Abren escuelas, cuidan a los mayores: ¿es la inmigración el futuro para pueblos españoles?

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Zamora (España), 18 dic (EFE).- Abren las escuelas y los bares de los pueblos más despoblados o cuidan de los mayores y trabajan en ganaderías; la inmigración se ha convertido en la tabla de salvación para algunas localidades, donde permiten mantener servicios y frenar la sangría demográfica de la denominada España vaciada.

Los nuevos pobladores que llegaron a Zamora, la provincia que pierde población a un mayor ritmo y la más envejecida de toda España, constatan a EFE en el Día del Migrante la labor esencial que cumplen y el beneficio que a ellos también les supone asentarse en el medio rural en vez de en grandes ciudades.

A su llegada a esos pueblos, principalmente de Castilla y León, una de las regiones con más despoblación, contribuye la Fundación Talento 58, una organización que ha intermediado ya en el asentamiento de dos centenares de familias migrantes en núcleos rurales españoles.

Su presidente, Jesús Alemán, explica que tiene en cartera otras 1.800 familias, principalmente de países latinoamericanos como Colombia, Venezuela, Perú o Ecuador, pero también de hasta 38 nacionalidades, que viven en grandes ciudades, tienen su situación regularizada y están dispuestos a vivir en "la España de las oportunidades, porque llamarlo España vaciada me rechina en los oídos", declara.

"Si hay una oportunidad de vivienda y de empleo ahí vamos a poner una familia", precisa el responsable de la Fundación Talento 58, que hace hincapié en que el coste de la vida en una ciudad es muy alto y vivir, por ejemplo, en Madrid con tres niños pequeños resulta complicado.

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En cambio, cuando se van a un pueblo,  "la vida les cambia por completo", asegura Alemán, y además contribuyen a que esas poblaciones ganen habitantes.

En la localidad de Paredes de Nava (Palencia, norte) crearon hace tres años una Oficina de Repoblación mientras que ecios de  los municipios de una provincia) puso en marcha la iniciativa 'Mi pueblo acoge' en colaboración con la Fundación Talento 58.

El presidente de la Diputación de Zamora, Javier Faúndez, explica a EFE que gracias a este proyecto, 63 familias se asentaron en el medio rural zamorano. "Es una alegría", admite.

En la localidad zamorana de Trabazos, fronteriza con Portugal, reside desde hace tres meses la colombiana Lina Palma, que vive junto a su marido, que trabaja en la construcción, un hijo de 21 años y otro de ocho meses.

Ella reconoce que, tras un año y medio en España, el cambio al asentarse en Trabazos fue enorme porque "en las grandes ciudades uno pasa desapercibido, en cambio aquí todos nos conocen, nos apoyan y nos ayudan".

En otro municipio zamorano, Sanzoles (470 habitantes), la llegada de inmigrantes permitió reabrir la escuela con tres niños y en enero está previsto que se incorpore otra niña colombiana que llegará junto a sus padres para trabajar en una dehesa del municipio, según indica la alcaldesa, Celia García.

Otras dos familias venezolanas asentadas en el pueblo, que trabajan en residencias de mayores de la comarca y tienen hijos adolescentes, incluso han comprado casa en el municipio.

Gracias a ellos "aumenta la población y nos ayudan a mover la economía", reconoce Celia García.

También en La Hiniesta (310 habitantes), en Zamora, la llegada hace casi dos años de una familia inmigrante con seis hijos no solo permitió engordar el censo, sino que también posibilitó que se reabriera el único bar del pueblo.

Al frente del negocio está la familia del venezolano Ronald Torres quien reconoce que ha hecho "muchísimas amistades" y valora que en los pueblos se tiene más calidad de vida, no hay estrés, existe una relación más cercana y "da tiempo a saludar al vecino".

Cualidades que, a tenor de las cifras demográficas, no evitan que los pueblos pierdan habitantes, pero encuentren un resquicio de futuro en la inmigración.