Mirziyóyev, de 66 años, que ganó el domingo las elecciones con un 87,05 % de los votos y con ello un tercer mandato al frente del país, es la personificación del pragmatismo, aunque tuvo un buen profesor, el padre de la nación, Islam Karímov.
De él heredó el poder tras su muerte en 2016 y le enseñó el no tener piedad con el integrismo islámico, el separatismo y el disenso político.
Las temidas cárceles uzbekas están llenas de presos políticos, pero también ahora es mucho más fácil hacer negocios. En esa línea, el líder uzbeko ha sabido forjar unas relaciones comerciales pragmáticas con Rusia, China, Pakistán, Estados Unidos, la Unión Europea e incluso con sus vecinos talibanes.
La media de edad de los uzbekos es de menos de 30 años, por lo que el crecimiento económico y el aumento del nivel de vida son la única respuesta de Mirziyóyev al posible estallido del descontento popular por la falta de libertades.
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Consciente de que la mayoría de uzbekos siguen dependiendo de las remesas de los emigrantes que trabajan, en su mayoría en Rusia, el jefe de Estado ha prometido duplicar el PIB hasta los 160.000 millones de dólares, incrementar la renta per cápita de 2.200 dólares a 4.000 y construir escuelas para 2,5 millones de personas.
DE LA RUTA DE LA SEDA A OCCIDENTE
Pero para cumplir con esas promesas y romper el aislamiento del país antaño conocido exclusivamente por su algodón, Taskent necesita inversiones de todos los rincones del planeta, especialmente en infraestructuras de transporte.
Por eso, lo primero que hizo fue limpiar la mancha de la explotación infantil en los campos de cultivo del conocido como “oro blanco”.
Mirziyóyev no ha perdido el tiempo. En mayo viajó a China. Y es que Uzbekistán, igual que en la Edad Media, es un país fundamental en la nueva Ruta de la Seda para el transporte de mercancías hacia Occidente.
También se ha granjeado el respaldo de EEUU y de la UE, que le agradecieron su negativa a apoyar la campaña militar rusa en Ucrania y ayudar a Moscú a esquivar las sanciones occidentales.
Como demostró en su viaje a Francia, Mirziyóyev es consciente de que necesita a Occidente si quiere incrementar varias veces, como ha prometido, la producción de oro, plata, cobre y uranio con proyectos de inversión extranjera por valor de 115.000 millones de dólares.
UN SOCIO PRAGMÁTICO PARA RUSIA
En cuanto a Rusia, Uzbekistán mantiene una postura pragmática, ya que es el principal mercado laboral para sus emigrantes. De hecho, Taskent no se opone a una unión gasística con Rusia y Kazajistán, pero matiza que ésta debe basarse sólo en contratos comerciales.
Este país no pertenece ni a la Unión Económica Eurasiática y a la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva lideradas por Rusia, por lo que tiene las manos libres para diseñar su política exterior sin irritar al Kremlin.
Mirziyóyev también demostró sus artes diplomáticas en Afganistán.
Consciente de que la minoría tayika del norte se oponía a los talibanes, abogó por entablar relaciones diplomáticas con Kabul y descongelar sus activos en bancos extranjeros, con la vista puesta en proyectos conjuntos como la red ferroviaria hasta Pakistán, clave para que las exportaciones uzbekas lleguen a la costa índica.
SIN RASTRO DE LA OPOSICIÓN
Si con Karímov no había oposición, la situación no ha cambiado con Mirziyóyev. No hubo candidatos opositores en 2021 y no los hubo el domingo, ya que los cinco partidos legales son cercanos al poder.
Además, varias decenas de periodistas se dirigieron en marzo al presidente para denunciar presiones sobre la libertad de prensa.
El cambio que el presidente prometió en 2016 no ha sido más que cosmético.
Por si hubiera alguna duda, Mirziyóyev ordenó reprimir con dureza en julio de 2022 las masivas protestas que estallaron en la república autónoma de Karakalpakistán debido a que el borrador de reforma constitucional planteaba privar a la república autónoma del derecho a celebrar un referéndum para escindirse del país.
Finalmente tuvo que retirar la enmienda. De cómo gestione Mirziyóyev el separatismo karakalpakistaní depende la futura estabilidad del Estado uzbeko, ya que la autonomía al noroeste del país ocupa cerca del 40 % de la superficie de la nación centroasiática.
