Los más de un millón y medio de refugiados ucranianos llegados a Polonia hasta hoy se encuentran no sólo con la ayuda de las instituciones polacas, sino también con particulares dispuestos a acogerles en sus propias casas.
Es el caso de Zayina, una mujer de Ternopol, en Ucrania occidental, que tras muchas vicisitudes consiguió llegar a la ciudad polaca de Cracovia con sus dos hijas, Krystina, de 17 años, y Yulia, de 15, y su sobrino Jaroslaw.
A través de la oficina de recepción de la estación de trenes de Cracovia, contactaron con Eva González, una vallisoletana profesora del Instituto Cervantes que vive en Polonia desde hace casi diez años, y se alojaron en su casa para planear su siguiente paso, viajar a España, donde tienen un familiar.
Zayina cuenta a Efe cómo sus últimos días en Ucrania estuvieron marcados por el "miedo a los bombardeos, con el sonido de las sirenas de alarma sonando varias veces al día", y cómo cada vez que esto ocurría debían "correr por las escaleras" del octavo piso donde vivían para refugiarse en el sótano.
Todos los beneficios, en un solo lugar Descubrí donde te conviene comprar hoy
En Ternopol, relata, "la situación se volvió tan mala en pocos días que la electricidad, la calefacción y los suministros de los comercios escaseaban" y todos los edificios oficiales, como las escuelas, dejaron de funcionar en seguida.
La noticia del estallido de la guerra, el pasado 24 de febrero le llegó a Zayina a través de la llamada de teléfono de una compañera de trabajo.
"Me llamó y me dijo: Zayina, estamos bajo ley marcial. Estábamos conmocionados. De repente estábamos en guerra, y Putin estaba enviando tropas a través de la frontera," explica, en referencia al presidente ruso, y agrega que al inicio no podían creer que de verdad hubiese estallado un conflicto bélico.
"De inmediato, todos los padres fuimos a las escuelas a por nuestros hijos. Fue una situación extremadamente terrible, sentíamos terror", relata, sin embargo, con serenidad.
Zayina rememora que la movilización que vivió el país para hacer frente a la invasión fue "masiva" y destaca que "todo el mundo está unido" y comparte el convencimiento de que "hay que luchar".
No obstante, ante el empeoramiento de la situación, la mujer, que tras el abandono de su marido crió sola a sus dos hijas desempeñando trabajos ocasionales, tomó la decisión de dejar su hogar con lo que pudieron cargar en tres maletas.
Además, se llevó consigo a su sobrino Jaroslaw, que vivía hasta entonces con su padre, el cual, como todos los hombres de entre 18 y 60 años, no puede abandonar el país.
El pasado 5 de marzo, tras un día entero de viaje, la familia consiguió alcanzar Przemysl, uno de los principales pasos de la frontera polaco-ucraniana, al que llegan incesantemente decenas de miles de refugiados más cada día.
A partir de allí, cuenta Zayina, "la ayuda de los polacos fue muy, muy grande", y asegura que ella y sus acompañantes se sienten "seguros ahora".
Así, a las jóvenes Krystina y Yulia las asombró, al pasear por Cracovia, la cantidad de banderas de su país y carteles de apoyo que encontraban en comercios, fachadas y balcones.
En las ciudades polacas es fácil ver coches recién llegados de la frontera descargando pasajeros traídos desde allí, así como indicaciones para llegar a albergues o puntos de asistencia para refugiados y convocatorias para donar ropa y comida.
Cuando se preparaba para iniciar sus estudios universitarios, la vida de Krystina ha dado, con la guerra, un giro inesperado, y la joven asegura que ahora su mayor empeño es estudiar en alguna universidad extranjera, a ser posible en Canadá.
En el piso en Cracovia conviven desde hace varios días con Eva y sus hijos, Andrés, de 13 años, y Teresa, de 11, ambos bilingües en polaco y español, y la comunicación entre todos es una mezcla de polaco, inglés y ucraniano traducido por los teléfonos móviles.
Durante la visita de EFE, no paran de sonar las notificaciones de mensajes; algunos son ofrecimientos de ayuda por parte de la red de amigos movilizados por Eva, que han conseguido reunir más de mil euros para pagar billetes de avión a refugiados.
Mientras sigue las últimas informaciones de la guerra, Zayina espera noticias de un autobús fletado por voluntarios españoles que realiza viajes entre España y Polonia para trasladar a los ucranianos que cuenten allí con familiares o amigos.
En el caso de esta familia, es una abuela de las chicas la que espera ansiosamente reunirse con todos ellos en Marbella.
Los pasaportes ucranianos de la familia están sobre la mesa, listos para el viaje, y la madre explica que pase lo que pase los conservarán, "porque queremos vivir en Ucrania, pero libres, no bajo ocupación rusa".
