A Gudiña, el pueblo donde se registró este incendio, tiene una población dispersa geográficamente y envejecida con algo más de un millar de habitantes y es una de las puertas de entrada a la comunidad de Galicia, aunque no es tan habitual que lo sea para los inmigrantes, que suelen acudir a núcleos urbanos más grandes.
Pero desde el pasado octubre un grupo de once jóvenes de Mali y Senegal está instalado en el pueblo, donde trabajan recogiendo las flores de brezo en el monte para una empresa. Y allí volvieron hace una semana cuando el fuego llegó al pueblo, cuenta a EFE José Luis, uno de los vecinos que también estuvo en primera línea ante las llamas.
"Eran tres. Según bajamos del coche, nos vieron con los batefuegos y nos dijeron si teníamos más", recuerda el gallego, que quiere dar voz a la labor que hicieron sus más recientes vecinos.
Como no había batefuegos (matafuegos) extra, los tres jóvenes improvisaron sus propias herramientas con otras plantas que encontraron.
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Se colocaron en fila con el resto de vecinos y, ataviados con gorras, guantes y unas mascarillas que les dio José Luis, emprendieron con fuerza contra las llamas. "Apagaban todo con el físico que tienen", explica.
La fuerza y la unión de los vecinos, con sus tractores y cisternas, además de los equipos de extinción, protegieron este pequeño pueblo de un fuego local que ya había arrasado 10.000 hectáreas antes, en la peor ola de incendios registrada en España este siglo.
En otros puntos del municipio, más compañeros del mismo grupo de inmigrantes también lucharon contra las llamas. "La gente de Mali está salvando el pueblo", le dijo un amigo a José Luis.
EFE ha intentado hablar con este grupo de subsaharianos para conocer su historia, pero han preferido mantenerse alejados del foco mediático. No quieren protagonismo ni dar trascendencia a ese gesto que no ha pasado desapercibido.
Fútbol y clases de español
En el pueblo, cuenta José Luis, los vecinos están contentos con su presencia. Los han incluido en los partidos de fútbol sala que organizan los vecinos y cada vez se comunican mejor con ellos, porque están aprendiendo español.
Entre octubre y junio tuvieron clases de castellano de una hora y media, una vez por semana, con Cruz Roja, que retomarán en septiembre tras el fin de las vacaciones de verano.
"Una persona recién llegada que no conoce el idioma tiene una barrera, no puede gestionar ni búsqueda de empleo ni de vivienda, casi tiene que estar acompañado para todo. Es lo primero que se trabaja", explica a EFE Natividad Álvarez, encargada del proyecto de atención a personas inmigrantes de Cruz Roja en Galicia.
Este proyecto también presta orientación y asesoramiento a quienes necesitan regularizar su situación, y les da apoyo en diversos ámbitos para facilitar su integración en la comunidad.
Es el primer grupo de inmigrantes con este perfil que atienden allí, porque habitualmente acuden a centros urbanos con más recursos. "Pero la sociedad va cambiando", dice Álvarez.
En el pueblo A Gudiña han encontrado trabajo recogiendo el brezo, aunque José Luis teme que los daños producidos por los incendios les puedan dejar sin trabajo.
Y resalta que es una labor que no harían otros vecinos. "Están aquí porque necesitan trabajar, y hacen un trabajo que mucha gente que está aquí no está dispuesta a hacer".
A veces se tiene una imagen injusta de la inmigración, relata José Luis, pero en este pequeño pueblo gallego, es de agradecimiento por su ayuda cuando las llamas acechaban.
