El estudio, divulgado con motivo del Día Internacional del Migrante este jueves, destaca cómo el consumo de esta migración venezolana en los ocho países analizados -Aruba, Chile, Colombia, Costa Rica, Ecuador, Panamá, Perú y República Dominicana- supera los 10.600 millones de dólares anuales.
La migración venezolana se dio en varias oleadas. Entre el 2000 y 2012, estaba principalmente integrada por población de clase media y alta, con altos niveles educativos y destinos fuera de la región. Una segunda ola desde 2012, marcada por "un creciente entorno desafiante a nivel económico y político" y con "desplazamiento intrarregional".
Desde 2015, destaca el texto, se reportó un "flujo masivo" que transformó el panorama migratorio regional con una "magnitud sin precedentes", el fenómeno de los llamados 'caminantes' que abandonaron el país por vía terrestre y que, en 2018, alcanzó lo que se considera un punto de inflexión con un perfil migratorio nuevo, cuando "ya no predominaban los profesionales con redes de contacto y ahorros, sino familias enteras, mujeres solas, niños y niñas, y adultos mayores en condiciones de gran vulnerabilidad".
Diez años después de la primera ola masiva migratoria desde Venezuela, ya no se considera este fenómeno migratorio como una respuesta coyuntural a la crisis del país suramericano, sino un "proceso estructural y regionalizado", que depende también de los "vaivenes políticos y de seguridad" de los países que sirven de tránsito y destino de los migrantes.
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El reporte apunta que en todos los países analizados la mayoría de los migrantes venezolanos están en la edad de "apogeo" laboral, entre 18 y 39 años; por ejemplo, con un promedio de 34 años en países como Colombia y Perú, y de 36 años en Chile y Ecuador.
Asimismo, con frecuencia "la población migrante venezolana cuenta con niveles educativos técnicos o superiores que superan a los de la población local", aunque estos niveles pueden variar dependiendo del destino.
En Colombia, por ejemplo, solo el 19 % de los migrantes tiene "niveles educativos altos", mientras que en Chile y Perú la proporción es mayor. Sin embargo, apunta, esta calificación no siempre garantiza la inserción laboral o continuidad profesional, por lo que se ha registrado "un fenómeno creciente de migración secundaria".
De acuerdo con el estudio, la migración venezolana en los ocho países analizados -que concentran unos 5,7 millones de migrantes- ha tenido un impacto positivo en la productividad económica "aumentando la oferta de mano de obra calificada y contribuyendo a la expansión de la base tributaria".
El reporte estima que el consumo de los migrantes supera los 10.600 millones de dólares e implica aporte fiscal en impuestos directos e indirectos, principalmente enfocado en los sectores de vivienda, servicios y alimentación.
Las experiencias "más exitosas" de manejo migratorio en la región "combinan procesos regulatorios flexibles y de largo alcance, con políticas intersectoriales de integración socioeconómica" y considera que las medidas restrictivas generan más "precariedad y vulnerabilidad".
Así, medidas regionales y coordinadas podrían contribuir a manejar el fenómeno migratorio venezolano que es "una oportunidad significativa para el crecimiento económico en la región".
