La iniciativa, acogida desde hace siete años por el Centro Cultural Bruegel, reúne a decenas de visitantes en unos talleres gratuitos y sin ánimo de lucro que, en tiempos de consumismo, permanente falta de tiempo y cambio climático rampante, promueven conectar con la gente del barrio para darles una segunda oportunidad a los trastos viejos.
"No cobramos nada. Todo es gratuito. Para nosotros esto es importante: olvidar el dinero y hacer las cosas solamente con el corazón, ofreciendo nuestro tiempo, que es muy valioso", sostiene a EFE Raphaël Muñoz, portavoz del colectivo 1000Bxl en Transition y uno de los responsables del "repair café".
En el núcleo de Les Marolles, uno de los barrios más icónicos y variopintos de la cosmopolita Bruselas, los vecinos que confluyen en el centro cultural son siempre diferentes, se reúnen sin importar la edad, el origen, la raza o la clase y se presentan con cachivaches de todo tipo: desde relojes y pantalones hasta pequeños electrodomésticos y ordenadores.
Algunos, como Manuel, un español residente en la capital europea desde hace varios años, se pasea por el café todos los meses, muchas veces con las manos vacías, buscando únicamente una oportunidad para conversar con los vecinos.
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"El tiempo circula a una velocidad diferente. La gente pasa un poco más de tiempo para charlar, mientras que en otros lugares de la ciudad parece que están más estresados, más ajetreados. Y aquí encuentras un momento en el que puedes conocer a gente y preguntarles cosas. Para mí es una ocasión para conocer a ciudadanos del barrio", asegura en declaraciones a EFE.
En este sentido, Muñoz añade que la esencia del "repair café" es la "mezcla" con los demás, la "conexión" entre personas que pueden toparse después en la calle, en un vecindario plural y heterogéneo, y la capacidad de elevar el sentido de pertenencia de sus habitantes, de hacerles sentir que viven "en casa", en una ciudad más acogedora, más suya.
Para Manuel, la iniciativa no solo consiste en fomentar un modelo de economía circular, sostenible y local; también es un punto de encuentro que persigue una aspiración pedagógica y reflexiva basada en otra mirada sobre la vida, más consciente y respetuosa con el medioambiente.
"La idea es aprender un poco más sobre el objeto: ver cómo funciona, abrirlo, identificar cuál es el problema e intentar responder tú mismo a él. Es realmente otro ritmo de vida, un momento para disfrutar del tiempo a otra velocidad. La gente suele ser agradable y se encuentran momentos para conversar, charlar y conocer quien vive en el barrio", explica.
En el "repair café" suelen participar tres o cuatro "manitas", cada uno especializado en una clase de objetos, quienes acuden al centro cultural motivados por distintas convicciones e ideas, dispuestos a poner su mano de obra al servicio del vecindario de manera altruista.
Thomas, uno de los reparadores que vio nacer el proyecto en 2015, reconoce a EFE que decidió embarcarse en él porque es "muy consciente" de que, a su juicio, existe un "gran problema" en las "costumbres de vida" actuales, en la forma en la que se consumen las materias primas y la energía.
"El calentamiento global ocurre por el transporte o el consumo de carne, pero también por los productos eléctricos y electrónicos. Para fabricar un cacharro como este, se necesitan litros de agua, mucha energía y plástico, que es un producto derivado del petróleo. Todo esto tiene un impacto significativo en el medioambiente", argumenta Thomas.
Para el voluntario, cambiar a una mentalidad preocupada en alargar la vida de los dispositivos en lugar de vivir bajo una cultura enfocada en reemplazarlos impulsivamente por productos nuevos permitiría ahorrar en emisiones de carbono y, en consecuencia, ayudaría a evitar una "catástrofe climática".
Sin embargo, admite que su contribución no representa más que una "pequeña gota" en un "gran océano" y que difícilmente servirá para revolucionar los hábitos de consumo de toda una sociedad, pero defiende al menos consigue "aliviar" su conciencia.
"Hago mi parte. Y ya está, eso hago. Nada más que eso. Seguro que es mejor que no hacerla. No va a salvar al mundo, pero bueno, espero al menos ser parte de la solución y no parte del problema", concluye el mecánico.
