Ahora cuenta su historia, marcada por el racismo y la misoginia, a través de momentos de su infancia y adolescencia en unas “memorias rabiosas”: "Marrón", su primer libro que ha publicado con la editorial Blackie Books.
Quillahuaman, en una entrevista con EFE, confiesa que, al empezar a escribir, se arrepintió porque fue “un proceso de analizar recuerdos dolorosos”, y se dio cuenta de que “no había pasado página”, que “solo había escondido la tristeza”.
Pero, durante tres años, siguió escribiendo con un objetivo muy claro: “poder acompañar a todas las personas que tienen una trayectoria parecida a la mía”, explica la ilustradora, que cuenta con más de 180.000 seguidores en Instagram.
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"Marrón", con la llegada de Rocío a España desde Lima con once años como eje conductor, evidencia que la integración de los migrantes es difícil, ya que “la gente siempre te hace saber de una manera u otra, sutil o no sutil, que no eres de aquí”, recuerda.
La artista, de 28 años, define como “estresante” el hecho de sentir que no pertenece a ningún sitio, pero escribiendo el libro ha relativizado este sentimiento y considera que está bien sentir que se es de dos sitios, a la vez que ella no se siente al cien por cien de ninguno.
Rocío habla en el libro del "racismo interiorizado" que “se mete dentro de la piel”, un racismo hacia una misma que “no es voluntario”, y que se articula porque “recibes rechazo y decides rechazarte a ti misma”.
RECONCILIACIÓN CON EL PASADO Y LAS RAÍCES
“Ahora siento que no era yo, porque no aceptaba todas las partes de mi identidad”, reconoce Quillahuaman, que explica que el libro le está ayudando a sanar heridas y a aceptar que, aunque sean dolorosos, todos estos recuerdos la conforman.
Satisfecha, asegura que, al estar en paz con su pasado, se siente “liberada y empoderada”, aunque hubiera preferido no tener que escribir nunca "Marrón".
A la vez, se apresura a aclarar que su caso no es un ejemplo de una historia de superación personal, ya que “la meritocracia no existe” y que su trayectoria responde a la suerte, porque lo que le ha pasado a ella es “una excepción, no la regla”.
Aparte de racismo, al ser mujer, Quillahuaman también ha sufrido el machismo y como feminista considera importante recordar que “no todas las mujeres tienen la misma realidad”.
“Mi madre es cuidadora y limpia casas, y no puede permitirse ir a las manifestaciones”, declara la ilustradora, que defiende un feminismo de todas las mujeres, también de las que no tienen tiempo de leer sobre el movimiento político y social, y que no pueden faltar al trabajo.
Con el ejemplo de su madre, reivindica que hay muchas mujeres violentadas y “absolutamente precarizadas” por el racismo institucional, a quien les cuesta mucho conseguir la nacionalidad y, por lo tanto, “derechos en general”.
LA EXTREMA DERECHA EN AUGE
La ilustradora asegura que le “aterroriza bastante” el auge de la extrema derecha en Europa porque: “Sé que soy marrón y que se me va a reconocer como tal si me encuentro con nazis en el metro”.
Tacha de “vergüenza” esta realidad, pero recuerda que el racismo no solo se encuentra en estos puntos tan extremos, también lo hay en la cotidianidad, “en fases contra las que sí puedo enfrentarme”.
Aun así, su “parte más valiente” intenta no dejar que el miedo le gane porque “hay que tener mano dura y las cosas claras” para evitar que estas ideologías ganen camino como está pasando.
