mejor de los casos, reformas decepcionantes, pero a menudo los países se han desgarrado por guerras intestinas y nuevos regímenes dictatoriales.
Durante un tiempo, el colapso de las autocracias de la región parecía imparable.
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Pero la “Primavera Árabe” tan esperada no duró mucho.
Ironía de la historia, el término que apareció a finales de enero de 2011 apenas se ha utilizado en los países árabes, donde se prefiere hablar de “levantamiento” y “revolución”.
En todo caso dio lugar rápidamente a la expresión inversa, “Invierno Árabe”, que da título a un libro que el estadounidense Noah Feldman publicó en 2019.
¿Ahora qué?
En El Cairo (Egipto) o Damasco (Siria), capitales históricas del mundo árabe, el autoritarismo no ha sido derrotado y los regímenes han reprimido metódicamente las voces disidentes.
Egipto, dirigido por Abdel Fattah al Sisi, tiene unos 60.000 “presos políticos”, según organizaciones de derechos humanos. Este país de 100 millones de habitantes es una “prisión al aire libre”, según la ONG Amnistía Internacional.
El movimiento popular, que derrocó al presidente Hosni Mubarak en 2011, permitió la liberación de miles de prisioneros, principalmente islamistas.
Pero cuando todavía no transcurrían tres años, el presidente democráticamente elegido Mohamed Morsi, de la cofradía islamista Hermanos Musulmanes, fue derrocado por el ejército de Abdel Fattah al Sisi tras manifestaciones multitudinarias. Le siguió una represión sangrienta y el encarcelamiento de miles de islamistas.
En Siria, el régimen de Bachar al Asad resistió y la revuelta se convirtió en una guerra civil. Diez años después, los detenidos siguen muriendo en cárceles donde la tortura es frecuente, según las oenegés.
