Desde el pasado diciembre, la formación terrorista ha llevado a cabo una serie de acciones de envergadura contra vehículos y convoyes en las carreteras del extenso desierto, causando decenas de muertos civiles y de las fuerzas leales al presidente sirio, Bachar al Asad.
Con apoyo aéreo de la aviación rusa, principal respaldo militar del Gobierno, y en respuesta a los recientes ataques contra vehículos en esas carreteras, el Ejército sirio lanzó el mes pasado una nueva ofensiva contra el EI, centrada en proteger la autovía que une la provincia oriental de Deir al Zur con Damasco.
El desierto, gran escondite
De acuerdo con Kulthum, el EI todavía tiene “células aisladas” en vastas áreas desde el pico de Jabal Abu Jaymayn, en la histórica Palmira, hasta las zonas rurales de Deir al Zur, además de en el desierto de Al Sukhna o las montañas de Al Balas y Al Tanaj.
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La orografía de Badia, como se conoce a este vasto desierto que ocupa cerca de la mitad del territorio sirio y se extiende más allá de sus fronteras, permite a la formación yihadista perpetrar ataques y emboscadas contra las tropas sirias y luego “desaparecer en las cuevas, valles y áreas abiertas”.
Las Fuerzas de Siria Democrática (FSD), una alianza liderada por kurdos que encabezó la lucha contra el EI junto a la coalición internacional, también ha detectado un aumento de la actividad yihadista.
Las FSD continúan con las operaciones contra el grupo terrorista y en las últimas semanas han destruido una gran cantidad de túneles y arrestado a yihadistas.