Ortega toreó en primer lugar un animal que tuvo poco celo en los primeros compases, no pudiendo disfrutar de su mayestático toreo con el capote. Los tercios siguientes pasaron totalmente desapercibidos.
La noble pero floja embestida del toro de Cuvillo le permitió esbozar su toreo de calidad, su cite clásico, el embroque perfecto entre toro y torero. Todo eso realizado de forma despaciosa, casi al ralentí. A la labor le faltó la emoción necesaria para calentar el ambiente, pero cortó una oreja.
Una verónica, pero suelta, pudo esbozar al tercero de la tarde. En esos momentos el suelo de la plaza empezó a ponerse complicado, resbaladizo y peligroso debido al agua que no paraba de caer.
El inicio de faena fue excepcional, con muletazos muy poderosos por bajo saliéndose a los medios. Entre las dos rayas desarrolló su labor muleteril presidida por el buen gusto, intentando torear siempre lo más despacio posible, algo que consiguió en muchos momentos de la faena. El público se entregó en una labor en la que también destacaron los pases de pecho. Paseó dos orejas generosas.
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Con el que hizo quinto de la tarde, Ortega tuvo que torear bajo un diluvio, estando el piso de la plaza muy deteriorado, con muchos charcos, dificultando la labor de todos los que se tuvieron que poner delante de los toros, teniendo mucho mérito todo lo realizado.
Momento de dificultad para Ortega cuando se quedó en la cara del toro tras un enganchón en los primeros lances. Tras el susto, arrebatado, le enjaretó unas soberbias chicuelinas muy jaleadas. En el tercio de banderillas, el subalterno Rafael Figuerola perdió pie al saltar al callejón tras un par de banderillas, siendo volteado de forma aparatosa cayendo de mala manera, quedando todo en un susto.
Brindó el torero al público, para realizar un trasteo en los terrenos de tablas, quizás no el mejor sitio para que el toro embista, pero sí el que estaba en mejores condiciones, no con tantos charcos como en el resto.
En esos terrenos le logró extraer una sensacional serie sobre la diestra, con muletazos con su sello personal, acompañando con la cintura, variado en los remates, con cambios de mano y el obligado de pecho. Otra tanda al natural y de frente fue un canto a los toreros antiguos. Que bien torea este sevillano. Otras dos orejas, cinco en total para la belleza y despaciosidad de un torero sublime.
Roca Rey poco se pudo lucir con el capote en su primero, segundo de la tarde. Pero todo cambió en la muleta.
Decidido el torero, empezó su labor a media altura para no quebrantar la noble y floja embestida del animalito. Le enjaretó una primera serie en el tercio, cerca de los terrenos de chiqueros.
Mirada del toro a los terrenos de tablas y tirón del torero justo a los medios. Más cómodo toro y torero, las series se sucedieron por ambos pitones, con el compás abierto, llevando muy largo y cosido la noble embestida. Se arrimó en el final de faena estando muy variado en los remates. Mató de estocada también desprendida cortando dos orejas. Hubo generosidad presidencial.
Con su segundo, apenas si consiguió alguna verónica estimable ante la desclasada y poco clara embestida del toro. Con la muleta le enjaretó unos estatuarios ajustados, rematados de un cambio de mano y un largo pase de pecho.
En el centro del platillo lo toreo a placer con ambas manos, aunque por ponerle un pero, suele retorcer mucho la figura en su idea de que el muletazo sea muy largo. Dicha sea tal circunstancia, el peruano se entregó en una labor que creció en intensidad cuando se pasó el toro por la espalda en algunos pases cambiados que pusieron la plaza al rojo vivo. Dos orejas muy benévolas.
Sin posibilidad de lucimiento con el capote con el último de la tarde por parte de Roca Rey que tomó muchas precauciones ante las cosas raras que hizo en los primeros compases de la lidia. Fue el único toro de Cuvillo que tomó dos varas, más por las dificultades mostradas que por fortaleza y la bravura demostrada.
Roca Rey se fajó con él en un poderoso inicio de faena, mostrando el buen momento por el que atraviesa. Una vez que dejó claro quién era el que mandaba en el ruedo, le pegó una templada serie por el derecho. Dándole tiempo rayó a gran altura al natural, llevando muy largo y forzando mucho la figura, en naturales que calaron, al igual que el agua, en la gente.
Sin la ayuda de la espada toreó con la mano derecha, levantando al público de sus asientos tras un muletazo en redondo de excelsa largura. Comenzó la petición de indulto, cada vez más fuerte que finalmente fue atendida para el jolgorio general.
FICHA DEL FESTEJO.- Toros de Núñez del Cuvillo, correctos y algo desigual en cuanto a su presentación, dando un juego noble en líneas generales. El sexto toro fue indultado, de nombre "Carioca" y marcado con el número 186.
Juan Ortega, oreja, dos orejas y dos orejas.
Roca Rey, dos orejas, dos orejas, y dos orejas y rabo simbólicas.
La plaza registró tres cuartos de entrada.
