Varsovia, refugio de perseguidos en Moscú o Minsk y hogar de ucranianos

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Lukasz OlenderVarsovia, 22 ene (EFE).- Varsovia se está convirtiendo en una especie de refugio de activistas pro derechos humanos de países de la antigua Unión Soviética, fenómeno que, junto a la acogida de refugiados ucranianos, contribuye a cambiar su imagen de capital de un país hasta ahora poco inclinado a recibir extranjeros.

Tras el inicio de la invasión rusa a Ucrania, Polonia se convirtió en el hogar de más de dos millones de ucranianos. La ayuda a Ucrania sorprendió a muchos, por ser el mismo país que sigue denegando asilo a refugiados procedentes de África u Oriente Medio.

Sin embargo, en los últimos años Polonia había hecho ya mucho por ayudar a disidentes de Bielorrusia o de algunas zonas de Rusia.

Es el caso de Aleś Zarembiuk, quien abandonó Bielorrusia en 2010. Sus actividades como concejal y activista social llamaron la atención del régimen de Alexandr Lukashenko.

"Cuando me presenté a la reelección, el KGB inició una causa penal contra mi por motivos políticos. Decidí marcharme a Kiev, pero debido a la política de (Viktor) Yanukóvich tuve que trasladarme a Polonia'', cuenta a EFE Zarembiuk, respecto al expresidente ucraniano.

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Se instaló en Varsovia, donde vivía y estudiaba su hermana, gracias al Programa de K. Kalinowski del Gobierno polaco. Se trata de una iniciativa creada para apoyar a los bielorrusos expulsados de las universidades tras las protestas contra las elecciones fraudulentas de 2006.

Ahora Zarembiuk dirige la Casa Bielorrusa en Varsovia. La fundación, creada en 2012, apoyó durante años a los bielorrusos que luchaban contra el régimen, pero también trató de acercar Bielorrusia a Occidente.

"Hasta 2020 nos centramos en la educación no formal, los intercambios juveniles. Acercamos a los bielorrusos las experiencias de la Unión Europea y la transformación en Polonia", explica Zarembiuk.

En 2020 la fundación recaudó unos 10 millones de euros para ayudar a las víctimas de la represión en Bielorrusia, y ahora la diáspora apoya al regimiento de Kalinowski, el grupo de voluntarios creado para defender a Ucrania frente a Rusia.

Zarembiuk subraya que los bielorrusos agradecen la ayuda del gobierno polaco: "Polonia facilitó tarjetas de residencia para quienes habían recibido visados humanitarios. En 2020 nos ayudó a lanzar el programa humanitario para las víctimas de la represión en Bielorrusia", afirma.

Para Khedi Alieva, que llegó a Polonia desde Chechenia, participar en los programas de las ONG era la única forma de seguir en activa.

"Hacía muchas cosas como voluntaria. Estaba contenta de poder hacer algo. Esperé mis papeles durante ocho años, ¿tenía que quedarme tumbada en casa esos ocho años?", argumenta a EFE.

Al principio vivió en Varsovia, pero tras participar en un proyecto de voluntariado en Gdańsk sintió que era su lugar en el mundo. Ahora, divide su existencia entre las dos ciudades.

Con la ayuda de la activista polaca Dorota Jaworska, Alieva fundó su propia ONG Kobiety Wędrowne (Mujeres Errantes), en apoyo a las mujeres migrantes y a sus familias. Gestiona además la "Kuchnia Kobiet Wędrownych" (Cocina de Mujeres Errantes), iniciativa que adoptó de otra activista.

Ser musulmana en Varsovia sigue sin ser fácil, admite. Fue en Polonia donde se sintió diferente por primera vez en su vida.

"Siempre supe que era chechena, pero nunca sentí las diferencias. Aquí me han hecho tomar consciencia de que soy musulmana", dijo.

Zurtan Khaltarov sueña con una Buriatia libre, la república rusa fronteriza con Mongolia. Ve su existencia en Varsovia como una oportunidad para luchar por los derechos de su nación.

"En 2018 perdí mi trabajo en la universidad porque en 2014 había sido procesado en base al artículo 282 del código penal ruso. En 2021 empecé a trabajar como taxista, en paralelo hice un 'micrófono abierto' para hablar con la gente local sobre diferentes cosas. Alcanzamos unos 25 mil suscriptores", explica.

El artículo 282 prohíbe acciones que inciten a la enemistad nacional, racial o religiosa. Khaltarov criticó en internet la financiación de un monumento para los cosacos rusos que ayudaron a conquistar Buriatia.

En septiembre de 2021 abandonó Rusia. Primero fue a Georgia y, una vez obtenido el visado, a Polonia. En el pasado había estudiado polaco en cursos financiados con el apoyo del Ministerio de Asuntos Exteriores de Varsovia.

A Jaltarov le gustaría fundar una organización que defendiera los derechos de los buriatos: "Para el gobierno ruso es fácil acusar a los que luchan por la cultura buriata de acciones que incitan a la enemistad nacional, racial o religiosa", explica.