"Me vine a Armenia con mis dos nueras y cinco nietos. Empecé haciendo pan con hierbas en la calle con otras mujeres, pero luego tuvimos la suerte de poder hacerlo en un restaurante", cuenta Nadia a Efe en el establecimiento de la capital armenia, que se ha convertido en su segunda casa.
UN RESTAURANTE QUE NACIÓ DE LA GUERRA
El restaurante, Machar 44, nació por iniciativa de la filántropa Hasmik Gasparyán, una emigrante armenia que regresó a su país natal poco antes del estallido de la pandemia de covid-19.
Tras el comienzo de la guerra en Nagorno Karabaj en septiembre pasado y la masiva llegada de los refugiados de la zona, Gasparyán acogió en su casa a una familia de 12 personas.
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Poco después, la filántropa decidió fundar un restaurante para ayudar a los karabajíes desplazados junto con la organización caritativa "Future is Now", que ya ayudaba a los refugiados de Karabaj a rehacer su vida en Armenia.
"Ahora tenemos cinco mujeres de Karabaj trabajando en el restaurante", dice Gasparyán a Efe y agrega que el local, con un aforo para 50 personas, organiza también actividades para los niños de los refugiados.
PAN CON HIERBAS EN TRES MINUTOS
"Somos todos como una gran familia", dice la señora Nadia, quien es la mayor y como una madre para el resto de la plantilla.
Todo el beneficio que genera el restaurante se destina a los que más lo necesitan, agrega.
Aparte de la especialidad de la casa, el famoso pan con hierbas ("dzhingalov hats" en armenio), que puede llegar a incluir más de 10 especias, en el restaurante se cocinan otros platos populares entre los refugiados karabajíes.
"Hacemos muchos platos, pero comenzamos con el pan con hierbas. No es difícil. Si tienes práctica, apenas tardas unos tres minutos en hacer una tortita", dice la cocinera, mientras prepara un panecillo junto a una estufa.
Según la oficina del Defensor del Pueblo de Armenia, a día de hoy el país acoge a más de 20.000 refugiados karabajíes, aunque decenas de miles han podido regresar a sus casas en los meses posteriores de la guerra.
UN PASADO QUE PESA
Nadia, oriunda de la aldea karabají de Nngi, abandonó Karabaj pocos días después del inicio de las hostilidades.
La convencieron sus hijos. Al principios, la familia se refugió en un sótano, pero luego a ella, sus dos nueras y cinco nietos los trasladaron a Armenia. Los varones de la familia se quedaron en Karabaj para participar en la contienda.
La cocinera es una de las personas que no pueden volver ya que su casa se encuentra en los territorios que pasaron bajo el control de Azerbaiyán como resultado de la devastadora guerra que dejó miles de muertos en ambos lados.
"No nos van a devolver esa tierra. Apenas queda algo de Karabaj tal y como lo conocíamos. El futuro de esa tierra pende de un hilo. Yo ya no tengo ninguna esperanza", dice con una mirada marcada por la tristeza.
Una de las nueras de la cocinera sí se encuentra entre los que volvieron, pues su vivienda se encontraba en la capital de Nagorno Karabaj, Stepanakert, que siguen controlando las fuerzas armenias.
Pero la vida ya no es igual en lo que otrora se comparaba con el "jardín del edén armenio".
"Cuando (los azerbaiyanos) celebran algo como la reciente visita de (el presidente turco, Recep Tayyip) Erdogan a la zona y disparan fuegos artificiales durante media hora, los niños de Stepanakert se meten bajo las faldas de sus madres, temiendo una nueva guerra", cuenta Nadia.
PREOCUPACIÓN POR ARMENIA
La refugiada karabají lamenta la división entre los armenios que existía en los últimos años y que se profundizó tras la guerra en Nagorno Karabaj.
"Éramos cuatro gatos y se quedaron dos, pero estos dos también siguen peleando", dice en alusión a la grave crisis política que vive el país desde hace más de medio año y que buscan resolver las elecciones legislativas anticipadas de este domingo.
La mujer, al igual que muchos residentes de la capital armenia, cree que los comicios se han convertido en una guerra por el poder, mientras las verdaderas víctimas, subraya, son los caídos en el Karabaj, "una generación entera" que perdieron los armenios en una contienda cuyas heridas aún están muy lejos de cicatrizar.
